La industria en la sociedad del conocimiento.

 

Toshiba fue la última empresa japonesa que anunció que ya no fabricará más chips de memoria para computadoras. Este fracaso sirve para que Everett Ehrlich explique en "The Globalist" cómo se forma el valor agregado industrial en la era de la información.
El Comité para el Desarrollo Económico - un "think-tank" con sedes en Washington y New York - cumple este año seis décadas de vida. Fue fundado en 1942 por un grupo de ejecutivos norteamericanos que, ante la movilización económica de su país frente a la Segunda Guerra Mundial, se propusieron fortalecer la relación entre las empresas y el gobierno para el esfuerzo bélico.

Hoy la integran 250 líderes empresarios y universitarios de primera línea, que investigan en el desarrollo de políticas económicas y sociales y en su implementación en los sectores público y privado. Ehrlich es su vicepresidente y director de investigación. En su curriculum se destacan su actuación como Director Asistente de la Oficina de Presupuesto del Congreso, un quinquenio como vicepresidente en planeamiento estratégico, económico y financiero en Unisys Corporation y cuatro años como Subsecretario para Asuntos Económicos del Departamento de Comercio durante la administración de Bill Clinton. Desde este cargo estuvo al frente de la mayor revisión en cuatro décadas de las estadísticas económicas norteamericanas y dirigió un grupo de trabajo de la Casa Blanca para la reestructuración económica de los Estados Unidos frente a los desafíos de la tecnología de la información.

En momentos en que algunos dirigentes de distintos ámbitos impulsaron - devaluación mediante - el actual estado de caída libre del PBI nacional detrás de la consigna de "vivir con lo nuestro", resulta imprescindible reflexionar de qué manera se obtiene valor agregado industrial en el siglo XXI.

Estos son los principales conceptos del trabajo de Everett Ehrlich.


La invasión japonesa

Hace tan poco como una década, se supuso que el mercado de DRAM - Dynamic Research Access Memory, los bloques de chips con los que se construye la memoria de una computadora - estaba dominado por Asia. El dramático vuelco en este sector podría recordarnos algunas lecciones valiosas acerca de cómo funciona realmente la economía.

La invasión realizada por los fabricantes japoneses de DRAM en los años ochenta fue la causa célebre de una política de comercio global en esa década. Una variedad de grandes industrias de los Estados Unidos tenían quejas acerca de Japón en los ochenta. Pero los productores de chips usaron su atractivo tecnológico y se pusieron al frente. Los fabricantes japoneses de chips de memoria - compañías como Toshiba, Fujitsu, NEC y otros grandes nombres de conglomerados "keirutsu" - capturaron rápidamente las porciones de mercado de Intel, Motorola y otras corporaciones norteamericanas.

Armadas con un acceso barato a fondos de capital, una economía relativamente cerrada, derechos de los accionistas inexistentes y una completa integración vertical, las keiretsu podrían hacer chips y ubicarlos en sus productos de uso final hasta tener la vaca atada en casa.


Tres teorías: la estratégica, la crítica y la mágica

La industria de los semiconductores en los Estados Unidos aulló - y sus quejidos resonaron como una venganza dentro de los círculos políticos de Washington, D.C. Gracias principalmente a los grandes déficits federales, el balance comercial de los Estados Unidos había empeorado significativamente.

Muchas industrias de los Estados Unidos sufrieron, incluyendo la automotriz y el acero. Pero los productores de chips usaron su atractivo tecnológico para ocupar el primer lugar en la fila. De hecho, se transformaron en el ejemplo favorito para una variedad de nuevas teorías económicas, en las que sobresalieron tres.

Una era que algunas industrias, como los chips de memoria, eran "estratégicas". Las DRAM's podrían ser una plataforma desde la cual los japoneses podrían capturar el mercado de los microprocesadores y, luego, la producción de las mismas computadoras.

Una segunda teoría, más general, citaba la "crisis" de las DRAM's como una evidencia clave de que "la industria realmente importa". En otras palabras, Estados Unidos necesitaba tener una base de manufactura (incluyendo las DRAM's) si deseaba ser un actor clave en la nueva economía de servicios. La lógica era: Usted no puede diseñar autos que no pueda construir ni puede escribir software para artículos que no pueda fabricar.

Una tercera teoría era que los japoneses habían encontrado una suerte de varita mágica - un nuevo sistema de asociación entre el sector privado y el sector público - que era irreconciliable con el capitalismo norteamericano.

Armada con estos poderosos argumentos, la industria de semiconductores de los Estados Unidos logró que la Administración Reagan presionara a los japoneses a un acuerdo "voluntario" de restricción de sus embarques de productos de memoria hacia los Estados Unidos. Hoy, quince años después, no queda un solo chip nuevo japonés de memoria en todo el planeta. ¿Qué sucedió?


Dónde estaban equivocados

El primer supuesto falso era que los chips DRAM eran un caballo de Troya que finalmente podrían llevar a una rendición de la industria de la computación de los Estados Unidos.

