La transformación en la defensa.

 

Desde el 11 de septiembre, el interés del mundo en la defensa ha revivido por primera vez desde el final de la Guerra Fría. Pero la industria tiene que reinventarse a sí misma, para cumplir con los cambios que son necesarios para enfrentar los nuevos desafíos.
La defensa no es como cualquier otra actividad. Su producto - la capacidad de entregar muerte y destrucción, aunque principalmente en nombre de la contención, la paz y la seguridad - la hace no ser amada fuera de las comunidades en las que provee empleo. Esencialmente con un solo cliente por país, financiado por los impuestos - el gobierno -, esto difícilmente importa. Pero los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Estados Unidos pueden haber cambiado fundamentalmente la percepción de la gente sobre la industria.

Byron Callan, un analista de la industria de la defensa en Merrill Lynch, un banco de inversión, tiene una oficina cerca de lo que se denominaba el World Trade Center, en New York. "Cuando el segundo avión impactó, comenzamos a dejar nuestro edificio", recuerda. "En el momento en que cayó la segunda torre, miramos hacia arriba para ver un caza F-15 trazando círculos sobre nuestras cabezas. Todo el mundo dio vivas y aplaudió. Esa es la diferencia: la gente tiene más conciencia de la defensa y hay carta blanca para el presupuesto de defensa".

Para las bolsas del mundo, el 11 de septiembre fue una señal de "compre". Las acciones de las compañías de defensa volaron alto, después de más de una década de estancamiento causado por la caída del Muro de Berlín. Vance Coffman, el patrón de Lockheed Martin, la compañía de defensa más grande del mundo, piensa que las consecuencias de los ataques terroristas se traducirán en incrementos anuales del gasto norteamericano en defensa de 10 % o más. También espera que esto llevará a una transformación en los sistemas militares, con un nuevo énfasis en las armas de precisión y la movilidad, lo mejor para combatir enemigos que pueden ser difíciles de derribar.

Transformación es la palabra mágica en lo militar, para cambiar las fuerzas pesadas y de lento movimiento por unidades ágiles, que emplean lo último en tecnología de la información para entablar un combate computarizado. También es conocida como RAM (Revolución en Asuntos Militares). Andrew Krepinevich del Centre for Strategy and Budgetary Assessment, un "think-tank" de Washington, es un fuerte impulsor de la RAM y piensa que "el 11 de septiembre es una prueba de clase A para la transformación". Para Jim Thomson, que conduce RAND, la organización norteamericana líder en análisis de la defensa, "le dará a la transformación más impulso". Jerry Daniels, jefe de los negocios de defensa de Boeing, espera que las consecuencias de ese trágico día incluyan un nuevo énfasis en defender el territorio norteamericano, mayor interés en los aviones sin piloto y la comprensión de que el triunfo en una guerra ahora depende tanto de una información superior como del dominio de los cielos.

El presidente Bush ha prometido aumentar el presupuesto anual de defensa a más de 400.000 millones de dólares a lo largo de los próximos cinco años y, con este total, muchos observadores esperan que el presupuesto para adquisiciones ascienda nuevamente a cerca de 100.000 millones, después de una caída a alrededor de 50 mil millones el año pasado, desde su pico de 150 mil millones bajo el presidente Reagan, a mediados de los años 80.

No todos piensan que el dinero extra será necesariamente para más armas. Jay Korman de DFI, un "think-tank" de defensa en Washington, cree que mucho de este gasto será destinado a mantenimiento, salarios y otros beneficios, en vez de para más cazas, barcos y misiles. Y aun en los Estados Unidos, la defensa no se ha transformado en el negocio preferido por todos. Pero la mayoría de los analistas sienten con seguridad que los ataques terroristas le darán la industria de la defensa norteamericana un soporte de largo plazo.


