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La recomposición del poder. |
La constatación de que el camino emprendido constituye una vía muerta es una discusión sobre el pasado. Ahora el asunto es encontrar urgentemente una ruta alternativa. La cuestión no es únicamente la definición del "qué" sino, fundamentalmente, la determinación del "quién". |
La suba en la cotización del dólar, con su previsible impacto en el nivel de los precios internos, el feriado bancario y cambiario impuesto el viernes por el Banco Central, que extiende el certificado de defunción del sistema financiero, y las dificultades encontradas por el ministro de Economía Jorge Remes Lenicov en sus recientes gestiones en Washington, que alejan en el tiempo las pespectivas de un entendimiento con el Fondo Monetario Internacional, convergen para señalar un nuevo y dramático punto de inflexión de la crisis.
Considerados aisladamente, cada uno de esos tres hechos puede reconocer sin duda algunas explicaciones puntuales. Pero existe un común denominador que los unifica hasta convertirlos en inseparables: la revelación inapelable de que las políticas en ejecución, con sus marchas y contramarchas, corren cada vez más atrás de los acontecimientos, cuya dinámica se precipita con una velocidad tal que permite entrever un desenlace relativamente rápido, con ribetes de conmoción social generalizada.
Nada resulta hoy más fácil, y a la vez más inútil, que pronosticar un agravamiento de la situación en las próximas semanas. El tema no es la obvia constatación de que el camino emprendido constituye una vía muerta que conduce a un callejón sin salida. Esa es una discusión sobre el pasado. El asunto ahora es encontrar urgentemente una ruta alternativa. El tiempo que se tarde en esa búsqueda sólo servirá para elevar el costo económico y social de un cambio de rumbo que ya asoma como inevitable.
No estamos ante una discusión teórica. La cuestión no reside únicamente en la definición del "qué", sino también, y fundamentalmente, en la determinación del "quién". Porque este cambio de rumbo no es un asunto apropiado para economistas. Está inexorablemente asociado a una necesaria recomposición del sistema de poder político. Hasta entonces, la fuerza inercial del actual sistema de poder sólo promete "más de lo mismo".
La crisis argentina, como toda crisis de confianza, es una crisis esencialmente política. Como tal, su resolución demanda, antes que nada, la aparición de actores políticos de suficiente relevancia que estén a la altura del desafío. Los principales factores de poder internos y externos han demostrado estar en condiciones de inducir un cambio de orientación y obligados a acompañarlo, pero absolutamente imposibilitados de protagonizarlo.
En este contexto, con una crisis que avanza al galope, puede afirmarse que en un escenario político marcado a fuego por el estrepitoso fracaso del gobierno de la Alianza, no existe a la vista, al menos en el corto plazo, ninguna posibilidad concreta de modificación del sistema de poder que no pase por una previa recomposición de fuerzas dentro del peronismo, que posibilite impulsar un viraje estratégico orientado hacia la reinserción internacional de la Argentina.
La elocuencia de los hechos es más que contundente: no hay una alternativa viable para el sostenimiento de un programa económico sustentable para la Argentina de hoy que no pase por reemplazar el actual diálogo de sordos por la negociación de un acuerdo estratégico entre el peronismo, convertido por las circunstancias en el eje insustituíble del sistema político, y la administración republicana de Estados Unidos, transformado por la fuerza de los acontecimientos en el país-eje del sistema de poder internacional. |
Jorge Castro , 22/04/2002 |
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