Ellos - los japoneses - inicialmente pusieron su mirada en capturar las memorias de las computadoras. Luego se deslizarían al negocio de los microprocesadores, después a las computadoras personales y, finalmente, a las computadoras de mayor poder. La propuesta de esta teoría del dominó industrial era perfectamente errónea. Fabricar un producto de rápida evolución tal como los chips de memoria se transformó en cabalgar a un tigre.


La inundación de chips

No sólo que el producto era un commodity, sino que cada dos años aproximadamente una nueva generación de chips más poderosos requirieron que los japoneses gastaran miles de millones en nuevas plantas para fabricarlos.

Estos grandes costos fijos forzaron a los fabricantes a vender tantos chips de memoria como les fuera posible por cualquier precio que pudieran conseguir, lo cual inundó el mercado y mantuvo las ganancias bajas.

Cuando la burbuja japonesa reventó hace una década, y las compañías fueron presionadas súbitamente por efectivo y su prima cercana, la rentabilidad, abandonaron el negocio.

Hoy, que la industria ha madurado, dos de los tres grandes fabricantes de DRAM's son coreanos - Samsung y Hynix. Uno es norteamericano - Micron - y el cuarto, Infineon, es alemán. Las DRAM's, como las partes de automóviles y otros ejemplos de integración vertical, probaron no ser una ventaja sino una carga para las empresas japonesas.

La segunda ruptura causada por el nuevo pensamiento fue que, a pesar de los anuncios alarmantes, los mercados globalmente interconectados proveen, después de todo, todos los nexos necesarios para la economía de los Estados Unidos.

Las memorias para computadoras japonesas baratas permitieron a la industria de la tecnología de la información norteamericana - no a su contraparte japonesa - imponerse en el mundo. Sin el bloqueo de las grandes inversiones ligadas a la producción de chips, las empresas de computadoras estadounidenses invirtieron para usar los chips japoneses y hacer computadoras baratas y ubicuas.

Las memorias para computadoras japonesas baratas también permitieron a las compañías de software estadounidenses escribir programas más poderosos, productivos y entretenidos. Y ayudaron a establecer el monopolio de los Estados Unidos en los sistemas operativos.


Fácil acceso

Estos desarrollos ilustraron un nuevo principio - y, al mismo tiempo, restablecieron uno más viejo - de una economía mundial interconectada e intensiva en información.

En un mundo en el cual se puede tener acceso a cualquier recurso, producto, servicio, bien, materia prima, componente o factor, la clave de la competitividad de la empresa es determinar la mejor forma de agregar valor a esa variada colección. Importa mucho menos controlar todos los pasos a lo largo de la cadena de valor, siempre que hay un fácil acceso a sus diversos componentes.

Y un corolario es que, contrariamente a la adicción de los ochenta, la manufactura realmente no importa tanto. Esto no es denigrar a la industria. Pero ahora hemos visto que actualmente un país no necesita hacer chips de memoria para escribir y vender software o, en general, producir cosas para financiarlas o diseñarlas.


Importan los servicios

La capacidad de Internet de proveer información sin costo en cualquier lugar permite a la industria ir donde quiera que desee. Seguro, los costos del trabajo todavía cuentan.

Pero, crecientemente, la industria va donde hay una estructura de servicios para apoyarla - lo que significa telecomunicaciones, transporte, procesamiento de información y similares.

En la era de la información, los servicios importan al menos tanto como la industria. Coincidentemente, esta es una razón de peso de porqué los países en desarrollo que miran al futuro necesitan en su propio interés liberalizar el comercio de servicios y bajar los costos de hacer negocios en sus territorios.


El gran final

Mientras los conglomerados incestuosos de Japón estaban intentando dominar el negocio completo de la computación a través de la sobreinversión y la producción a pérdida, especialistas estadounidenses tales como Microsoft, Oracle, Cisco y Dell fueron eficientemente atacando porciones individuales de esos territorios y dominándolas.

En esencia, tomaron el bloque verticalmente integrado y lo giraron 90 grados, especializándose en segmentos horizontales del sector en vez de competir para proveer todo el conjunto vertical. El enfoque más abierto de los Estados Unidos - tomar lo que el mercado ofrece y encontrar una forma de agregarle valor - resultó dominante sobre el enfoque japonés de la asociación del sector público y el privado y la planificación.


Cae la teoría del dominó

El fracaso de la teoría del dominó económico, que llevó en los Estados Unidos a la protección de los semiconductores en los años ochenta, nos recuerda que proteger las industrias locales raramente logra algo valioso - más que salvar los pocos puestos de trabajo que aún quedan. En síntesis, el alimento de un hombre es el veneno de otro hombre.

El acero extranjero barato lleva a automóviles, equipos de construcción y artefactos locales de menor costo. Los productos textiles extranjeros baratos llevan a productos de la moda de Estados Unidos de menor costo. La memoria de computadora barata lleva a una abundancia de nuevos equipos electrónicos y sus aplicaciones.

Una economía abierta y competitiva toma lo que el mundo ofrece y lo transforma en algo más valioso. Como en el caso de los chips japoneses, que ya no existen, las importaciones baratas no son algo de lo que las economías inteligentes necesiten protección.
Agenda Estratégica , 07/06/2002

 

 

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