Un tercio de siglo de Internet.

 

Y una década de vida de la World Wide Web. Y cómo un especialista que predijo equivocadamente su colapso se tuvo, literalmente, que comer su columna.
"No pertenece a nadie. Y nadie en particular la conduce actualmente. Pero más de quinientos millones de personas confían en ella como en el interruptor para encender la luz". Con estas frases inició "The New York Times" su conmemoración del primer tercio de siglo de vida de este engendro tecnológico - quizás el motor principal entre los múltiples que impulsan la sociedad del conocimiento - que nos transformó la vida a todos, por acción o por omisión.

A finales de 1991, el año en que entró en acción la WWW, existían 727 mil servidores o direcciones IP (Internet Protocol). Una década más tarde, según una estimación de Matrix Net System de Austin, Texas, en diciembre del 2001, ese número había explotado, exponencialmente, hasta aproximadamente 175 millones de "servers". Agenda Estratégica no es más que otro grano de arena en el Sahara.

El misterio principal de Internet continúa residiendo hoy, tal como la concibieron los estrategas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos hace más de tres décadas, en que nadie la posee ni la gobierna. En el mejor de los casos, podría afirmarse que está en manos de una vasta red de empresas de telecomunicaciones "carriers", es decir, las transportadoras mayoristas - "backbone" - que proveen la columna vertebral de la infinita red de interconexiones en la megagalaxia, que tienen nombres tan desconocidos para el usuario internacional promedio como Verizon, Sprint y Cable & Wireless.

Durante su primer cuarto de siglo, el futuro de Internet estuvo en manos del gobierno de los Estados Unidos, que era el mayor propietario de sitios y pagaba, con recursos fiscales, la investigación para su desarrollo e incluso los equipos necesarios para que terceros pasaran a formar parte de la red.

Pero desde mediados de la década pasada, Internet es, fundamentalmente, un negocio comercial privado. Un extraño negocio privado, cuya subsistencia está basada en la cooperación y en los intereses compartidos de las empresas de telecomunicaciones que son proveedoras del "backbone". Ellas, básicamente, acuerdan entre sí contratos de intercambio de tráfico sin cargo. Es curioso: este "intercambio entre pares" que acuerdan los gigantes es lo único en Internet que no tiene precio (ya que, hasta para leer Agenda Estratégica, usted o alguna organización a la que usted pertenece, tienen que pagar su conexión a un ISP - proveedor de servicios de Internet).


"Yo me como mi columna"

En diciembre de 1995, Robert Metcalfe, el inventor de la tecnología Ethernet para la conexión de computadoras personales a cualquier red, escribió en su columna del semanario especializado Infoworld que Internet enfrentaba un serio peligro de colapso general, que se produciría por una ruptura en las interconexiones mayores. Y le puso fecha: eso sucedería antes del final de 1996 o él se comería sus profecías.

Sucedió esto último: en una convención del sector, en 1997, el cumplidor de promesas Metcalfe llevó al atril del orador una trituradora-mezcladora de alimentos en la que introdujo el papel de su columna, le agregó un vaso de agua, los combinó, los colocó en un recipiente y se los comió con la ayuda de una cuchara.

La "red" también resistió a algo más que las palabras masticadas del frustrado oráculo Metcalfe: el ataque terrorista del 11 de septiembre del año pasado no saturó a la red, sino que fueron los servidores (computadoras) conectados a ella los que no resistieron la sobrecarga de tráfico. Lo que se llama un verdadero electro de esfuerzo.
Agenda Estratégica , 18/01/2002

 

 

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