Presentamos este resumen de principales ideas de "Empire", el libro de Antonio Negri y Michael Hard que publicó Harvard University Press, ya que en él se expresa, con claridad y precisión, la nueva dinámica del mundo en la globalización y sus consecuencias en el nuevo orden mundial. |
El Imperio se está materializando ante nuestros ojos. Hemos sido testigos de la más irresistible e irreversible globalización económica y de intercambios culturales. Ha surgido un orden global, además del mercado global y los circuitos globales de producción, una nueva lógica y una nueva estructura de reglas, en síntesis una nueva forma de soberanía. El Imperio es el sujeto político que regula esos intercambios globales, el poder de la soberanía que gobierna el mundo.
Muchos argumentan que la globalización de la producción capitalista y del intercambio significa que las relaciones económicas se han hecho más autónomas de los controles políticos y que, como consecuencia, la soberanía política ha declinado.
Es ciertamente verdad que, en sintonía con el proceso de globalización, la soberanía de los Estados-Nación, aunque todavía es efectiva, ha declinado progresivamente. Los principales factores de producción e intercambio - moneda, tecnología, personas y bienes - se mueven con facilidad creciente a través de las fronteras; por lo tanto el Estado-Nación tiene cada vez menos poder para regular esos flujos e imponer autoridad sobre la economía.
La declinación de la soberanía de los Estados-Nación no significa que la soberanía en sí haya declinado.(1)
Nuestra hipótesis es que la soberanía ha tomado una nueva forma, compuesta de una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una nueva y única lógica. Esta nueva forma de lógica única es lo que llamamos Imperio.
La declinación de la soberanía de los Estados-Nación y su creciente incapacidad para regular los intercambios económicos y culturales son, de hecho, uno de los primeros síntomas del Imperio por llegar. La soberanía de los Estados-Nación era la piedra angular de los imperialismos que construyeron los países europeos en la era moderna.
Sin embargo, por "Imperio" nosotros entendemos algo diferente a "imperialismos".
El imperialismo fue realmente una extensión de la soberanía de los Estados-Nación europeos más allá de sus fronteras.
En contrate con el imperialismo, el Imperio no establece ningún centro territorial de poder y no descansa en fronteras fijas o barreras. Es un aparato de normas descentradas y desterritorializadas que progresivamente fue incorporando el reino global entero dentro de sus fronteras globales abiertas. El Imperio maneja identidades híbridas, jerarquías flexibles e intercambios plurales a partir de redes moduladas de comando.
Muchos localizan la autoridad última de las reglas sobre los procesos de globalización y del nuevo orden mundial en los Estados Unidos,... o, simplemente, si la modernidad fue europea, la postmodernidad es estadounidense.
Nuestra hipótesis, sin embargo, es que la nueva forma imperial de soberanía que ha emergido, contradice esta perspectiva. Los Estados Unidos no puede, y de hecho ningún Estado-Nación puede, formar el centro de un proyecto imperialista. El imperialismo se ha acabado. Ninguna Nación va a ser líder mundial en la manera que lo fueron las naciones europeas.
Los Estados Unidos ocupan una posición de privilegio en el Imperio, pero este privilegio deriva no de una similitud con las viejas potencias imperiales europeas, sino de sus diferencias. Estas diferencias pueden ser reconocidas en las propias bases imperiales (y no imperialistas) de la constitución de los Estados Unidos, considerando por constitución a la constitución formal, el documento legal y sus varias enmiendas, y la constitución material, esto es, la continua formación y reformulación de la composición de sus fuerzas sociales.
Thomas Jefferson, al igual que los otros fundadores ideológicos de los Estados Unidos, creían en la creación de un nuevo Imperio al otro lado del Atlántico, con fronteras abiertas y en expansión, en donde el poder pueda ser efectivamente distribuido en redes.
Esta idea imperial ha sobrevivido y madurado ... y ha emergido ahora en una escala global y en su forma completamente realizada.
