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Una carrera contra el reloj. |
El verdadero ritmo de la crisis política no depende ya de la voluntad de los protagonistas. Está marcado por el INDEC. |
El principal saldo político del cónclave celebrado en La Pampa entre el presidente Duhalde y los gobernadores peronistas fue el acuerdo implícito en la conveniencia de supeditar el ritmo y los tiempos para el inevitable acortamiento del mandato legal del actual gobierno de transición a la previa definición del cronograma para la realización de las elecciones internas del Partido Justicialista para legitimar su candidatura presidencial. En términos prácticos, esa decisión implica descartar la aplicación de la Ley de Lemas.
Durante ese lapso, los mandatarios peronistas aspiran a que el gobierno avance en el cumplimiento del programa de catorce puntos acordado en la reunión anterior, celebrada en la residencia de Olivos, para alcanzar en las próximas semanas aunque sea un principio de entendimiento con el Fondo Monetario Internacional. La derogación de la ley de subversión económica y los anuncios vinculados con los inminentes acuerdos fiscales con las provincias ayudan a pavimentar ese camino.
Mientras tanto, la crisis avanza. El millar de piquetes y cortes de ruta que jalonó la jornada de protesta del miércoles marca un nuevo pico ascendente en la tendencia cada vez más generalizada hacia el empleo de los métodos de acción directa.
Es que la evolución de los acontecimientos políticos está determinada básicamente por la aceleración de la dinámica de la crisis social, cuyo epicentro es el incremento del desempleo y el alza del costo de vida. En ese sentido, puede afirmarse que el verdadero ritmo de la crisis política no depende ya de la voluntad de los protagonistas. Está marcado por el INDEC.
Al respecto, vale una referencia estadística, originada en un estudio de la consultora EQUIS, que dirige el sociólogo Artemio López. Entre abril y octubre del año pasado, 2.000 argentinos quedaban diariamente por debajo de la línea de pobreza. Entre octubre pasado y marzo de este año, esa cifra se cuadruplicó. Trepó a 8.000 argentinos por día. Pero durante los últimos dos meses de abril y mayo son ya 17.000 los argentinos que diariamente caen en esa condición.
Hasta enero, la causa principal de ese vertiginoso descenso social era la depresión económica. Desde entonces, se le agregó la devaluación monetaria, con el consiguiente inicio de una espiral inflacionaria que por ahora no tiene miras de detenerse. Según los estudios más confiables, en una situación signada además por un absoluto congelamiento salarial, por cada punto de incremento en el costo de vida ingresan por debajo de la línea de pobreza alrededor de 150.000 compatriotas.
De allí que el índice de pobreza de la Argentina de hoy haya superado este mes el 47 % de la población, que era el récord en la materia alcanzado en el estallido hiperinflacionario de mediados de 1989. No puede entonces extrañar demasiado el hecho de que, en el transcurso de los primeros meses de este año, la cifra de automóviles vendidos haya sido inferior a la cantidad de vehículos robados en ese período.
Estamos entonces frente a una carrera contra el reloj. Por un lado, la necesidad acuciante del peronismo, erigido en la única fuerza política de garantizar la gobernabilidad del país, de generar su propia sucesión política, para evitar un salto al vacío. Por el otro, la inexorable proximidad de nuevos y violentos estallidos sociales. Es probable que el tiempo disponible no sobrepase demasiado la duración del campeonato mundial de fútbol, que finaliza el 30 de junio. |
Pascual Albanese , 31/05/2002 |
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