La economía mundial en la década del 90, La ubicación de la Argentina y la internacionalización de las economías provinciales

 

Conferencia del Dr. Jorge Castro en la ciudad de Salta, en junio de 1996, incluida en "Revolución Política en la Argentina Globalizada", Catálogos Editora, Buenos Aires, 1997
El informe de 1995 sobre el comercio mundial de la Organización Mundial de Comercio - OMC - señala que el comercio internacional de ese año ascendió a alrededor de seis mil billones de dólares. Un tercio de ese comercio mundial se realiza dentro del sistema de cuarenta mil grandes empresas mundiales. Otro tercio se desarrolla entre y desde esas empresas mundiales. En otros términos: dos tercios del comercio mundial de nuestra época tiene lugar dentro del sistema configurado por cuarenta mil empresas mundiales y doscientos diez mil empresas filiales y asociadas. Importa señalar que ese sistema de 40.000 empresas mundiales con sus asociadas, que protagoniza los dos tercios del comercio internacional, emplea a alrededor del tres por ciento de la mano de obra mundial.

La forma de acción de estas grandes empresas mundiales es más importante que sus ventas. Esa forma de acción son las inversiones directas. De modo que para saber dónde están y qué hacen esas empresas lo significante es determinar cuál es el destino de sus inversiones.

En tal sentido, la problemática histórica de la década del 90 es que se produce un punto de inflexión: el sistema de grandes empresas mundiales sale del núcleo de los países capitalistas avanzados, de la tríada formada por Estados Unidos (y el espacio económico ampliado por México y Canadá), la Unión Europea (liderada por Alemania) y Japón, y avanza hacia nuevas direcciones.

Hasta 1990, el 87% del total de las inversiones extranjeras directas se realiza desde y entre los países de la tríada del capitalismo avanzado. La novedad histórica de la década del 90 es que las grandes empresas mundiales salen del marco de esa tríada y se dirigen hacia otros países, en vías de desarrollo. En 1990, se produce ese punto de inflexión. En aquel año, sólo el 13% de las inversiones directas se orientaba hacia los países en vías de desarrollo. En 1994, esa proporción ya había crecido al 30% y cifras posteriores indican una acentuación de esa tendencia. El prodigioso avance de la revolución tecnológica, en especial en el terreno de la informática y las comunicaciones, facilita una creciente diversificación geográfica de los centros de producción y hace que cada vez tenga menor importancia la proximidad o lejanía entre los centros de producción y los de consumo de los productos.

El fenómeno de internacionalización de los mercados financieros, que caracterizó a la década del 80 se reproduce ahora, en la década del 90, a nivel de la localización de las inversiones directas y de los emprendimientos productivos.

En la actualidad, el primer país del mundo que recibe inversiones extranjeras directas y también las lanza al exterior son los Estados Unidos. Pero el segundo país que recibe inversiones extranjeras directas es la República Popular China. Esto supone que el corazón productivo de la época ha pasado de la tríada formada por los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón y se dirige cada vez más hacia los países en vías de desarrollo, especialmente al área Asia-Pacífico.

El resultado de este fenómeno de transferencia del escenario de la globalización productiva hacia fuera de los países del capitalismo avanzado es un gigantesco proceso de industrialización en una gran cantidad de países en vías de desarrollo.

¿Cómo se manifiesta este fenómeno central?. China, que tiene 1.250 millones de habitantes, alrededor de un quinto de la población mundial, crece a una tasa promedio acumulada del 10% anual desde 1979. Este país ha logrado duplicar su peso en el mercado. En los últimos diez años ha logrado hacer lo que a Gran Bretaña, en la época de la Revolución Industrial, le llevó sesenta años. Ese fenómeno chino no es otra cosa que la convergencia del régimen comunista de Pekín con las grandes empresas transnacionales, luego que dicho régimen deliberadamente volcó el país hacia el capitalismo y trazó una política de búsqueda de inversiones extranjeras directas.

