Tiempo de descuento. (Tercera Parte)

 

Texto completo de las exposiciones de Jorge Raventos, Pascual Albanese y Jorge Castro en la Mesa de Análisis de Segundo Centenario, el 4 de junio de 2002.
Jorge Castro:

La realidad de las situaciones de crisis desmiente la validez de aquel lugar común que indica que "más vale tarde que nunca". El mundo globalizado no premia la lucidez tardía. En situaciones de crisis de una envergadura semejante a la que enfrenta la Argentina de hoy, la velocidad de una decisión es casi tan importante como su contenido mismo. En ese sentido, puede afirmarse que "tarde" y "nunca" son virtualmente sinónimos.

La modificación de la ley de quiebras, la derogación de la ley de subversión económica y la firma del acuerdo fiscal entre el gobierno nacional y las provincias terminan de cumplir con las precondiciones establecidas por el Fondo Monetario Internacional para iniciar negociaciones formales con la Argentina.

En términos prácticos, la negociación con el FMI girará a partir de ahora en torno a la elaboración de lo que la Secretaría del Tesoro norteamericano definió como un plan económico sustentable. En la visión ya trasmitida extraoficialmente por los directivos del FMI a círculos políticos y empresarios de la Argentina, la noción de plan económico sustentable está asociada a dos elementos básicos: un programa coherente y un gobierno creíble.

Sin embargo, la profundización de la crisis hace que el curso de esas negociaciones y sus eventuales resultados más o menos inmediatos sean ya casi irrelevantes en relación a los acontecimientos políticos y sociales que se avecinan.

Las previsiones más moderadas y prudentes indican que este año el producto bruto interno de la Argentina caerá más de un 12 %. La mayoría de los pronósticos sitúan esa cifra en alrededor del 15 %, o incluso más. En cualquier caso, es la cifra de caída del producto más alta de toda la historia económica del país.

En diciembre de 1999, las reservas monetarias del Banco Central eran de 33.000 millones de dólares. En los dos años del gobierno de la Alianza, descendieron a menos de 20.000 millones de dólares. La pérdida fue de un poco más de 13.000 millones de dólares. Entre enero y mayo de este año, las reservas monetarias descendieron de 19.425 millones de dólares a una cifra apenas superior a los 10.000 millones de dólares. En sólo cinco meses, es una pérdida de reservas monetarias de casi el 50% del total, más de nueve mil millones de dólares.

En este mismo período, la circulación monetaria creció de 10.959 millones de pesos a 15.306 millones de pesos. La emisión monetaria creció en 6.600 millones de pesos, sin incluir por supuesto dentro de este cálculo el incremento en la emisión de las cuasi monedas provinciales.

La pérdida de depósitos del sistema financiero, a pesar de las restricciones impuestas por el "corralito", fue en los últimos cinco meses de 19.000 millones de pesos. En el mes de mayo, y casi sin que hubieran mediado salidas significativas de depósitos por vía de los recursos de amparo, esa fuga de fondos de los bancos fue de 3.139 millones de pesos. En los últimos días, el ritmo de la extracción de depósitos fue el más alto de la historia financiera argentina, con excepción de la última semana de noviembre de año pasado, que culminó con la fenomenal estampida bancaria del viernes 30 de noviembre, que forzó la instauración del "corralito financiero".

La actual corrida bancaria, iniciada en marzo del año pasado, lleva ya catorce meses de duración ininterrumpida. Es la corrida bancaria más prolongada de la historia del capitalismo. Supera en sus dimensiones y en su longitud temporal a la experimentada por Estados Unidos luego de la crisis de 1929. Hace apenas catorce meses, la totalidad de los depósitos en el sistema financiero argentino ascendía a 85.000 millones de dólares. En la actualidad, fuga y devaluación mediante, sólo queda menos de la décima parte, alrededor de 8.000 millones de dólares, cifra que, además, viene descendiendo día tras día. No hay ningún antecedente en el mundo de una caída semejante.

En las últimas veinte semanas, desde el 11 de febrero en que comenzó la libre flotación del tipo de cambio, el Banco Central volcó a la plaza alrededor de 2.500 millones de dólares para atenuar la constante alza de la cotización de la divisa norteamericana. Desde la salida de la convertibilidad, la devaluación monetaria es de aproximadamente el 267 %. Las operaciones sobre el dólar futuro en el mercado a término de cambios se realizan hoy con una cotización del dólar a 9,50 pesos. Esa es la previsión de los agentes económicos acerca del tipo de cambio para dentro de doce meses.

Mientras tanto, la recaudación fiscal en el mes de mayo aumentó en términos nominales un 2,9 %. En términos reales, es decir, teniendo en cuenta la tasa de inflación, el volumen recaudado implica una caída de más del 25 % en relación a idéntico mes del año pasado.

