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Los aspectos políticos de la globalización. |
En la década del 90 se produjo un fuerte avance de la globalización económica. A partir del 11 de septiembre será acompañado por un rápido avance de la globalización en seguridad. |
Síntesis del trabajo de Eduardo Viola y Hector Leis "A Intensificação da Globalização Político-Militar e sua Tendência ao Equilíbrio com a Globalização Econômica", publicado en "Conjuntura Política", No 29, Setembro de 2001.
La globalización fue extraordinariamente acelerada por el fin de la Guerra Fría y por el colapso de la Unión Soviética. La década de 1990 fue marcada simultáneamente por la intensificación de la globalización económica y por la erosión de la gobernabilidad del mundo. Este desfasaje entre las dimensiones económica y política de la globalización parece tener un punto de inflexión el 11 de septiembre.
La década de 1990 fue una década en la que las relaciones internacionales fueron dirigidas por la economía y es probable que en la década actual los asuntos de seguridad y gobernabilidad comanden las relaciones internacionales.
En el mundo constituido por los países desarrollados de renta alta y los países emergentes de renta media hubo, en la década de 1990, una aceleración simultánea de las cuatro dimensiones de la globalización económica: comercial (gran crecimiento del comercio internacional), financiera (gran expansión de los mercados financieros globales), productiva (transnacionalización creciente de las cadenas productivas intra-corporativas e inter-corporativas) y tecnológica (extraordinaria ola de innovación tecnológica con fuerte crecimiento de la productividad sistémica de la economía).
La aceleración de la globalización económica mantuvo el alto nivel de integración social de las sociedades desarrolladas. En las sociedades de renta media (como Brasil y varias otras de América Latina) la aceleración de la globalización tendió a mantener o aumentar la marginalidad/exclusión de vastos sectores de la población. La mayoría de los países de renta baja se han mantenido excluidos de la globalización económica y en ellos ha habido un extraordinario crecimiento del sufrimiento humano.
Simultáneamente con la intensificación de la globalización económica hubo una significativa erosión de la gobernabilidad en el mundo producida por una combinación de siete factores interrelacionados. En primer lugar, tenemos el colapso del Estado nacional en vastas regiones que pasaron a constituir áreas de caos económico, pobreza creciente y guerra civil (la mayor parte de la África subsahariana, partes de Asia Central, Colombia, Haití, Yugoslavia, etc.).
En segundo lugar, tenemos la erosión del Estado nacional en áreas que sufrieron un significativo retroceso económico y social en sus poblaciones (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Bulgaria, Rumania, la región Andina, una gran parte de América Central, Indonesia, Pakistán, etc.).
En tercer lugar, tenemos la expansión de las redes criminales globales dedicadas al tráfico de drogas, armas, inmigrantes, prostitución y órganos humanos. Las redes criminales globales promoverán la expansión del crimen entre las poblaciones marginadas de los países de renta media y baja, creando graves problemas de seguridad pública en estos países.
En cuarto lugar, tenemos la rápida expansión del fundamentalismo islámico, aún cuando el mismo continúa siendo una minoría en el conjunto de los más de mil millones de adeptos a la religión islámica. El fundamentalismo islámico creció en el último cuarto del siglo 20 debido a seis factores: la expansión del capitalismo y de la democracia en el mundo, el apoyo de las potencias occidentales a regímenes económicamente conservadores y corruptos en el mundo árabe, el apoyo incondicional de Estados Unidos al Estado de Israel, la revolución islámica radical en Irán de 1979, la presencia ostensiva de un vasto contingente de fuerzas armadas americanas en la región del Golfo Pérsico desde 1990, y el régimen de sanciones económicas contra Irak (desde 1991) que ha contribuido mucho a agravar el sufrimiento del pueblo y que ha sido ineficaz contra el régimen de Saddan Hussein. El fundamentalismo islámico es muy poderoso en varios países: Afganistán, Pakistán, Sudán, Egipto, Argelia, Irak, Palestina, Líbano, Siria, Yemen, Arabia Saudita. Del otro lado, como una muestra de que no existe incompatibilidad entre islamismo y democracia, Turquía es un país islámico que tiene hoy un régimen democrático consolidado, e Indonesia, Bangladesh, Albania y Senegal son países islámicos con regímenes democráticos incipientes.