Hay algunos otros indicadores que conviene retener. La estimación del Banco Mundial, considerando lo que sucede en Asia: China tiene 1.251 millones de habitantes, la India cuenta con 900 millones, Indonesia con 190 millones de habitantes. Si estos países, junto a otros de menor población, como Malasia, crecen anualmente dos o tres puntos menos que lo que han crecido en los últimos años, es decir, un cálculo deliberadamente conservador, el resultado será el surgimiento de un mercado de 700 millones de personas que tendrán una capacidad de compra similar al de uno de los de menor nivel de la Europa Occidental hoy, pero que en número es superior a la suma de la población de los Estados Unidos, de la Unión Europea y de Japón. Para decirlo brevemente, nunca antes en la historia del hombre tantas decenas y centenares de millones de personas están abandonando la miseria y se incorporan activamente a la economía mundial.

Lo que sucede en Asia-Pacífico es que hay un conjunto de países que han ingresado al circuito de las naciones que duplican el ingreso real per cápita de su población cada diez años. Esto no es una novedad en la región: en la década del 70 al 80, hace veinte años, ocurrió algo semejante con otros cuatro países: Corea, Singapur, Hong Kong y Taiwan, que siguieron a su vez el camino que había iniciado Japón en la década del 50.

Ello indica que de un conjunto de países subdesarrollados, en menos de treinta años, a partir de la década del 80, emergió un grupo de cuatro países que ya están en el nivel de los más avanzados de la economía mundial y que compiten en términos de productividad, y crecientemente en el ingreso real per cápita de su población, con los países de la tríada formada por los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

¿Cuál es la diferencia entre la década del 70 y la década del 90 en lo que sucede en el Asia-Pacífico?

La diferencia se da en que el grupo de países que en la década del 70 ingresaron en el circuito de aquéllos que duplican su ingreso real per cápita cada diez años tienen una población que sumada no supera los doscientos millones de habitantes. En la década el 90 sucede lo mismo que en la década del 70. Sólo que esta vez los países incorporados a ese circuito son países como China, Indonesia, Malasia y crecientemente la India.

¿Qué significa entonces que la economía internacional de la década del 90 tenga como tema fundamental que el sistema de empresas mundiales volvió su forma de acción, que son las inversiones directas, del mundo restringido de la tríada Estados Unidos-Unión Europea-Japón y se dirige a los países en vías de desarrollo, comenzando por el Asia?

Significa básicamente que está en marcha un gigantesco proceso de industrialización que hace que la verdadera locomotora de la economía mundial en la década del 90 ya no esté en los países más avanzados, sino en los países en vías de desarrollo. Dicho proceso de industrialización es el sustento del aumento sostenido del precio de las materias primas y de los commodities industriales que es otro de los signos relevantes de esta época.

La razón de este fenómeno es simple: la industrialización en marcha en una gran cantidad de países en vías de desarrollo ha vuelto a retomar como máquina aspiradora la necesidad de disponer de materias primas y comodities industriales que se había cortado en la década del 80 por la incorporación de la revolución tecnológica en los países de la tríada del capitalismo avanzado.

Porque la primera conclusión, el primer significado que tiene el hecho de que países como la India, como China, como Indonesia estén creciendo en forma acelerada es que dichos países aumentan en forma sostenida su ingreso real per cápita y, como son poblaciones que vienen de una situación de extremada miseria, el crecimiento económico hace que se incremente su demanda de alimentos y cambien su dieta. El resultado, y otro rasgo central de la economía de la época, es que hay una fuerte transferencia de recursos de los países demandantes de alimentos a aquellos países productores de alimentos.

Este último dato es fundamental para nosotros: la Argentina ya es hoy el octavo productor mundial de alimentos y, más que eso, es el quinto exportador mundial.

Este fenómeno de la globalización productiva y de la revolución tecnológica obliga a todos loa países del capitalismo avanzando a realizar una acelerada reconversión de sus estructuras productivas, para adecuarse a los nuevos requerimientos del mercado mundial.

Estados Unidos a la vanguardia

El país que va adelante en ese proceso de reconversión es sin duda Estados Unidos. La novedad es la siguiente: 1996 es el sexto año consecutivo de crecimiento de la economía norteamericana.

Esto, sin embargo, no es lo más significativo. En la década del 80, la economía norteamericana creció mucho más que eso. Lo realmente novedoso es que el crecimiento interrumpido de la economía norteamericana en la década del 90 desmiente la teoría que establece que los ciclos del capitalismo, a medida que se despliegan, tienden a bajar la productividad.

