Nota del Dr. Jorge Castro publicada en la Revista Reflexiones desde América, Año I, N° 1, mayo de 2000
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Atravesamos una época histórica de cambios formidables, impulsados por una revolución tecnológica incesante que acelera el ritmo de la globalización de la economía. Todo esto genera, por primera vez en la historia del hombre, las bases materiales de una verdadera sociedad mundial.
Las distintas corrientes de pensamiento político, incluidos por supuesto la socialdemocracia y el neoliberalismo, han quedado atrás de los acontecimientos. Son incapaces de comprender lo nuevo y, por lo tanto, resultan impotentes a la hora de enfrentar y resolver los renovados desafíos sociales de esta era histórica.
Dentro de este panorama de crisis de las visiones políticas tradicionales, hay empero una excepción verdaderamente extraordinaria. En la Argentina, hace más de cincuenta años, surgió un pensamiento político cuyas categorías fundamentales sirven para esclarecer e interpretar el actual momento histórico. Cabe afirmar que la visión estratégica de Perón tiene hoy más vigencia que nunca. Es más: puede decirse que recién ahora es posible comprenderla en toda su gigantesca dimensión.
Todo el pensamiento político de Perón se despliega a partir de tres categorías fundamentales: la idea de la evolución histórica, la noción de conducción política y el criterio de justicia como valor referencial permanente.
Para Perón, la evolución histórica de la humanidad está signada por la tendencia permanente hacia la integración del hombre en unidades sociales y geográficas cada vez mayores: la familia, el clan, la tribu, la aldea, la ciudad-estado, el Estado Nacional, la región, el continente, el mundo. En la visión de Perón, el hombre tiende siempre hacia lo universal. Coincide plenamente en este punto con el pensamiento de Teilhard de Chardin: "La humanidad converge sobre sí misma".
Esa evolución histórica no depende de la voluntad humana. Está caracterizada por un brutal determinismo. Por eso dice Perón: "El hombre ha creído muchas veces que él es el que produce la evolución. Sin embargo, estimo que está equivocado. En realidad, el que produce la evolución es el determinismo histórico que viene manejando a la humanidad desde que comenzó a existir. El hombre apenas creó un sistema periférico, para poder acompañar esa evolución".
El motor de esa tendencia irreversible hacia la integración del hombre en unidades cada vez mayores es el avance es el avance tecnológico. Perón sostiene que "la evolución marcha con la velocidad de los medios que la impulsan". Y, para ejemplificarlo en los términos políticos y la realidad tecnológica de 1973, afirmaba: "Indudablemente la evolución se acelera cada vez más. El medioevo, la época de la carreta, duró cinco siglos. La etapa del demoliberalismo, de las nacionalidades, va durando dos siglos, pero ya es la época del automóvil. El continentalismo quién sabe si durará veinticinco o treinta años, en la época del jet en que se anda a mil kilómetros por hora y en que se va a superar la velocidad del sonido".
Sin forzar ni alterar siquiera mínimamente esa línea de pensamiento, puede señalarse que hoy, en los inicios del siglo XXI, la revolución tecnológica de las comunicaciones evidenciada ahora con la irrupción y vertiginoso despliegue del fenómeno de Internet, la comprensión del espacio geográfico marca la aparición de una sociedad mundial, que la formidable intuición estratégica de Perón anticipara hace treinta años cuando se refería proféticamente al advenimiento del universalismo.
Al respecto, Perón afirmaba en 1974: "El mundo, y sobre todo los grandes países, están pensando que esta evolución que nosotros hemos presenciado va a desembocar, quizás antes de que comience el siglo XXI, en una organización universalista que reemplace al continentalismo actual. Y en esa organización universalista se llegará a establecer un sistema en que cada país tendrá sus obligaciones, vigiladas por los demás, y obligado a cumplirlas aunque no quiera, porque es la única manera que la humanidad puede salvar su destino frente a la amenaza de la superpoblación y la destrucción ecológica del mundo".
Y advertía premonitoriamente: "Es así que nosotros debemos comenzar a pensar. Y debemos comenzar a pensar, también, que ese universalismo ha de ser organizado por alguien y que si nosotros no nos disponemos también a intervenir en la organización de ese internacionalismo, todos nuestros años de lucha por liberarnos serán inútiles, porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalización, lo harán en su provecho, no en el nuestro".
Porque para Perón esa evolución histórica inexorable, impulsada por un brutal determinismo de raíz tecnológica, demanda permanentemente un esfuerzo sistemático de conducción política, orientado a la constante adecuación de las sociedades a las nuevas circunstancias. En términos de Perón, en cada etapa histórica se trata de "fabricar la montura propia para cabalgar la evolución".
Así como la evolución histórica es producto de un determinismo que excede a la voluntad del hombre, la conducción política remite entonces a la esfera de la libertad. Es un acto de creación permanente. En esas palabras de Perón, "la principalísima exigencia de la conducción es crear. Y hasta ahora lo más difícil que se le ha presentado al hombre es la creación".
La idea de la conducción política como herramienta para "cabalgar" la evolución histórica está indisolublemente ligada a la tercera de las categorías fundamentales del pensamiento estratégico de Perón: la noción de justicia como valor referencial permanente, como la brújula que tiene que guiar en todo momento a la acción política en ese esfuerzo incesante de adaptación a las cambiantes circunstancias históricas.
En la concepción de Perón, la justicia no es lo mismo que la igualdad, sino que es sinónimo de equilibrio y de armonía. En ese sentido, la justicia es un valor contrarreferencial, ya que trata de contrapesar y de equilibrar la tendencia principal de cada época, aquella que surge del curso brutal de los acontecimientos. La justicia es, nada más y nada menos, el mecanismo que permite la vida en comunidad.