Ciberguerras

De hecho, la industria ha producido grandes cambios desde mucho antes que el otoño pasado. Éstos tienen sus raíces en el colapso de la Unión Soviética, en la victoria de las fuerzas aliadas en la Guerra del Golfo y en las posibilidades tecnológicas de nuevas formas para hacer la guerra que surgieron en los años 90, empleando satélites espías y misiles inteligentes más que botas en el terreno. Las operaciones norteamericanas en Afganistán ya tienen más en común con los juegos de computación que con las tendencias bélicas de la Primera Guerra Mundial o la "blitzkrieg" de la Segunda Guerra. Pero sólo son vistas como las avanzadas de la RAM "centrada en redes", la guerra futura en la que todo esté conectado, desde los satélites espías a los aviones a los soldados con computadoras portátiles en el terreno, para asegurar un conocimiento completo y la capacidad de una respuesta instantánea.

Para prepararse para este mundo nuevo, la industria de los Estados Unidos ha estado consolidándose rápidamente, dejando sólo cinco grandes contratistas. Y hay otros cambios en marcha. Por ejemplo, en los últimos dos años, Northrop Grumman, un fabricante de jets cazas y bombarderos y de los sofisticados sistemas electrónicos que llevan a bordo, también se convirtió en el mayor constructor naval del mundo, adquiriendo dos astilleros a Litton Industries y Newport News. Kent Kresa, presidente de Northrop, ve a los barcos de guerra como algo más que sólo plataformas para el lanzamiento de aviones o misiles: para él son nodos en las guerras electrónicas, que serán ejecutadas desde lejos, con esas plataformas tradicionales como bases móviles. Hace unos pocos años, los barcos parecían fuera de moda, pero ahora visionarios como Kresa los ven como una parte esencial de la RAM. Sin embargo, Kresa también imagina otros nodos, cientos de miles por sobre la tierra, cuando el espacio se militarice crecientemente. El 1 de julio compró la parte de electrónica de TRW, una compañía aeroespacial y de autopartes, principalmente por su negocio en satélites.

Cincuenta años atrás, el alto gasto en defensa impulsado por la Guerra Fría produjo muchas innovaciones técnicas, desde los semiconductores hasta la energía nuclear, que proporcionaron grandes beneficios al resto de la economía. Ahora los flujos parecen haberse revertido, con la industria de la defensa mirando hacia el rápido avance tecnológico en los sectores comerciales, como la electrónica y el software para computación, para mantener las armas actualizadas. Pero las barreras entre la defensa y los demás negocios siguen siendo difíciles de atravesar. Las grandes esperanzas de que la defensa tomaría una nueva forma, después del colapso de la Unión Soviética, para convertirse en una industria global normal, fueron desechadas. En cambio, lo que surgió fue un negocio de un monto de alrededor de 200 mil millones de dólares anuales en el cual domina Estados Unidos, seguido detrás por Europa, y el resto del mundo es sólo una colección de industrias mayoritariamente atrasadas o subcontratistas de las norteamericanas. Hay una sensación en los Estados Unidos de que el gobierno está menos abierto a tratar con proveedores extranjeros de lo que estaba antes del 11 de septiembre, por los temores aumentaos acerca de que la tecnología de la defensa fluya hacia gobiernos u organizaciones indeseables.

Durante el medio siglo pasado hubo una marcada disparidad en el gasto de defensa entre Estados Unidos y Europa, que sobrevivió al final de la Guerra Fría. En promedio, los norteamericanos han gastado de 50 a 100 % más en defensa que los europeos, a pesar de los impuestos más bajos. Cuando fue necesario, desplazaron otros gastos domésticos, como los programas sociales, para encontrar el dinero. En Estados Unidos, en las actuales circunstancias nadie va a votar en contra de los aumentos para la defensa.

Por contraste, en Europa el gasto gubernamental es una porción mayor de la economía y el gasto en defensa es siempre un objetivo fácil para los recortes. Esto es especialmente cierto en Alemania. "Desde el colapso de la Unión Soviética, dice un diplomático británico en Washington, los alemanes simplemente piensan que el enemigo se ha ido". Con la excepción del Reino Unido y de Francia, los presupuestos para la defensa permanecerán igual en todas partes.

Artículo publicado originalmente en "The Economist".
Iain Carson , 02/08/2002

 

 

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