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Rumbo estratégico y poder político. |
Texto completo de las exposiciones de Jorge Raventos, Pascual Albanese y Jorge Castro en la Mesa de Análisis de Segundo Centenario, el día 7 de mayo de 2002. |
Jorge Raventos:
El poder político argentino se presenta hoy ante nuestros ojos más bien como impotencia, se resume en la imagen de un presidente que no consigue nombrar al ministro de economía que prefiere, que indistintamente avanza y retrocede a tientas, que oscila entre ideólogos estatistas y técnicos liberales, que presenta como logros los parches tardíos a las consecuencias de sus propios actos, evocando ese verso de Quevedo que hablaba de un señor Portal "que primero hace el enfermo y después el hospital".
El poder se exhibe entonces como un espacio de centrifugación, testigo de ingobernabilidad, y hay motivos para pensar que en el tiempo que viene la situación no va a cambiar para mejor, signada como está por el aumento de los precios, por la situación social generada por la depresión económica y por los efectos del default, la devaluación y la pesificación compulsiva.
Ahora bien, simplificando un poco, podríamos encontrar las determinaciones de esta progresiva licuación del poder en tres factores.
El primero: en 1999, una coalición heterogénea, lo que criollo se llama una bolsa de gatos, un rejunte de partidos políticos sin más homogeneidad que su objetivo de sacar del poder al peronismo, sustituyó a un liderazgo legitimo, fuerte y sostenido por una fuerza nacional (el movimiento peronista). Se abrió así un período de inestabilidad política y económica que luego continuó con la evaporación de ese gobierno después de crisis sucesivas.
El segundo aspecto, que es cronológicamente anterior, reside en que el peronismo, la fuerza que durante 10 años había estado transformando la Argentina, no pudo resolver en el periodo 1998-1999, a través del debate y las elecciones internas, su rumbo y su liderazgo legítimo. Como ustedes seguramente recuerdan, en ese periodo y con la excusa de inconstitucionalidad de la eventual reelección de Menem, Eduardo Duhalde hizo un ensayo general de la coalición que hoy gobierna: armó un frente de hecho con el Frepaso de Chacho Alvarez, con sectores del radicalismo y con el apoyo mediático para evitar, de ese modo, el debate interno con Menem y la resolución democrática, en comicios del PJ, de la conducción y el rumbo partidarios. De modo que el peronismo fue a las elecciones generales del 99 sin haber legitimado un liderazgo, sin haber dirimido a través de la decisión de sus afiliados el rumbo a seguir. Y con un candidato que enfrentaba la obra transformadora de la década del 90. Se generaron así las condiciones, no sólo para la victoria de la Alianza, sino - más decisivamente - las de la centrifugación del propio poder del peronismo que, sin un liderazgo debidamente legitimado, se desperdigó en fragmentos regionales y provinciales, que son los que ahora subsisten, privando así al peronismo de un lineamiento claro y una conducción efectiva en el momento en que debió actuar ante la crisis y disolución del gobierno aliancista.
El tercero de los elementos determinantes de la progresiva anemia del poder nacional reside en el hecho de que tanto con la Alianza, inmediatamente después de Menem, como con esta nueva alianza con pata peronista que gobierna ahora, se puso de manifiesto una filosofía arcaica que piensa en términos de autarquía, de "vivir con lo nuestro" y que, en ultima instancia, ha producido hechos y decisiones políticas que han llevado a la Argentina al aislamiento de los grandes flujos comerciales, tecnológicos, financieros y políticos internacionales. Y este aislamiento ha sumado sus efectos sobre el proceso de centrifugación del poder, pues más que nunca en las condiciones de la globalización las naciones no son compartimientos estancos, y su mayor o menor poder relativo depende de su capacidad para participar activamente en redes asociativas simultáneamente internas y externas, potenciando en ellas sus capacidades creativas y competitivas, navegando en sus flujos centrales de intercambio.
La arcaica ideología autarquista no sólo ignora la anticipatoria visión de Perón sobre el surgimiento de la etapa universalista, sino que ignora la realidad: el hecho de que hoy existen estructuras económicas globales basadas en redes productivas de alcance mundial, que las dos terceras partes del comercio mundial se canalizan a través de esas redes, son intercambios entre unas 250.000 empresas transnacionales y sus asociadas y proveedoras. La idea arcaica del autarquismo empuja a la Argentina hacia fuera de esas redes, hacia la pérdida de relevancia internacional, es decir, hacia la pérdida de poder.
De modo que la Argentina se enfrenta hoy en términos de poder a este proceso de centrifugación e ingobernabilidad y plantea como problema la necesidad de reconstruir poder nacional, reconstruir la vinculación con el mundo.
La idea invocada para justificar la devaluación y la pesificación compulsiva, esgrimida a comienzos del gobierno transitorio de Eduardo Duhalde, postulaba como objetivos desarrollar la producción nacional, sacarnos de los peligros presuntos de la globalización y generar una Argentina que, por vía de un dibujo monetario, iba a permitir la expansión de las exportaciones. Una quimera. La globalización, la participación en las tendencias centrales del comercio mundial es, en principio, un hecho ineludible y, además, una oportunidad. La Argentina del Primer Centenario, en tiempos de la proto-globalización de inicios del siglo XX, representaba en términos de producto bruto, el 50 % del producto sudamericano y, en términos de comercio, el 7% del comercio mundial. La Argentina del 2001, representa 10 % del producto bruto sudamericano y el 0,4
% del comercio mundial. Este achicamiento y aislamiento es contra lo que tenemos que pelear. Este año la Argentina va a variar su producto bruto unos 16 a 19 puntos por debajo de la media del producto bruto sudamericano. Estas son las condiciones de la disgregación, el aislamiento económico, la falta de desarrollo de la producción, la desvinculación de las redes productivas mundiales y la exclusión social de las mayorías argentinas.