El concepto Imperio se caracteriza fundamentalmente por la falta de fronteras: las reglas del Imperio no tienen límites. El concepto de Imperio se refiere a un régimen que efectivamente comprende una totalidad espacial, o que realmente regula sobre la totalidad del mundo "civilizado". Ninguna frontera territorial limita su espacio de influencia.
Nuestro objetivo político no es simplemente resistir estos procesos, sino reconocerlos y redireccionarlos hacia nuevos fines. Esas fuerzas creativas que sostienen al Imperio son también capaces de crear un contra-Imperio, una organización política alternativa de los flujos globales y los intercambios.
Muchos teóricos contemporáneos se resisten a reconocer a la globalización de la producción capitalista y su mercado mundial como una situación fundamentalmente nueva y como un cambio histórico significativo.
Las dimensiones universales del desarrollo capitalista no deben impedirnos ver la ruptura o cambio en la producción capitalista contemporánea y las relaciones de poder globales. Este cambio hace posible el proyecto capitalista de unir el poder económico y el poder político para realizar un orden capitalista.
El proceso de globalización no es solamente un hecho, sino también una fuente de definiciones jurídicas que tienden a proyectar una figura supranacional única de poder político.
Lo que era el conflicto y la competencia entre diversos poderes imperialistas han sido, en importantes aspectos, reemplazados por la idea de un solo poder que sobredetermina todos ellos, los estructura en una manera unitaria y los trata bajo una única noción de derecho que es decididamente postcolonial y postimperialista. Este es realmente nuestro punto de partida para nuestro estudio del Imperio: la nueva noción de derecho.
En efecto, la transformación jurídica funciona como un síntoma de modificación en la constitución material biopolítica de nuestras sociedades.
El nuevo paradigma es a la vez sistema y jerarquía, construcción centralizada de normas y producción de legitimidad de largo alcance distribuida por todo el espacio mundial. El mismo se configura ab initio como una estructura sistémica flexible y dinámica que está articulada horizontalmente.
Algunos llaman a esta situación como "gobernabilidad sin gobierno".
Paz, equilibrio y el cese de los conflictos son los valores a los cuales todo se direcciona.
En el nuevo paradigma es como si el nuevo orden estuviera previamente constituido.
El Imperio no está formado sobre la base de la fuerza misma, sino en la base de su capacidad de presentar la fuerza al servicio del derecho y la paz.
Para retornar a Maquiavelo, la expansión del Imperio está arraigada en la trayectoria interna de los conflictos que se supone vaya a resolver. El primer objetivo del Imperio es, entonces, ampliar el espectro de los consensos que dan soporte a su propio poder.
El proceso imperial de constitución tiende directa o indirectamente a penetrar y reconfigurar la ley doméstica de los Estados-Nación y, por ende, la ley supranacional determina poderosamente la ley doméstica.
Quizás el síntoma más significante de esta transformación es el desarrollo del llamado derecho a la intervención, en interés de prevenir o resolver problemas humanitarios, garantizar acuerdos e imponer la paz.
Ahora los sujetos supranacionales son legitimados no solamente por el derecho a intervenir sino también por el consenso a hacerlo en el nombre de cualquier tipo de emergencia o de valores universales legitimados.
El Imperio emerge hoy como el centro que da soporte a la globalización de redes productivas y empuja su red ampliamente inclusiva para tratar de envolver a todas las relaciones de poder en el orden mundial - y, de la misma manera, desarrolla una poderosa función de policía en contra de los bárbaros y los esclavos rebeldes que amenazan su orden.
El internacionalismo proletario, anticolonial y anti-imperialista, y las luchas por el comunismo, anticiparon y prefiguraron el proceso de globalización del capital y la formación del Imperio.
Las luchas han empezado a ser reconocidas como la contestación por una nueva construcción económica y social.
Los constituyentes estadounidenses pensaron que solo la república podía dar orden a la democracia, desde un arreglo interno de la multitud a la interacción democrática de poderes unidos por redes. La nueva soberanía puede surgir, en otras palabras, solamente de la formación constitucional de límites y equilibrios, controles y balances (check and balances), que constituyen un poder central y mantiene el poder en las manos de la multitud.
