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La regulación de los genes. |
La biotecnología humana conecta íntimamente el bien y el mal. Francis Fukuyama sostiene - en un artículo publicado en Foreign Policy - que debe ser regulada por los estados nacionales. Ésta es la síntesis. |
La biotecnología humana conecta íntimamente el bien y el mal. La misma tecnología que promete curar a su hijo de la fibrosis cística o a su padre de la enfermedad de Alzheimer presenta también muchas posibilidades perturbardoras: la clonación de seres humanos, el diseño de bebés, drogas "potenciadoras" más que curativas y la creación de híbridos de seres humanos y animales.
Frente a estos desafíos que plantea la tecnología solo es posible una respuesta. Las naciones deben regular el desarrollo y el uso de la biotecnología humana por medios políticos, estableciendo instituciones que discernirán entre aquellos avances tecnológicos que ayudan al desarrollo de los seres humanos y aquellos que amenazan el bienestar y la dignidad humana. Estos órganos reguladores deben, primero, estar provistos de los medios para hacer cumplir sus decisiones en el nivel nacional y luego, finalmente, extender su alcance internacionalmente.
¿Porqué esta tecnología debe ser regulada por el gobierno? La biotecnología no se parece a la tecnología nuclear, cuyo potencial destructivo fue claro de inmediato y, desde el inicio, fue rodeado de controles políticos. Pero tampoco es tan benigna como la tecnología de la información, por ejemplo, que favorece la creación de riqueza, el acceso al conocimiento y la capacidad de ayudar al desarrollo de comunidades de usuarios.
La biotecnología se ubica entre esos dos extremos. Es fácil objetarla si produce un mal resultado en un ensayo clínico o una reacción alérgica mortal frente a un alimento genéticamente modificado. Pero la amenaza real de la biotecnología es mucho más sutil y difícil de estimar en cualquier cálculo utilitario. La biotecnología ofrece el potencial de cambiar la naturaleza humana y, como resultado de esto, la forma en que pensamos sobre nosotros mismos como especie.
Las leyes no se clonan fácilmente
Uno de los mayores obstáculos para pensar en un esquema regulatorio para la biotecnología humana es la difundida creencia de que el avance tecnológico no puede ser detenido y que esfuerzos tales se autodestruyen o están condenados al fracaso. Pero el pesimismo acerca de la inevitabilidad del avance tecnológico es incorrecto, aunque puede transformarse en una profecía autocumplida si es adoptado por demasiada gente.
La velocidad y el alcance del cambio tecnológico puede ser controlado. Muchas tecnologías peligrosas o éticamente controvertidas -armas nucleares, misiles balísticos, agentes de guerra biológica o química, el reemplazo de partes del cuerpo humano y los neurofármacos - están sujetas a un efectivo control político y no pueden ser desarrolladas o comercializadas libremente. Hasta tecnologías más benignas, como Internet, pueden ser controladas.
Es cierto que la regulación no puede funcionar en un mundo globalizado al menos que tenga un alcance global. No obstante, la regulación a nivel nacional debe producirse primero. La regulación efectiva casi nunca comienza a un nivel internacional: los Estados-Nación tienen que desarrollar normas para sus propias sociedades antes de que siquiera puedan comenzar a pensar en crear un sistema regulatorio internacional. En particular, muchos países prestarán gran atención a los desarrollos en las leyes de los Estados Unidos, como han hecho en los casos de seguridad en los alimentos o en los medicamentos.
Nadie conoce cuando surgirá un consenso internacional para prohibir o regular estrictamente tecnologías como la clonación o la modificación de líneas genéticas. Por ejemplo, hacia finales del año pasado, la clonación reproductiva de un bebé humano estaba prohibida en 24 naciones, incluyendo Alemania, Francia, India, Japón, Argentina, Brasil, Sudáfrica y el Reino Unido. En agosto de 2001, Alemania y Francia solicitaron al secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan la presentación de un proyecto prohibiendo la clonación reproductiva en todo el mundo.
No existe ninguna fórmula mágica para crear consenso en estos temas. La construcción del consenso requerirá de la herramientas tradicionales de la diplomacia: retórica, persuasión, negociación y presiones económicas y políticas. Pero, en este aspecto, el problema no es diferente de la creación de cualquier otra regimen internacional.
Hasta el momento, la Organización Mundial de Comercio - OMC - es el único cuerpo global con jurisdicción sobre cuestiones de biotecnología. Bajo sus provisiones sanitarias y fitosanitarias, por ejemplo, las normas nacionales de seguridad en los alimentos pueden desviarse de las diseñadas por la organización, a través de la Comisión Codex Alimentarius, solo si están "basadas en la ciencia". En cuanto a los alimentos genéticamente modificados, en la actualidad hay un duro enfrentamiento entre los Estados Unidos y Europa acerca de si el "principio precautorio" de Europa - la noción de que los productos deberían ser considerados culpables hasta que prueben ser inocentes de amenazas al ambiente o a la salud - está, de hecho, basado en la ciencia.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre y los subsecuentes envíos postales de anthrax revelan otro motivo para una supervisión amplia de la industria biotecnológica global. La próxima generación de bioarmas incluirá DNA recombinante para hacer a los agentes resistentes a los antibióticos y las vacunas. No es usual que la comunidad de investigación en biotecnología tenga una política propia, pero la amenaza de que un investigador o un laboratorio paria produzca agentes peligrosos, aun inadvertidamente, es real y es necesaria alguna forma para que sea controlada. |
Francis Fukuyama , 21/03/2002 |
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