El dato cierto es que, en el sexto ano de crecimiento consecutivo, aumenta la productividad de la economía norteamericana. En las economías avanzadas, lo verdaderamente significativo no es tanto cuánto crece la economía sino cómo lo hace.

La forma de medir ese sentido del crecimiento la da el índice de productividad, porque es el que demuestra la capacidad de absorber y desplegar por la totalidad de la estructura productiva la revolución tecnológica de nuestra época, fundamentalmente en materia de comunicaciones.

La realidad es que, en este sexto ano de crecimiento consecutivo, los Estados Unidos aumentan su productividad a una tasa superior a lo que lo hizo en los anteriores años de crecimiento. Esto implica que los Estados Unidos no están solamente creciendo, sino que, además, han realizado un cambio en las formas de acumulación y de producción. En definitiva, lo que sucede en los Estados Unidos es que van adelante en el proceso de absorción de la revolución tecnológica y el trasfondo estructural de este proceso de reconversión acelerada de la economía norteamericana está hoy a la vista.

Nada de ello es casual: en la década del 80, Estados Unidos invirtió en equipos de informática y comunicaciones una suma cercana al trillón de dólares, esto es un millón de millones de dólares. Ese enorme esfuerzo de reconversión obligada que tuvo que hacer la economía norteamericana para responder al desafío de sus aliados, asociados y competidores, que son Alemania y Japón, es el trasfondo que empuja a Estados Unidos a crecer en forma consecutiva durante los primeros seis años de esta década y hacerlo, al mismo tiempo, con una productividad que aumenta porcentualmente en vez de disminuir.

Estados Unidos no sólo crece estos seis años en forma sostenida sobre la base de una nueva forma de crecimiento: las exportaciones norteamericanas, a su vez, aumentan a una tasa cuatro veces superior a su incremento de productividad, esto es a una tasa del 12% anual, lo que indica también la estructura y orientación de la economía mundial, ya que Europa está en una situación de virtual estancamiento desde 1990 y Japón en su sexto año de recesión continua.

¿Por qué las exportaciones norteamericanas crecen el 12%? Porque se dirigen hacia los países en vías de desarrollo, especialmente Asia-Pacífico y crecientemente hacia América Latina. Si tenemos en cuenta que esta orientación de las exportaciones norteamericanas coincide con esa nueva tendencia de las grandes empresas mundiales, de encaminar sus inversiones directas fuera de la tríada de los países del capitalismo avanzado, y observamos que el proceso de reconversión productiva, por absorción de la revolución tecnológica, se lleva a cabo en Estados Unidos en forma adelantada, es fácil concluir que el ciclo actual del capitalismo vuelve a tener como cabeza a la economía norteamericana, como sucedió desde fines de la guerra civil del siglo pasado entre 1861 y 1865.

La ubicación de la Argentina

En este contexto global, aparece entonces la ubicación de la Argentina. Es decir que se da la posibilidad de determinar cual es la situación real del país, de ubicarlo de acuerdo a esas tendencias de fondo. En primer lugar, en relación al sistema integrado de transnacionalización productiva que atraviesan las grandes empresas mundiales. En segundo lugar, en términos de absorción y despliegue de la revolución tecnológica, en particular en materia de informática y de comunicaciones.

Lo que aparece desde esa perspectiva es que la Argentina, obligada por los acontecimientos y por la decisión política, ha establecido un sistema económico en el que hay una funcionalidad con respecto a esas tendencias centrales de la época.

Los resultados de esa funcionalidad se manifiestan en términos concretos. Hay un salto en la productividad de la economía argentina. Una estimación en la que coinciden los consultores privados y las fuentes oficiales es que desde 1990 hay un aumento en la productividad y de la totalidad de sus factores del 5,5% anual. Dicho salto es extraordinario. Téngase en cuenta que en el Asia-Pacífico el aumento de la productividad de la totalidad de los factores económicos está en el orden del 2,5% al 3% anual.

Esto está claramente vinculado al hecho de que la Argentina logró controlar la inflación y la hiperinflación, que fue su característica junto con el estancamiento económico desde 1974. El resultado de controlar la inflación, más la apertura, la desregulación y la ubicación de la economía argentina en consonancia con los cambios estructurales de la época, ha promovido un salto de productividad en el caso de la industria. Una estimación coincidente es que desde 1990 en adelante ha habido un aumento de productividad del sistema industrial argentina del 52 al 54%.