En quinto lugar, tenemos el nacimiento y desarrollo de las redes terroristas globales predominantemente ligadas al fundamentalismo islámico que combaten las democracias occidentales (principalmente Israel y Estados Unidos). La principal red terrorista global es Alqaida de Bin Laden, que tiene como principal base territorial al Afganistán del régimen Talibán (uno de los más totalitarios y represivos del siglo 20), y que se irradia por varios países islámicos tolerantes con el fundamentalismo, estando presente en aproximadamente 30 países.
En sexto lugar tenemos, el desarrollo de un nuevo tipo de Estado totalitario que tiene como objetivo mantener la legitimidad frente a sus poblaciones y su lugar en el mundo con el desarrollo de armas de destrucción masiva. Irak y Corea del Norte son los principales exponentes de este tipo de Estados. Irán, que se incluiría en esta categoría en el inicio de la década de 1990, está experimentando un importante proceso de democratización desde 1996 que ha cambiado las características del Estado.
En séptimo lugar, tenemos el refuerzo de un sentimiento antiamericano, en grados variables de intensidad, en vastas regiones del mundo, con una mayor concentración en el mundo islámico. Este sentimiento antiamericano se acentuó debido al carácter prepotente y unilateralista de la política externa iniciada por Bush en enero de 2001: retirada del Protocolo de Kyoto para reducción de las emisiones de gases del efecto invernadero; retirada del Protocolo de verificación del Tratado contra la proliferación de armas biológicas; retirada de la Conferencia de la ONU contra el Racismo y la Xenofobia en Durban; y disposición de denunciar el tratado ABM de prohibición de misiles anti-balísticos.
El punto de inflexión de esa tendencia de erosión de la gobernabilidad está constituido por los eventos de terrorismo del 11 de septiembre. Más allá de constituirse en momentos de alta destrucción en los Estados Unidos, los eventos del 11 de septiembre demostraron el poder devastador del terrorismo global sobre las otras sociedades con gobernabilidad integrada en la globalización: las democracias desarrolladas, las democracias de los países de renta media de Asia, América Latina y Europa, India, Rusia y China. En este sentido, los eventos del 11 de septiembre constituyen un Pearl Harbor de la globalización y de la gobernabilidad inspirada en los valores de las instituciones del mundo occidental, y no apenas de los Estados Unidos.
En un primer momento, el mundo temió una reacción de venganza inmediatista por parte de los estadounidenses. Felizmente, a medida que pasaron los días esa posibilidad fue perdiendo importancia y fue ganando un lugar central en la elite decisoria norteamericana una respuesta sistémica, de largo plazo y multilateral. Rápidamente se está construyendo una vasta y poderosa coalición de casi todos los países del mundo (con papel central para los países con efectiva gobernabilidad nacional e integrada en la globalización) contra el terrorismo global. De este modo la coalición anti-terrorista tiende a ser una coalición sistémica en favor de la globalización de la seguridad o de la construcción de un efectivo régimen de seguridad global. Por lo menos en el corto plazo no parece que esta coalición tenga ningún efecto significativo directo en el sentido de favorecer la reconstrucción de la gobernabilidad nacional en los Estados fracasados, salvo el efecto indirecto que pueda dirigirse al combate de las redes criminales globales.