El poder puede ser constituido por un conjunto de poderes que se regulan a ellos mismos en redes.
Para Maquiavelo, el poder es siempre republicano; es siempre el producto de la vida de una multitud y constituye la fábrica de su expresión.
El segundo principio maquiavélico es que la base social para la democracia es siempre conflictiva. El poder surge de la interacción entre contrapartes. La ciudad es, por lo tanto, un poder constituyente que se forma por una pluralidad de conflictos sociales articulados en un proceso constitucional continuo.
Por ello la política es un movimiento perpetuo.
Alexis de Tocqueville y Hanna Arendt descubrieron la novedad de esta nueva ideología y nueva forma de poder. Para Arendt la democracia norteamericana representa el sitio de invención de la política moderna. La idea central de la revolución estadounidense es el establecimiento de la libertad, o realmente la fundación de un cuerpo político en el que se garantiza que la libertad puede operar.
En contra de las concepciones europeas modernas de soberanía, que consignan el poder político a una entidad trascendente y que por lo tanto enajena y aliena las fuentes de poder de la sociedad, aquí el concepto de soberanía se refiere a un poder enteramente interno a la sociedad. La política no es opuesta sino que integra y completa la sociedad.
Otra característica del concepto de soberanía es la noción de poseer una tendencia hacia un proyecto abierto y expansivo operando en un terreno sin fronteras.
Esta tendencia democrática hacia la expansión implícita en la noción de poder en redes debe ser diferenciada de otras formas de expansión puramente expansionistas e imperialistas. La diferencia fundamental es que la expansividad inmanente al concepto de soberanía es inclusiva, no expulsiva. En otras palabras, cuando se expande, esta nueva soberanía no anexa ni destruye a otras potencias sino que se abre a ellas, incluyéndolas en la red.
En la concepción imperial el poder encuentra la lógica de su orden siempre renovada y recreada en su expansión.
Desde un comienzo, el espacio norteamericano no solamente fue un espacio extensivo, sin fronteras, sino también un espacio intensivo: un espacio de cruzas, un crisol de razas en continua hibridación.
La constitución de los Estados Unidos es, como dijo Jefferson, la mejor calibrada para un Imperio extenso.
El proyecto constitucional de los Estados Unidos es construido en el modelo de rearticulación de espacios abiertos y reinvención incesante de relaciones diversas y singulares en redes de un terreno sin fronteras.
La idea contemporánea de Imperio nace a partir de la expansión global del proyecto constitucional interno de los Estados Unidos.
Uno de los argumentos centrales del pensamiento marxista sobre imperialismo es la relación intrínseca entre capitalismo y expansión, y que la expansión intrínseca del capitalismo inevitablemente toma la forma de imperialismo.
Marx explicó que el capitalismo opera constantemente a través de la reconfiguración de las fronteras del interior y el exterior. Por lo tanto, el capital no opera sobre los confines de un territorio fijo y su población, sino que siempre supera sus fronteras e internaliza nuevos espacios.
Marx argumenta que el capital debe expandir su espacio de influencia: "Una precondición de la producción basada en el capital es la producción de una esfera de circulación cada vez más amplia, en la que la esfera misma se expande o donde más puntos son creados en su interior como puntos de producción".
La única solución efectiva para el capital es siempre mirar afuera de él mismo y descubrir mercados no capitalistas en los que se pueda intercambiar materias primas y aumentar su valor agregado.
Su exterior es esencial.
Desde el imperialismo al Imperio y desde el Estado-Nación a la regulación política del mercado global: lo que estamos evidenciando es un pasaje cualitativo en la historia moderna.
(1) Saskia Sassen, "Losing Control? Sovereignty in an Age of Globalization", Columbia University Press, New York, 1996. |
Agenda Estratégica , 08/03/2002 |
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