¿Qué ha ocurrido con respecto a la prioridad nacional de todos los países en vías de desarrollo en la década del 90, esto es en términos de la competencia por atraer inversiones? La mayoría de esos países lo que han hecho precisamente, por las nuevas condiciones estructurales es defender su interés nacional en términos de competir para ver quien atrae más inversiones extranjeras y de mejor calidad. Esa es la política que se desarrollo en China comunista, en la Cuba de Fidel Castro, en Brasil con Fernando Cardozo y también en la Argentina. Una estimación coincidente de los consultores privados con las fuentes oficiales estima que, desde 1990 hasta 1995, el total de inversiones extranjeras está en el orden de los 28.000 millones de dólares.

MerCoSur y Chile

Una originalidad importante que conviene tener en cuenta es que este proceso de inserción argentina en la economía mundial no se realizó en forma aislada sino dentro de un proceso de integración con Brasil. El tratado de Asunción, en marzo de 1991, creaba una zona de libre comercio, utilizada, además, como instrumento para atraer inversiones extranjeras directas en la región. Los resultados fueron que el comercio interregional se multiplicó por seis y sigue creciendo aceleradamente. Pasó de los 2.000 millones de dólares a los 13.000 millones en 1995. La estimación es que este año va a superar esa barrera.

Lo más importante, sin embargo, no está en lo que se refiere a la fuerza o la pujanza en materia comercial. La clave de la época consiste en la vinculación de los países en vías de desarrollo con el sistema transnacional de producción. La clave para ver el éxito o el fracaso de un país en vías de desarrollo en la economía mundial de la década de los 90 es la capacidad que tenga para atraer a las grandes empresas mundiales.

En el MerCoSur, asociado ya Chile, están presentes ya, no como proyecto, no como futuro, sino hoy, las cien principales empresas mundiales. A modo de ejemplo, vale el sector automotriz, que es un sector típicamente internacionalizado, organizado con empresas mundiales que actúan a través de inversiones directas.

En ese sector, sólo en 1994, la Argentina ha recibido inversiones extranjeras directas de empresas mundiales de más de 1.500 millones de dólares. En Brasil sucedió lo mismo, pero multiplicado por dos.

Hay un país de la región, Chile, que inició primero el proceso de reconversión de su economía y de adecuación a las nuevas condiciones de la economía mundial. Ha completado el ciclo de la reconversión y se ha transformado en exportador estructural de capitales, papel que esencialmente cumplen las economías avanzadas. El resultado de este fenómeno afecta directamente a la Argentina: el 63% de las inversiones chilenas en el exterior vienen hacia nuestro país. En diciembre de 1995, había ya en la Argentina alrededor de 5.400 millones de dólares de inversiones chilenas directas, presentes en 19 rubros distintos de la economía argentina. La estimación del gobierno del presidente Eduardo Frei es que, en términos de nuevas inversiones y ampliaciones de las ya existentes, las inversiones directas chilenas en la Argentina van a alcanzar la cifra de 12.500 millones de dólares.

Chile es hoy el segundo inversor extranjero en la Argentina. La razón es que este país, que tiene doce millones de habitantes, con un ingreso real per cápita que es la mitad del argentino, haya alcanzado esa condición está a la vista: Chile tiene un nivel de ahorro interno del 27% del producto bruto y una tasa de inversión del 27%.

En el año 1995, que fue un año muy crítico para las economías latinoamericanas, con motivo de la peor crisis financiera de la Posguerra Fría, provocada por la devaluación mexicana de diciembre de 1994, se preveía que la economía chilena iba a crecer el 6,5% en el año. Creció el 8%. Ante todo, la economía chilena tiene un nivel de ahorro interno muy importante, surgido de los fondos privados de pensión, que en la Argentina recién empezaron hace dos anos. Por eso, y porque tiene una economía muy reducida, la mitad de la población argentina, la mitad de nuestro ingreso per cápita y la tercera parte de nuestro territorio, las inversiones chilenas salen al exterior y en un 63% se dirigen hacia la Argentina.