Tendencias que podrían emerger en el escenario internacional
Una primera tendencia que surge es que se producirá un declive progresivo de la Doctrina Clinton de seguridad nacional que sostenía la posibilidad de ganar dos guerras en forma simultanea en distintas partes del mundo. Del mismo modo, habrá un decline de la doctrina de G.W. Bush que privilegiaba la construcción de un escudo antimisiles, el fortalecimiento de estructuras antiterroristas internas y una mayor autosuficiencia energética de los Estados Unidos. En cambio, se espera un ascenso de una doctrina de seguridad nacional cuyo eje sea el combate sistemático al terrorismo global. La misma considera como enemigos de los Estados Unidos a todos aquellos países que den refugio o que sean tolerantes con las redes de terroristas o que les provean armas. A diferencia de las otras doctrinas que pretendían aislar a los Estados Unidos, la nueva doctrina de seguridad es un acelerador extraordinario del proceso de globalización en general y de la globalización militar en particular. Se la podría denominar Doctrina Bush-Powell, por el liderazgo ejercido por el Secretario de Estado. En esta doctrina son más importantes las cuestiones de seguridad que las económicas. En este contexto, la construcción del escudo antimisiles no será descartada, pero la misma tendrá menos urgencia y será negociada con la Unión Europea, Rusia y China.
La nueva guerra será librada fundamentalmente por estructuras de inteligencia americanas con el apoyo de la OTAN y, en menor medida, de otros estados integrados a la globalización. Será una guerra muy diferente a las anteriores y según Colin Powell consistirá primero en operaciones de inteligencia, segundo, en operaciones policiales con grupos antiterroristas y, en última instancia, se realizarán operaciones específicamente militares.
En la medida que los países de América Latina se sumen a los esfuerzos globales de lucha contra el terrorismo deberán ser repensados los mecanismos de integración interamericanos para permitir esfuerzos coordinados de inteligencia, policiales y bancarios contra el terrorismo. Es probable que el combate contra el terrorismo acerque eventualmente a los Estados Unidos con los países del Cono Sur, levantando los obstáculos políticos e ideológicos existentes para que los graves problemas económicos y financieros del Cono Sur sean pensados de un modo más amplio. Del mismo modo, la guerra contra el terrorismo obligará a repensar la lucha contra el narcotráfico en la región, sobre todo, a raíz de la alianza existente entre narcotráfico y guerrilla en países como Colombia.
Un aspecto fundamental del orden futuro será la reversión parcial del altísimo poder que los mercados tuvieron en la década de los 90. El mismo estará contrapesado por las estructuras de los Estados Post-westfalianos como agentes de la seguridad global. La circulación global desenfrenada de capitales especulativos que predominó en la década de los 90 sufrirá un freno significativo debido a los fuertes controles instalados sobre el lavado de dinero y los ilícitos transnacionales.
Como consecuencia de la lucha contra el terrorismo habrá necesariamente una disminución de las libertades civiles y políticas en las sociedades democráticas. Entre otras, aumentarán las escuchas telefónicas, la vigilancia electrónica, el secreto bancario, los controles para los ingresos de los aviones. En paralelo, habrá un aumento de la importancia de las comunidades de seguridad, más importante que en la década los 90 pero siempre menos poderosa que durante la Guerra Fría.
En el contexto de la lucha global contra el terrorismo, los países occidentales y especialmente los Estados Unidos tendrán que resolver adecuadamente su propio dilema con relación al mundo islámico y al Estado de Israel. En este sentido, parece existir en el terrorismo una cuestión de fundamental importancia que es el problema palestino. Este problema es bien concreto, sin embargo, tiene una carga simbólica muy intensa en el mundo islámico actual, que no es fácil de comprender por los países occidentales. No se trata de que los Estados Unidos modifiquen su alianza tradicional con Israel sino más bien de que piensen nuevamente su política de apoyar incondicionalmente al Estado de Israel.
Durante la década de los 90 el avance de la globalización financiera fue mucho más acelerado que el de la globalización política y de seguridad. A partir del 11 de septiembre se producirá un lento avance de la globalización económica acompañado por un rápido avance de la globalización en seguridad. Esto podría crear las bases para la existencia por primera vez en la historia de un Estado de Derecho Global. |
Eduardo Viola y Hector Leis , 21/03/2002 |
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