Con los datos de mayo, en lo que va del año el índice general de precios al consumidor, según las estimaciones oficiales, aumentó ya cerca de un 30 %. El índice de aumento de los precios mayoristas más que duplica esa cifra y, según la información proporcionada por ADELCO, el índice de incremento de precios en la canasta básica alimentaria trepó al 70,4 %.

Estos incrementos de precios ocurrieron a pesar de la profundización de la recesión. Las ventas en los supermercados en el mes de abril cayeron, en volumen, más del 30 % en relación al mismo mes del año pasado. Según un relevamiento nacional efectuado por la Coordinadora de Entidades Mercantiles Empresarias - CAME -, la venta y el alquiler de inmuebles descendieron en mayo un 87 %. En los primeros cinco meses del año, la cifra de automóviles vendidos es inferior a la cantidad de vehículos robados.

Estos datos tienen una directa correlación con la situación social. Por primera vez en su historia, el porcentaje de la población argentina que vive por debajo de la denominada "línea de pobreza", que en las actuales circunstancias equivale a ingresos menores a los 720 pesos, llegó al 52 %. Más de la mitad de los argentinos están hoy por debajo de la "línea de pobreza". Esta cifra supera al triste récord histórico en la materia, que fue el 47 % de la población por debajo de ese índice de pobreza, alcanzado durante el estallido hiperinflacionario de junio de 1989. Lo mismo sucede con el índice de desempleo, situado ya por encima del 25 %.

Este ritmo de incremento de los niveles de pobreza y de desempleo es verdaderamente inédito. Un estudio de la consultora EQUIS, que dirige el sociólogo Artemio López, estima que entre abril y octubre del año pasado dos mil argentinos quedaban diariamente por debajo de esa "línea de pobreza". Entre octubre del año pasado y marzo de este año, esa cifra se cuadruplicó. Trepó a ocho mil argentinos por día. Pero durante los últimos dos meses de este año, en abril y mayo, son ya 17.000 los argentinos que por día caen en esa condición.

Una curva semejante siguió la evolución del porcentaje de la población en situación ya no de pobreza sino de indigencia, es decir con un nivel de ingresos que no alcanzan para la comida necesaria para procurarle las calorías básicas para una dieta adecuada. Ese porcentaje llega actualmente al 21 % de la población. En el Gran Buenos Aires, en los últimos años de la década del 90, el nivel de indigencia se encontraba en un 7 %. En mayo del año pasado, con la profundización de la recesión, alcanzó el 10,5 %. En mayo de este año, se estima ya que vive en el nivel de indigencia un 19 % de la población argentina.

La explicación es relativamente sencilla. El mismo Artemio López calcula que, en condiciones de congelamiento salarial, por cada punto de aumento en el índice de inflación ingresan en la condición de pobreza entre el 0,3 % y el 0,4 % de la población argentina, o sea entre 120.000 y 150.000 personas.

Una evolución semejante sigue la curva de desempleo. La tasa de desocupación en la Argentina supera ya el 25 % de la población económicamente activa. Es la tasa de desempleo más elevada de toda la historia. Pero esa tendencia se acentúa día tras día. Según la medición de la consultora Tendencias Económicas, en el mes de mayo se registraron 115.000 despidos. Esa cantidad significa un aumento del 358 % en relación al mes de abril y un 6.221 % en comparación con el mes de mayo del año pasado. En los primeros cinco meses de este año, el número de despidos supera veinticuatro veces el registro de igual período del año 2001.

Pero esa tendencia se acentúa día tras día. Un informe de la Sociedad de Estudios Laborales, que dirige Ernesto Kritz, establece que el achicamiento del sistema bancario implicará una reducción de personal de aproximadamente el 50 %. De una planta de 200.000 empleados bancarios, se bajará a una planta de alrededor de 100.000 empleados. Esa brutal reducción golpeará muy especialmente sobre los niveles de empleo de la clase media de la ciudad de Buenos Aires, ya que el 60 % del personal de los bancos está asentado en esta ciudad.

En síntesis, los niveles de pobreza y de desempleo de la Argentina de junio de 2002 crecieron más de un cincuenta por ciento en relación a los índices de diciembre de 1999.

En este contexto, cabe prever en los próximos meses una combinación explosiva entre una fuerte escalada inflacionaria, incluso con una alta probabilidad de un estallido hiperinflacionario, un mayor incremento de los actuales índices de desempleo y de pobreza y un sustancial aumento de la conflictividad social, con altos picos de violencia.