Un proyecto de desarrollo integral

¿Qué significa el hecho de que la Argentina tenga un sistema económico acorde a la época? Implica fundamentalmente que puede absorber y desplegar la revolución tecnológica por la totalidad de su sistema productivo. Un ejemplo típico son las enormes inversiones realizadas desde 1990 en el sector de las comunicaciones. La verdadera explosión de la televisión por cable nos ubica entre los primeros cinco países del mundo en la relación entre población y abonados a ese servicio. El muy fuerte avance en el tendido de redes de fibra óptica nos posiciona también entre los primeros lugares del mundo en la relación entre la extensión de dichas redes y el número de habitantes. La próxima desregulación del mercado de las comunicaciones induce ya a una fuerte expansión de las inversiones en este sector. La conjunción de estos tres hechos coloca a la Argentina a la vanguardia del capitalismo avanzado en esta nueva etapa de la economía mundial, signada por la denominada "autopista de la información".

Asistimos entonces a un gigantesco esfuerzo de inserción de la economía argentina al sistema económico internacional de nuestra época, cuyas dimensiones son comparables al anterior esfuerzo que realizó la Argentina desde 1870, cuando sobre la base de la producción agro-ganadera el país se convirtió en uno de los principales protagonistas de la economía mundial, a través de su asociación con Europa y particularmente con Gran Bretaña. Dicho proceso, bueno es recordarlo, determinó que la Argentina arribara a su Primer Centenario integrando el pelotón de naciones más prósperas del planeta.

¿Cuál es la diferencia esencial entre aquel tipo de inserción y el que está actualmente en marcha? Ese primer esfuerzo de inserción en la economía mundial, cuyo ciclo se realizó entre 1870 y 1930, se hizo mirando hacia el Atlántico, el grueso de la comercialización fue a Europa y especialmente a Gran Bretaña, se basó en la producción agrícola ganadera y benefició fundamentalmente a un área geográfica, que fue la Pampa Húmeda, y a un grupo social determinado: los ganaderos que nunca dejaron de poseerla.

Esta vez, el esfuerzo de inserción en la economía mundial está acompañado por un esfuerzo de integración de la economía argentina con los países de la región, en especial con Brasil y Chile, a través del MerCoSur, con un rumbo general sur sur-norte, orientado hacia los Estados Unidos y el NAFTA, y tiene como preparación todo este esfuerzo de reconversión que apunta hacia la atracción de inversiones extranjeras directas para hacer lo que hacen hoy la mayoría de los países del mundo para reposicionarse hacia el eje de crecimiento del Asia-Pacífico, donde se encuentran esos grandes nuevos mercados emergentes de nuestra época, que generan una formidable expansión de la demanda de alimentos.

El acuerdo con Chile significa, además, la posibilidad de la salida al Pacífico de las exportaciones regionales argentinas.

Entre los convenios en marcha, uno de los más trascendentes es el que establece la construcción de trece pasos fronterizos entre ambos países. Actualmente existe uno solo, a través de Mendoza.

Esto permitirá que, de sur a norte, y en un lapso no superior a cinco años, todas las provincias argentinas tendrán acceso a los puertos chilenos, no solamente al de Valparaíso, lo que facilitará enormemente la salida de sus exportaciones hacia el Asia-Pacífico, la región económica que actúa hoy como locomotora de la demanda mundial.

¿Cuál es la novedad de esta nueva forma de inserción en la economía mundial en la década del 90, en la que al mismo tiempo que se avanza en la integración con lo más avanzado de la economía mundial, a través de las inversiones directas, hay también un proceso de integración regional, en particular con Brasil y con Chile?.

La novedad principal es que, a diferencia de lo que ocurrió con el primer intento, desarrollado a partir de 1870, el conjunto de las provincias argentinas puede participar activamente del proceso de globalización, aprovechar las posibilidades que abre la reconversión de la economía nacional.

Lo que se trata de saber es si este esfuerzo que realiza la Argentina en la década del 90 es también un cambio del que participan las provincias. La forma de verificarlo es a través de dos indicadores:

- El primero es ver si las exportaciones regionales, es decir las ventas de las provincias argentinas al exterior, crecen más o menos que las exportaciones de la pampa húmeda.

- Lo segundo es saber si las provincias que estuvieron ajenas al primer esfuerzo de inserción de la Argentina en la economía mundial están o no logrando atraer inversiones directas que les permiten internacionalizar su economía sin depender de Buenos Aires.

