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La inserción de la Argentina en el mundo. |
La Argentina tiene que construir poder dentro de la nueva sociedad mundial. Porque no hay ninguna causa, por justa que sea, que tenga relevancia en términos políticos sin una estructura de poder capaz de sustentarla. |
En "La Hora de los Pueblos", Perón nos decía que "la política puramente nacional es ya una cosa casi de provincias. Hoy, todo es política internacional, que se juega adentro y afuera de los países". Esa definición tiene hoy más vigencia que nunca. La Argentina tiene que construir poder dentro de la nueva sociedad mundial. Porque no hay ninguna causa, por justa que sea, que tenga relevancia en términos políticos sin una estructura de poder capaz de sustentarla. Y como es imposible construir poder al margen de las tendencias fundamentales de una época histórica determinada, esta estructura de poder debe generarse a través de la activa participación en el proceso de globalización económica, revolución tecnológica e integración política que caracteriza al mundo de hoy. Ese es el único camino históricamente viable para realizar lo que el Papa Juan Pablo II define como la "globalización de la solidaridad".
En las condiciones que plantea el ingreso en esta nueva era histórica del universalismo, el protagonismo internacional es condición para la existencia misma de la Nación. Este protagonismo necesario no puede ser un protagonismo aislado y solitario. Es, y no puede ser de otra manera, un protagonismo asociativo y solidario.
El aislamiento internacional torna inviable cualquier posibilidad de superar la crisis. La Argentina está forzada ineludiblemente a recuperar relevancia a nivel mundial. Para ello, es necesario encarar una tarea sistemática de construcción de poder, tanto en el plano interno como en el terreno internacional.
En esta nueva época económica y tecnológica, el poder tiene un carácter eminentemente asociativo. Se construye a través de redes. La reinserción del país en la sociedad mundial requiere entonces forjar un amplísimo tejido de alianzas que impulse el protagonismo de la Argentina en el escenario internacional.
En todos los casos, se trata de reivindicar, siempre y bajo cualquier circunstancia, un nacionalismo acendrado y cabal, que subraye que "la Argentina es el hogar", afirme en todos los planos la identidad nacional, cultural y religiosa del pueblo argentino y sepa combinar el sentido patriótico y la férrea defensa del interés nacional con una cultura de la asociación, como lo demanda la época.
Una cosa es la globalización, concebida como el hecho estructural de la época, derivado de la revolución tecnológica de nuestro tiempo, y otra muy distinta es la ideología de la globalización, que es el neoliberalismo, orientada hacia la justificación de las desigualdades sociales y del predominio de los más poderosos.
Esta visión, a la vez nacional y universalista, exige impulsar la reformulación del MERCOSUR en la senda hacia la configuración del ALCA, fortalecer la asociación con Chile y avanzar ya mismo en un acuerdo político integral que signifique la recreación de la alianza estratégica entre la Argentina y los Estados Unidos forjada en la década del 90.
La negociación de un acuerdo estratégico con Estados Unidos tiene un contenido político, económico, comercial, monetario y de seguridad. En el aspecto estrictamente comercial, la apertura del mercado norteamericano supone la oportunidad para el ingreso de nuestras exportaciones a un espacio económico que, en términos de capacidad de importación, es diecisiete veces más grande que el MERCOSUR. Abre también nuevas posibilidades de inversión nacional e internacional en la Argentina.
Esta alternativa orientada hacia la integración continental no supone de ninguna manera una opción de tipo ideológico. Chile, con un Presidente socialista, fue el primer país sudamericano en avanzar hacia un acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos, seguido ahora por Uruguay. No implica tampoco en absoluto un debilitamiento del MERCOSUR. No excluye de ninguna manera el afianzamiento de los vínculos con Europa, en especial con España e Italia, que son los dos países del viejo continente histórica, cultural y estructuralmente más vinculados con la Argentina. Chile y México, que está plenamente integrado a la economía norteamericana a través del NAFTA, han firmado sendos acuerdos de libre comercio con la Unión Europea.
