Dolarización: el debate recién comienza

 

Nota del entonces Secretario de Planeamiento Estratégico Dr. Jorge Castro publicada en el Diario El Cronista, el 6 de octubre de 1999
El debate sobre la dolarización avanza en todo el continente americano. El número dos del Fondo Monetario Internacional, Stanley Fischer, afirmó el 30 de septiembre pasado en El Cronista que el proyecto de dolarización de la economía impulsado por el gobierno argentino "es una idea muy interesante" y que "se debe seguir explorando", porque es el próximo paso después de la convertibilidad.

La semana pasada se anunció que el senador estadounidense Connie Mack (R-Florida) prepara un proyecto para posibilitar que la Reserva Federal comparta el "señoreaje" con los países dispuestos a dolarizar sus economías. El dato es importante, si se tiene en cuenta que la pérdida del señoreaje, que en el caso de la Argentina ascendería a alrededor de 780 millones de dólares anuales, había sido esgrimida como uno de los principales argumentos en contra de la propuesta de dolarización.

Simultáneamente, continuaron en Washington las conversaciones informales a nivel técnico entre funcionarios del Banco Central de la República Argentina y sus pares de la Reserva Federal. El mantenimiento de esta vía de diálogo bilateral resulta fundamental en esta etapa de transición política: las autoridades del Banco Central tienen un mandato legal que expira recién en el año 2003.

Al mismo tiempo, crece la tendencia a favor de la dolarización entre los dos socios comerciales de Estados Unidos en el NAFTA. En México, que concentra alrededor del 80% de su comercio exterior con su vecino del Norte, las voces más influyentes del mundo empresario se pronuncian a favor de la iniciativa. En Canadá, donde el debate también está instalado, la defensa más encendida de la iniciativa está a cargo de Québec, es decir, de los canadienses francófonos, que buscan profundizar su identidad cultural y nacional e intensificar su integración con Estados Unidos y la economía mundial, todo al mismo tiempo.

Por su parte, los países centroamericanos también analizan conjuntamente la alternativa de la dolarización, con El Salvador en una posición de vanguardia.

El avance de esta discusión en el seno de los países del NAFTA y del Mercado Común Centroamericano adquiere particular trascendencia en virtud de la puesta en marcha de las negociaciones hemisféricas, orientadas a la constitución de la Asociación del Libre Comercio Americano, cuya fecha de constitución está prevista para el año 2005.

En el actual contexto internacional, donde la crisis ha dejado de ser la excepción para convertirse en la norma, la dolarización es una herramienta política no sólo para disminuir el riesgo-país, sino también para enfrentar en mejores condiciones una nueva crisis financiera internacional.

La propuesta argentina de dolarización, concebida como primer paso hacia una moneda única continental, es una muestra de lo que es la política en la era de la globalización. Como diría Charles De Gaulle, la política es "el arte de conducir lo inevitable" para adecuarse a las necesidades estructurales del tiempo histórico en que nos toca vivir.

La tercera fase del proceso de globalización -luego de la globalización financiera y productiva- se caracteriza por la emergencia de monedas globales con un significativo predominio del dólar estadounidense. No resulta decisivo si en el futuro habrá una o dos monedas mundiales. Lo fundamental es que el proceso de globalización ha arribado a una tercera fase, que implica, en forma cada vez más acelerada, la globalización monetaria.

El dólar es hoy la moneda global por excelencia. Es, por ejemplo, la moneda en la que se encuentra la mayor parte de las reservas oficiales del mundo. Actualmente, el 65% del total de reservas de divisas en los bancos centrales consiste en dólares estadounidenses. El dólar es también la moneda mediante la cual se realiza la mayor parte de las transacciones internacionales. La proporción de transacciones que involucran dólares ronda el 83%. Aproximadamente, la mitad de las exportaciones de los países industriales es denominada en dólares, mientras se denomina cerca de un cuarto en marcos alemanes y un décimo, o menos, en libras esterlinas, francos y yenes. En 1996, cerca del 75% de las emisiones de bonos externos se realizaron en dólares. La fortaleza del dólar también se refleja en que su único competidor, el euro, ya ha perdido un 11% respecto de la moneda estadounidense desde su nacimiento, a principios de 1999.

Según estimaciones de la Reserva Federal de Estados Unidos, el circulante de dólares alcanza en este momento los 480.000 millones. De esta cifra, se calcula que más de 300.000 millones se encuentran fuera de Estados Unidos, es decir, más del 62% de los dólares emitidos se encuentran en el exterior y sirven como moneda global.

Surge de este modo una masa de moneda mundial, totalmente "anónima", ajena al control estatal, y sus movimientos tienen un gran impacto en los flujos de financiamiento, comercio e inversión, superando ampliamente el comercio mundial y las inversiones transnacionales. Lo fundamental es que los movimientos financieros de capital se independizan de la economía real de productos y servicios y de control de los Estados. Desde este punto de vista, tanto el surgimiento del euro como moneda única continental europea, cuanto una eventual zona monetaria americana son, fundamentalmente, institucionalizaciones de lo que ya constituye una realidad en expansión.

Igualmente importante es la fuerte presencia de la moneda estadounidense en la economía argentina. El Fondo Monetario Internacional considera que un país que tenga su base monetaria (M2, M3, M4) con más de un 30% en dólares debe ser considerado un país dolarizado. Teniendo en cuenta ese parámetro, podemos considerar que la Argentina es ya un país dolarizado, ya que el 60% de sus depósitos bancarios, sus certificados de depósitos y otros instrumentos bancarios están expresados en dólares.

En términos institucionales, la diferencia entre un Tratado de Asociación Monetaria con Estados Unidos y la dolarización unilateral reside en la fuerza y legitimidad posterior de la primera medida. Un Tratado de Asociación Monetaria supone el logro de un amplio consenso entre el complejo sistema político americano y el de la Argentina. La puesta en marcha de la dolarización en este contexto aseguraría un altísimo nivel de credibilidad y reduciría considerablemente el riesgo-país, con la consiguiente disminución de las tasas de interés externas e internas.

Desde un punto de vista estratégico, la crítica al proyecto de dolarización basada en la pérdida del señoreaje representa una aproximación que sólo toma en cuenta las consecuencias de corto plazo de tal medida.

Uno de los objetivos de la dolarización es la reducción del riesgo-país. La baja de esta tasa es el objetivo estratégico de la Argentina. Es lo que define el nivel de ingreso de capitales y, por lo tanto, la tasa de acumulación de la Argentina. La pérdida por el señoreaje es importante, y debe negociarse, pero adquiere un carácter circunstancial frente a la enorme posibilidad de crecimiento que se abre, si disminuye la tasa de riesgo-país.

Estimaciones recientes muestran que cada punto de caída en la tasa de riesgo-país representa 1.000 millones de dólares en ahorro. Se estima que un 30% de la tasa de riesgo-país corresponde exclusivamente al riesgo cambiario. En este plano, las pérdidas por el señoreaje adquieren otra medida.

La tendencia estratégica inexorable apunta hacia la convergencia generalizada de las monedas nacionales en una o dos grandes monedas mundiales. El proyecto de dolarización de la economía se orienta a fortalecer la gobernabilidad del país, entendida como la capacidad para tomar decisiones drásticas en situaciones adversas y ejercer el poder político democrático en forma continuada en un marco de crisis. En este sentido, la gobernabilidad en la era de la globalización es, ante todo, fiscal y monetaria, y la dolarización de la economía es una herramienta estratégica para fortalecerla. El próximo gobierno hará bien en continuar ese camino. Responde al interés nacional.

Jorge Castro , 10/6/99