El pensamiento arcaico y sus expresiones políticas nos han llevado a un agravamiento de la crisis y nos ponen, en términos de objetivos estratégicos, una doble finalidad que se traduce en una sola palabra: inclusión. Los grandes objetivos estratégicos de la Argentina en este momento son la reinclusión de la Argentina en el mundo, es decir, la lucha contra la autoexclusión de la que hemos sido objeto y la inclusión de los grandes sectores marginados en una estructura social y productiva y en crecimiento.
Este doble objetivo de inclusión nos plantea como tareas inmediatas aquellas cuestiones que quedaron inconclusas a fines de la década del noventa: necesitamos que un poder legítimo y que un liderazgo social legitimo reemplace la dispersión y la centrifugación nacional. Esta es una tarea que convoca a muchos sectores pero que, con visión realista, sólo puede surgir teniendo como base, como columna fundamental, al peronismo.
Pero el peronismo debe realizar simultáneamente lo que no pudo a fines de la década del noventa: debe dirimir el debate por el liderazgo y por el rumbo. Solamente ese debate y la legitimidad que da la elección interna pueden devolver al peronismo unidad y la capacidad de transformación que hoy se manifiesta débilmente a través de algunas decisiones, como las de los gobernadores, que expusieron sus 14 puntos cuando el gobierno estaba por tomar un viraje desesperado y peligrosísimo para la Argentina. Pero esos 14 puntos son todavía insuficientes para un peronismo que necesita recuperar su legitimidad, recuperar su rumbo y su liderazgo.
Desde esa plataforma y con el objetivo de vencer las dos caras (interna e internacional) de la exclusión, habrá que reconstruir el poder nacional, cosa que también requerirá la legitimidad del voto de la ciudadanía más temprano que tarde.
Pascual Albanese:
Hablar de rumbo estratégico y de poder político implica referirse a dos conceptos claramente diferenciados pero estrechamente interrelacionados entre sí. Sin un rumbo estratégico, no hay ningún poder político que pueda subsistir y consolidarse. Sin poder político, no existe ningún rumbo estratégico capaz de sustentarse en el tiempo.
Las visiones tecnocráticas, de raigambre ideológica neoliberal, tienden a considerar al poder político como una variable fija, subordinada y dependiente. En esa visión, el poder político es como "el chico de los mandados". Su misión se reduce a hacer realidad los diseños del poder tecno-burocrático. Lo político es concebido casi exclusivamente en términos de una "restricción" que limita las posibilidades de ejecución de los designios del racionalismo tecno-burocrático. Por eso esta visión, que en otras circunstancias históricas se ofrecía como propuesta recurrente para los sucesivos golpes de estado, suele circunscribirse hoy a potenciar las imprecaciones generalizadas contra la "clase política", sin formular ningún camino alternativo, porque no lo tienen.
En contraste, las distintas concepciones voluntaristas, que son principalmente - aunque no únicamente - tributarias del pensamiento marxista, actúan exactamente a la inversa. Conciben al rumbo estratégico como un simple y mecánico derivado de la voluntad autónoma del poder político. Dentro de esta visión, el lugar de la "restricción", que los neoliberales colocan en la política, está ocupado por la "realidad", que es el molesto obstáculo que limita las posibilidades de implementación del ciego voluntarismo ideológico. Por eso, esta visión, oscila actualmente entre el ejercicio de un lamento despechado frente al curso empecinadamente adverso de los acontecimientos históricos y un cíclico choque contra la pared cada vez que el azar de las circunstancias la coloca ante una instancia de decisión política.
Frente a esta contraposición, que en la Argentina actual tiene defensores harto conocidos en uno y otro bando, resulta extremadamente importante que el peronismo, convertido actualmente por imperio de las circunstancias en el eje del sistema político argentino, comprenda y asuma en profundidad el hecho de que hoy adquiere más vigencia que nunca el pensamiento estratégico de Perón. Porque en ese pensamiento estratégico ni la política ni la realidad son concebidas como meras "restricciones" sino, en todo caso, como condiciones, como impulsos, como desafíos y fuentes de nuevas oportunidades.
Como afirma y fundamenta nuestro amigo y compañero Jorge Castro en su libro "Perón y la globalización", las tres categorías fundamentales que orientan el pensamiento estratégico de Perón son la evolución histórica, la conducción política y la justicia como valor referencial permanente.
El concepto de evolución histórica está cargado de determinismo. En uno y mil discursos, Perón lo explica ante propios y extraños. En su mensaje ante la Asamblea Legislativa del 1° de mayo de 1974, señala: "El mundo viene evolucionando y los hombres creen que son ellos los que lo hacen evolucionar. Son unos angelitos. Ellos son el producto de la evolución pero no la causa. El mundo evoluciona por factores de determinismo y fatalismo histórico. Hay muchos factores que no los controlan los hombres. Lo único que éstos hacen, cuando se les presenta esa evolución, es fabricar una montura para poder cabalgar sobre ella y seguirla".
Segunda Parte |
Segundo Centenario , 07/05/2002 |
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