Si esto es así, si esos dos indicadores resultan positivos, este esfuerzo de inserción en la economía mundial, acompañado por el proceso de integración regional con Brasil y con Chile, no sería simplemente un esfuerzo de integración de Buenos Aires más la Pampa Húmeda, más Córdoba y Rosario, sino también una inmensa posibilidad abierta para el conjunto de las provincias del país. En tal caso, tendría las bases culturales para convertirse en un auténtico proyecto nacional.

Las cifras corroboran la exactitud de esas dos premisas. En cuanto al ritmo de incremento de las exportaciones regionales, en todos los casos a partir de 1990 son superiores al de las exportaciones de la pampa húmeda. La primera región en términos de crecimiento de las exportaciones regionales es el noroeste argentino y en este esfuerzo resulta esencial el rol del MerCoSur. En 1995, el conjunto de las exportaciones argentinas creció un 23%, pero las exportaciones de las economías regionales aumentaron más de un cincuenta por ciento.

En materia de inversiones extranjeras directas, hay abundantes ejemplos. Un caso interesante es la minería. La última vez que hubo producción minera en la Argentina, y mucho menos inversiones extranjeras en esta área, fue antes de que se perdiera la batalla de Ayohuma, esto es antes de que la derrota de las fuerzas argentinas significara la pérdida irreversible del Alto Perú. En cambio, desde 1991 hasta 1995, las inversiones directas en la minería argentina superaban ya los dos mil millones de dólares. Las cincuenta principales empresas mundiales de minería están realizando tareas de prospección en el subsuelo argentino.

Sólo en Catamarca, hay ya 780 millones de dólares de inversiones australianas y sudafricanas que utilizan equipos de alta tecnología y van a crear 4.000 puestos de trabajo, no de pico y pala sino de gente suficientemente calificada como para manejar equipos de informática. Hay una extraña ironía, pero resultó ser cierta, acerca de que la Cordillera es de los dos lados.

Esto permite que el hecho de que Chile sea el principal productor de cobre del mundo esté acompañado por la certidumbre que tienen las empresas mundiales australianas y sudafricanas, no sólo en Catamarca, sino también por ejemplo, en el Cerro de la Vanguardia, en Santa Cruz, al norte de San Julián, de que la Argentina en término de reservas es el tercer productor de cobre del mundo, después de Chile y Zambia. Y muy probablemente, lo sabremos en poco tiempo, si va a ser también el primer exportador mundial de oro.

Todo esto ocurre fuera del marco de la pampa húmeda, más allá del espacio económico desde donde la Argentina se insertó por primera vez en la economía mundial a partir de 1870. Como también ocurre que un millón de hectáreas de algodón estén sembradas este año en el Chaco. Ese es el nivel de siembra más importante de los últimos veinticinco años. La razón por la que el precio del algodón sube nuevamente, después de haber alcanzando en la década del 80 acaso su nivel más bajo desde la gran depresión de la década del 30, es la creciente demanda mundial de los commodities industriales, generada por la fuerte expansión económica de los países emergentes del Asia-Pacífico.

La misma causa explica por qué las diez primeras empresas mundiales productoras de alimentos, encabezadas por Nabisco y Danone, se han radicado en estos años en la Argentina y tienen previsto ampliar sus inversiones en un país que es ya el octavo productor mundial de alimentos y el quinto exportador mundial y conserva todavía un enorme campo de posibilidades de desarrollo en este rubro, vinculado también al fuerte crecimiento de la demanda de los países asiáticos.

Más allá de la discusión sobre si el pensamiento económico de estos últimos años estuvo equivocado o no, y preocupándose fundamentalmente por el análisis de los hechos, porque haya más luz, por hacer un esfuerzo de lucidez, por comprender lo que está enfrente, por saber si el marco de lo posible se ha ampliado o se ha restringido, puede afirmarse que hoy, en plena década del 90, faltando cuatro años para que termine el siglo y catorce para que la Argentina afronte su Segundo Centenario, el campo de posibilidades para la Argentina como proyecto de nación integral, no limitado a la pampa húmeda, ha crecido cuantitativamente como nunca antes en toda su historia.

Jorge Castro , 01/06/1996

 

 

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