Pocas veces como en la Argentina de hoy puede corroborarse con mayor exactitud la regla histórica que establece que, en las circunstancias excepcionales de crisis, no es la voluntad política de los actores, sino la implacable lógica de los hechos, el vector principal que guía el curso de los acontecimientos.

Ni el gobierno ni ningún actor político de efectiva relevancia nacional pugna actualmente por el adelantamiento de las elecciones presidenciales. Sin embargo, existe un consenso generalizado, algo así como un secreto a voces, acerca de que estamos ante una etapa políticamente agotada. Resulta obvio que el actual gobierno de transición está llegando a su fin. El adelantamiento de la convocatoria electoral está a la vuelta de la esquina.

La consecuencia inexorable de este panorama es una acentuación de la descomposición del poder político y un inevitable llamado a elecciones anticipadas antes de fin de año, en medio de una situación que, en el mejor de los casos, será un estado de crisis agravada y, en el peor, un escenario de caos generalizado.

No es para nada casual que, frente a este panorama, el Ministro de Defensa Horacio Jaunarena y el Jefe del Estado Mayor General del Ejército hayan coincidido en estos días en la conveniencia de plantear el debate acerca de la reformulación integral del sistema nacional de defensa y seguridad y en respaldar la creación de un Ministerio de Defensa y Seguridad.

Si este diagnóstico sobre la evolución de la situación se acerca aproximadamente a la realidad de los hechos, habrá que estar atento a ciertos cambios en el comportamiento de la opinión pública. Porque la única característica verdaderamente constante de la opinión pública es que cambia en función de las circunstancias.

Frente a una situación de inflación descontrolada y de veloz propagación de la violencia social, es altamente probable que se produzca un vuelco de la mayoría de la opinión pública argentina hacia una doble exigencia de estabilidad monetaria y de restablecimiento del orden público, convertidas en las dos prioridades absolutas y casi excluyentes de la agenda política argentina.

Vamos entonces en camino hacia un escenario electoral altamente polarizado. Por un lado, se insinúa la aparición de una coalición de fuerzas de izquierda y centro-izquierda, vertebrada alrededor de la candidatura presidencial de Elisa Carrió, aliada o no a Luis Zamora, y con el probable respaldo de un sector del radicalismo.

Enfrente, estará el peronismo, colocado a la cabeza de una gran coalición transversal de fuerzas de centro y de centro derecha, unificada en torno a un proyecto orientado básicamente hacia la reconstrucción del poder político para el restablecimiento de la gobernabilidad, que implica ante todo la recuperación de la estabilidad monetaria, y hacia la reinserción internacional de la Argentina, que supone en primer lugar la negociación de un acuerdo estratégico con la administración republicana de Washington.

La aceleración del tiempo de la definición de la crisis hace que el centro de gravedad de esta vasta coalición política y social no puede sino estar situado dentro del peronismo. Porque el monumental fracaso del gobierno de la Alianza, y la momentánea ausencia en el actual escenario de ninguna otra opción de poder, ha erigido al peronismo, más que por sus propias virtudes por el brutal imperio de las circunstancias, en la única fuerza política en aptitud de articular esa confluencia de fuerzas y capaz de garantizar la gobernabilidad de la Argentina.

En la última reunión entre el presidente Duhalde y los gobernadores peronistas, realizada en La Pampa hubo un dato importante que pasó relativamente desapercibido. Quedó virtualmente descartada la aplicación de la ley de lemas para la futura elección presidencial. De allí la importancia que tendrá la definición de la próxima, y muy probablemente inminente, "interna" partidaria del justicialismo, que será de carácter abierto, o sea, con la amplia participación de sus afiliados y la activa intervención de la ciudadanía independiente. En estas circunstancias, la "interna" peronista no es un asunto de carácter exclusivo del justicialismo. Es una cuestión de absoluto interés nacional.

Esto no significa en absoluto de que el peronismo por sí solo pueda asumir la responsabilidad de enfrentar y resolver la crisis argentina. Muy por el contrario, es imprescindible forjar esa amplia coalición de fuerzas, que reclama la participación protagónica de vastos sectores independientes y el activo respaldo de los factores de poder, incluidos por supuesto la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas y los actores económicos nacionales e internacionales vinculados con la reinserción internacional de la Argentina.

Estamos entonces frente a una carrera contra el reloj. Por un lado, la necesidad acuciante del peronismo de legitimar a través del voto un liderazgo político unificado y una fórmula presidencial. Por el otro, la proximidad de nuevos y violentos estallidos sociales. Hay que prepararse entonces ya mismo para una etapa de enorme movilización política y social, en la que estará en juego nada más y nada menos que la suerte de la Argentina de los próximos años.
Segundo Centenario , 04/06/2002

 

 

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