Fábulas y sainetes

 


No se podría difamar al Ministro de Interior acusándolo de ejercitar la sutileza, abusar de los matices o extraviarse en honduras. Aníbal Fernández es, podría decirse, un hombre plenamente bidimensional; de él pueden esperarse palabras ásperas y un estilo que evoca los compadritos de sainete cuando se trata de mentar a opositores o personas que critican al Gobierno o interfieren en sus planes; o, por el contrario, elogios, reverencias y ditirambos dignos de un príncipe de Smirna, si debe comentar los rasgos de la pareja gobernante.
Así, confesándose con modestia ser un estudioso de las ciencias duras, puede tratar de "bestia" a una matemática del INDEC o al jefe de un movimiento político disidente, mientras que no para de repetir la palabra "cuadrazo" para referirse, por ejemplo, a la señora Cristina Fernández de Kirchner y a los saberes políticos que él le asigna. Es capaz, inclusive, de mostrar su verticalidad (o su horizontalidad, según se mire) con halagos simultáneos a ambos miembros de la pareja gobernante en una única frase, como en esta respuesta al diario La Nación: "El viaje a París de la senadora Fernández de Kirchner nos ha mostrado a una líder brillante. No en vano es uno de los dos políticos más importantes del país . Es una verdadera líder en el nivel mundial". El Ministro ha cargado sobre sus espaldas la tarea de defender al Gobierno de cualquier ataque, de cualquier duda. Se niega, por caso, a considerar siquiera las preguntas sobre el costo de la reciente incursión parisina de la primera dama y su extensa comitiva. ¿Demandó, efectivamente, un costo de un millón de pesos? "No hay nada que explicar. No pierdo un minuto en eso –desprecia el funcionario-. Los que piden explicaciones no sienten sino envidia de las condiciones de la senadora. Ella viajó representando al Presidente. No hay nada más que decir".

En España, en una sesión de chat organizada por un medio madrileño, Fernández practicó uno de los juegos favoritos del Gobierno que defiende a capa y espada: el desafío a la realidad. Cuando le preguntaron si la manipulación estadística es un arma electoralista, Fernández respondió: "Manipulando índices no se ganan elecciones. Gracias a Dios, mi Gobierno no lo hace". Ejem, ejem…

También ensayó alrededor del tema de la seguridad ciudadana. "Los secuestros han desaparecido", aseguró a quienes lo interrogaban vía Internet, presumiendo quizás que en España hay información escasa sobre Argentina; ignorando, tal vez, que muchos compatriotas han emigrado allá en estos últimos años y mantienen contacto fluido con el país. Fernández tuvo que salir velozmente a rectificar su dibujo a través de la agencia TELAM. La fábula no coló. Datos precisos no deben esperarse de este cultor de las ciencias exactas. Sobre la suerte de Julio Jorge López, secuestrado y desaparecido hace cinco meses, Fernández aseveró que "aparecerá con vida; estoy convencido de que lo vamos a encontrar". ¿En base a qué información, Ministro? "Mi optimismo. Soy optimista por naturaleza". Ejem, ejem.

El Gobierno transita sin demasiados sobresaltos. Se siente en condiciones de decir lo que se le ocurra: conjetura que la opinión pública no examina demasiado las palabras ni los hechos. Considera que la bonanza económica (que, por cierto, no consigue erradicar ni siquiera con manipulación estadística los altísimos índices de pobreza e indigencia) adormece los reflejos sociales y reduce las exigencias. Tampoco se siente marcado por una oposición fuerte. En rigor, la oposición no consigue hasta el momento acomodar las cargas ni descubre la fórmula de convergencia que le permita presentarse como alternativa viable al régimen gobernante.

El Gobierno, por otra parte, maneja los tiempos. Se muestra dispuesto a mantener la incógnita sobre el nombre –ya que no sobre el apellido- del candidato presidencial oficialista. "Pingüino o pingüina", advirtió Kirchner oportunamente y se entretiene alimentando esa módica intriga, que por momentos hipnotiza y desconcierta a sus adversarios. Lo hará hasta julio.

Pero la idea de que la elección es para el oficialismo como coser y bordar es apenas un embeleco, una ilusión para entretener a opositores y neutrales, una imagen para dar por sentada la victoria ante la opinión pública. Quizás algunos dirigentes oficialistas se crean las versiones que ellos mismos difunden, pero el Presidente no da nada por garantizado. Sabe que "a Seguro lo metieron preso" y trabaja cotidianamente para atar nudos flojos que puedan costarle votos o facilitarle la tarea a sus adversarios. Los cambios en la Secretaría de Agricultura y la búsqueda de un clima de diálogo con los sectores del campo que hasta hace semanas apenas parecían para el oficialismo encarnaciones del Maligno son manifestación de esa paciente labor. Puede que en términos numéricos los productores agropecuarios no representen muchos votos, pero su opinión es decisiva para amplísimos sectores sociales del mundo rural, de sus pueblos y ciudades. Kirchner quiere impedir que las tensiones con el campo le perjudiquen la performance electoral. Después del comicio el cantar podrá ser otro, pero el Presidente de aquí hasta la encrucijada del cuarto oscuro va a guiarse por el viejo lema de los políticos que afirma que "los votos se cuentan de a uno".

Aunque los estados extranjeros no votan en las elecciones argentinos, el Gobierno tiene un ojo puesto en ese mundo que le resulta tan inasible. El Presidente tiene muy desarrollado un reflejo de la vieja política que se activa cada vez que se considera en condiciones de aprovechar o simular un enfrentamiento con grandes potencias o sus instituciones emblemáticas, particularmente si se calcula que el gesto tiene bajo costo o entraña mínimos riesgos. Kirchner ha empleado ese recurso hasta el hartazgo en sus intermezzos con el Fondo Monetario Internacional, insinúa intentarlo con Londres usando la bandera de Malvinas y acaba de hacerlo con el embajador de Estados Unidos, en vísperas de la visita de dos altos funcionarios del Departamento de Estado.

Washington no parece interesado en que se magnifiquen esos episodios. El Presidente George W. Bush, que pronto visitará la región y estará en Uruguay, Chile y Brasil, omitirá significativamente Argentina. El mensaje es claro, pero la diplomacia americana le baja el relieve, argumentando que Bush estuvo hace poco en nuestro país. En verdad, Washington está dispuesto a soportar estólidamente los desdenes de Kirchner mientras considere que Argentina puede jugar un papel importante en algunos puntos de su propio interés, entre los cuales se destaca el conflicto con Irán. La decisión de la Justicia argentina de pedir la captura internacional de altísimos funcionarios del Estado iraní, responsabilizándolos del atentado contra la AMIA es un punto muy importante para Estados Unidos. Con esa actitud, Argentina sostiene prácticamente la postura norteamericana de señalar a Teherán como sede de un régimen que exporta acciones terroristas y constituye un peligro para la seguridad mundial. Washington estaría muy satisfecho si aquellos altos funcionarios iraníes fueran juzgados en Buenos Aires.

El mundo que el Gobierno estima más próximo no llega tan lejos. Más allá de los viajes de campaña de la primera dama a capitales occidentales, los Kirchner no miran mucho más allá de Caracas. Y aún eso es demasiado lejos este año, cuando el atlas que más consultará la Casa Rosada es el padrón electoral.
Jorge Raventos , 20/02/2007

 

 

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