Un acuerdo estratégico con los Estados Unidos, convertido en país-eje del actual sistema de poder internacional, que incluya a la dolarización como garantía de estabilidad monetaria, genera las condiciones políticas y económicas adecuadas para el fortalecimiento de la posición del país frente a los grandes actores económicos transnacionales y en la comunidad financiera internacional.
El MERCOSUR, inspirado en la estrategia del ABC impulsada por Perón a principios de la década del 50, constituyó el logro más importante de la política exterior argentina en el siglo XX. Fue la respuesta apropiada en el plano regional a los desafíos de la globalización. No fue concebido como una muralla proteccionista contra los embates externos, sino como una vía nacional propia para afrontar esos desafíos, mediante la creación de una plataforma de lanzamiento conjunta para la mejor inserción de las economías de nuestros países en el sistema productivo mundial.
El bloque regional ya cumplió exitosamente una primera etapa de consolidación, fundada básicamente en la integración comercial. Hoy, atraviesa una fase de estancamiento. Para superarla, se requiere una redefinición integral de sus objetivos estratégicos. Está obligado a avanzar ahora hacia convertirse en el punto de partida de una vasta alianza política regional, que desde la perspectiva de la Argentina tiene una perspectiva bioceánica, ya que incluye necesariamente a Chile, que por su posición geográfica representa para nuestros países la vía de acceso obligada a los gigantescos mercados de consumo del Asia Pacífico, que son los de mayor crecimiento de la economía mundial.
En ese tránsito, la Argentina y Brasil tienen la posibilidad de encarar un plan de infraestructura común en materia de energía, transportes y comunicaciones. Ambos países, junto a Uruguay y Paraguay, están también en condiciones de proyectar internacionalmente a la región como el mayor exportador mundial de alimentos. La perspectiva estratégica de un MERCOSUR agroalimentario, capaz de competir con cualquier otra gran potencia agroalimentaria, incluso con los Estados Unidos, puede transformarse en un horizonte compartido que exige un esfuerzo conjunto de asociación para penetrar con mayor fuerza en el mercado mundial.
En términos políticos, es indispensable forjar dentro del bloque regional, concebido como un nuevo polo de poder sudamericano, una concepción estratégica común para iniciar una negociación conjunta con los Estados Unidos, que permita establecer entendimientos que aceleren los tiempos para la conformación del ALCA. Esto implica también la asunción de responsabilidades compartidas en las cuestiones vinculadas con la seguridad regional, hemisférica y global, en particular la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo transnacional.
La reformulación política del MERCOSUR es un requisito estratégico fundamental para transformar a nuestros países en protagonistas activos en la búsqueda de la democratización del actual sistema de poder de la sociedad mundial, fundado en el predominio de los países más poderosos.
La redefinición del MERCOSUR, el restablecimiento de la alianza estratégica con los Estados Unidos, con la consiguiente reivindicación de la condición de aliado extra-OTAN, el afianzamiento de vínculos especiales con España e Italia, el firme respaldo a la posición de defensa del derecho a la vida formulada por el Vaticano, el relanzamiento de la iniciativa argentina de los Cascos Blancos como cuerpo voluntario internacional institucionalizado por las Naciones Unidas para la atención de las catástrofes humanitarias, la inserción en el nuevo sistema de seguridad global y el apoyo decidido a las iniciativas tendientes a la defensa de los derechos humanos en todas partes del mundo constituyen otras tantas dimensiones necesarias para fortalecer la presencia mundial de la Argentina.
En la "La Comunidad Organizada", Perón definía al justicialismo como "un colectivismo de raíz personal", igualmente diferenciado del individualismo liberal y del colectivismo totalitario. Hoy, frente al advenimiento de la era histórica del universalismo, la Argentina, a través del peronismo, está en condiciones de aportar al debate político internacional la visión de un "universalismo de raíz nacional", igualmente distante del nacionalismo reaccionario, superado por la evolución histórica, y del cosmopolitismo sin Patria, ajeno a la idiosincrasia de los pueblos. |
Agenda Estratégica , 13/05/2002 |
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