Perón en el Siglo XXI
La convergencia entre estas tres categorías fundamentales del pensamiento estratégico de Perón permite entender cabalmente el sentido de lo que sucede en el mundo de hoy.
La globalización no es una ideología. Existe, sí, una ideología de la globalización, que es el neoliberalismo. Pero la globalización es, ante todo y sobre todo, un hecho estructural. Es la expresión, en esta nueva época, de ese determinismo tecnológico que desde sus inicios signa la evolución histórica de la humanidad. Es la historia que nos toca vivir.
Su ritmo avasallante está impulsado por esta formidable revolución tecnológica del procesamiento de la información, que genera las bases materiales para el surgimiento de una verdadera sociedad mundial, que se corresponde con el comienzo de la fase histórica del universalismo.
La obligación de la conducción política es, una vez más, "fabricar la montura propia para cabalgar la evolución". Hoy más que nunca, ello requiere estar munidos de una dimensión mundial para enfocar los acontecimientos. Como subrayaba Perón hace más de treinta años, en su libro La hora de los pueblos, "la política puramente interna ha pasado a ser una cosa casi de provincias. Hoy es todo política internacional, que juega dentro o fuera de los países".
La búsqueda permanente del valor justicia, en las condiciones que plantea este nuevo escenario mundial, requiere enfrentar y resolver dos cuestiones fundamentales, que en el fondo son sólo una, que se manifiesta en dos planos analíticamente diferenciables, aunque articulados entre sí. Se trata de la justicia hacia adentro de los países y de la justicia entre los países. Hacia adentro de los países, cómo contrapesar la tendencia hacia el incremento de las desigualdades sociales. Entre los países, cómo redefinir los valores y el sistema de poder de esta nueva sociedad mundial.
En el primer plano, el pensamiento de Perón brinda una respuesta, que no constituye una receta sino un camino: la única forma de equilibrar la tendencia hacia la concentración de la riqueza, característica de esta fase del proceso de acumulación capitalista, es a través de la distribución de poder. Para Perón, el poder es organización y la organización es poder. Por ello define al sistema político de una comunidad organizada como la conjunción entre "un gobierno centralizado, un Estado descentralizado y un pueblo libre".
Esto demanda avanzar decididamente en el camino de la descentralización política, que implica la profundización de la democracia. Supone impulsar la transferencia de poder hacia las regiones, hacia las provincias, hacia los municipios y, fundamentalmente, hacia las propias organizaciones sociales, aquellas que en su momento Perón definiera como las "organizaciones libres del pueblo", pilares insustituibles de una comunidad organizada.
Sólo de esta forma es posible ir generando las nuevas condiciones estructurales que permitan afrontar en los hechos, y no en el terreno de la mera retórica discursiva, el ineludible desafío que plantea una época signada por el incremento de las disparidades sociales y por la creciente distribución desigual de la riqueza.
En el escenario internacional, esta sociedad mundial que emerge tiene hoy un sistema de poder, y también de valores, que responde a una determinada relación de fuerzas. Como tal, está fundada en el predominio de los más poderosos y su eje principal es el liderazgo estadounidense. Puede afirmarse que, así como la primera Revolución Industrial tuvo en sus comienzos un signo británico, y después se extendió paulatinamente a Europa Occidental, los Estados Unidos y el mundo entero, la revolución tecnológica que actúa hoy como impulso de la globalización tiene un sello norteamericano.
En ese sentido, el desafío principal que se plantea es el de la democratización de ese sistema de poder. Esto es posible en la medida en que surjan nuevos protagonistas de la política mundial, que adquieran las condiciones de poder suficientes como para intervenir activamente en la formulación de sus reglas de juego.
Porque no hay causa, por justa que sea, que tenga relevancia en términos políticos, sin una estructura de poder capaz de sustentarla. Y como es imposible construir poder al margen de las tendencias fundamentales de una época determinada, que al decir de Perón son producto de un determinismo histórico que excede los límites de la voluntad humana, esa estructura de poder sólo puede generarse a partir de una activa participación de todos nuestros países en el proceso de globalización económica, de revolución tecnológica y de integración política que caracteriza al mundo de hoy. Ese es el único camino históricamente viable para avanzar hacia lo que el Papa Juan Pablo II definiera como "globalización de la solidaridad".
Ya sea en el plano interno de los países como en el terreno internacional, separados ambos por una línea divisoria cada vez más difusa, el pensamiento estratégico de Perón subraya siempre la dimensión central del problema del poder. En la visión de Perón, las verdades que no son capaces de transformar la realidad son verdades que no viven, o peor, no merecen vivir. Por esa razón las grandes verdades filosóficas necesitan convertirse en realidades políticas.
Sin poder, sin organización, que para Perón son sinónimos, no hay forma de que este sentido de comunidad se transforme en realidad. El poder es la fuente auténtica de las libertades, porque es el único instrumento de transformación de la realidad capaz de hacerlas efectivas para todos.
El pensamiento de Perón, como filosofía, se inspira y se identifica con la doctrina social de la Iglesia. Pero le agrega un componente propio, absolutamente original: la creación sistemática y deliberada de poder político, a través de la organización del gobierno, del Estado y, fundamentalmente, del propio pueblo.
Las ventajas comparativas no son una categoría únicamente económica. Existen en cualquier dimensión en la que esté en juego el poder. Por eso, desde el punto de vista político, constituye una formidable ventaja comparativa el hecho de contar con un pensamiento político propio y original, como el de Perón, cuyas categorías fundamentales permiten discernir el sentido de lo que está ocurriendo hoy en el mundo y abren un camino para la construcción de los valores compartidos y las reglas del juego del sistema mundial en este nuevo siglo.
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Jorge Castro , 01/05/2000 |
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