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La supremacía norteamericana en perspectiva. (Cuarta Parte) |
Dos profesores del Departamento de Gobierno del Dartmouth College establecen las características del actual sistema mundial de poder y sus consecuencias en el escenario de la política global. |
Resistiendo la tentación
Considere la cuestión que preocupaba a muchos observadores antes del 11 de Septiembre: o vincular o contener a potenciales desafiantes de gran poder, como China. Los adherentes de la vinculación argumentaban que la mejor manera de moderar el comportamiento chino (tanto interno como externo) era unir al país al sistema político y económico internacional de forma tan completa como fuera posible. Los adherentes de la contención, en el mismo tiempo, argumentaban que ese curso era demasiado riesgoso, porque podría acelerar la emergencia de un poder vigoroso pero todavía tiránico. En la extensión en que el análisis previo de la unilateralidad es correcto, los riesgos que acompañan la vinculación son menores, porque el margen de la superioridad de Estados Unidos es tan grande que es improbable que China plantee un desafío significativo a la dominancia de Estados Unidos durante décadas, no importa qué política sea seguida. En consecuencia, aunque la vinculación pueda no tener éxito, la oportunidad de que pueda tenerlo merece un intento y existirá suficiente tiempo para revertir el curso si fracasa.
Lo mismo se aplica aún con más fuerza a Rusia. Los hechos que siguieron a los ataques del 11 de Septiembre demostraron los beneficios de tener un amigo estable en el corazón de Asia, y los tres siglos precedentes demostraron los altos costos que podrían provenir de una Rusia autocrática que está extrayendo capacidades militares de su vasto territorio. Integrar completamente a Rusia al orden internacional reinante representaría un paso importante hacia la eliminación del perenne "problema ruso". Las instituciones políticas y económicas de Rusia tienen un largo camino por recorrer antes que tal integración sea factible, por supuesto, pero gracias a la unipolaridad hay suficiente tiempo para esperar y hay suficientes recursos para desplegar en ayuda.
Washington también necesita estar preocupado acerca del nivel de resentimiento que un curso unilateral activo engendraría entre sus principales aliados. Después de todo, es su influencia, no el poder, lo que es finalmente más valioso. Más lejos uno mira detrás del corto plazo inmediato, más claras devienen las cuestiones principales - el ambiente, la enfermedad, la migración y la estabilidad de la economía global, para nombrar unas pocas - que los Estados Unidos no puede resolver por sí mismo. Estos imponen repetidas negociaciones con varios asociados durante varios años. Debilitar las relaciones ahora llevará solo a un ambiente político más desafiante después.
Para el mundo en desarrollo, si Estados Unidos pudiera ayudar a mejorar las condiciones políticas, sociales y económicas, prácticamente todos se beneficiarían, los locales en forma directa y el resto del mundo en forma indirecta. Ninguna vara mágica puede transformar la situación de repente, pero los Estados Unidos no obstante pueden tomar una variedad de medidas que ayudarían en los márgenes. La más importante sería bajar las elevadas barreras proteccionistas del comercio que Washington mantiene para los productos agrícolas, el vestido y los textiles, todos cruciales para los proyectos económicos de gran parte del mundo en desarrollo. La apertura de los mercados de Estados Unidos a las exportaciones de los países en desarrollo en esas áreas no garantizaría un rápido desarrollo económico en el exterior y, aun si lo hace, el rápido desarrollo no es la panacea para todos los males. Pero hay pocas dudas de que ayudaría a las economías y a las sociedades de los países exportadores y también a la imagen de Norteamérica.
El presidente George W. Bush dijo recientemente: "Para ser serios en combatir la pobreza, debemos ser serios acerca de expandir el comercio...El mayor acceso a los mercados de los países ricos tiene un impacto directo e inmediato en las economías de las naciones en desarrollo". Pero las acciones son más importantes que las palabras. La reducción de las barreras comerciales domésticas sería precisamente la clase de política de Estados Unidos que reduciría las fricciones inevitables y los resentimientos que genera la unipolaridad. Significaría ir más allá de reaccionar a los desafíos a la seguridad cuando éstos se transforman en críticos y tratar, en primer lugar, de prevenir su emergencia. Implementado en forma completa y expandido a otros casos, este enfoque debería servir como el guante de terciopelo que cubriera el puño de hierro del poder norteamericano, demostrando que los Estados Unidos estaban interesados no sólo en sus intereses especiales propios sino también en los intereses de los otros.
La magnanimidad y la restricción frente a la tentación son principios de la capacidad de los estadistas que han probado su valor desde la Grecia clásica en adelante. Instalándose más elevados que los estados líderes del pasado, Estados Unidos tiene una libertad sin precedentes para hacer lo que le plazca. Puede jugar el juego para sí solo o para el sistema en su conjunto, puede focalizarse en pequeñas ganancias hoy o en otras más grandes mañana. Si la administración verdaderamente quiere ser amada tanto como temida, las respuestas políticas no son difíciles de encontrar.
Artículo publicado originalmente en "Foreign Affairs". |
Stephen G. Brooks y William C. Wohlforth , 26/07/2002 |
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