La gran reversión transatlántica de roles.

 

Las relaciones entre los Estados Unidos y Europa están atravesando un cambio profundo. Sin embargo, las raíces de este cambio trascienden los gustos y disgustos personales o las políticas partidarias. De hecho, las raíces de este cambio se encuentran en desarrollos ocurridos durante los últimos cien años.
A pesar de lo que creen muchos europeos y algunos norteamericanos, las diferencias en la cultura estratégica a través del Atlántico no brotaron naturalmente de los caracteres nacionales de los norteamericanos y los europeos. Después de todo, lo que los europeos ahora consideran su cultura estratégica más pacífica es, históricamente hablando, bastante nueva.


Rompiendo con el pasado.

Representa una evolución desde una cultura estratégica muy diferente, que dominó a Europa por cientos de años y duró al menos hasta la Primera Guerra Mundial.

Los gobiernos y los pueblos europeos que entusiastamente se lanzaron en esa guerra continental creían en una 'machtpolitik'.

Aunque las raíces de la visión europea del mundo actual - como las raíces de la misma Unión Europea - pueden ser rastreadas hacia atrás hasta la gran era del iluminismo, los políticos de las grandes potencias de Europa no siguieron, durante los pasados 300 años, los designios visionarios de los filósofos y los fisiócratas.


Hijos iluminados

Para los Estados Unidos, no hay nada a destiempo en su sólida confianza actual en la fuerza como una herramienta de las relaciones internacionales. Tampoco acerca de la inclinación hacia el unilateralismo y el alejamiento de una devoción a la ley internacional. Los norteamericanos también son hijos del iluminismo. Y en los primeros años de la república eran apóstoles más estrictos de su credo que los europeos.

Como muestran los hechos, los estadistas de los Estados Unidos del siglo XVIII y comienzos del XIX sonaban muy parecido a los estadistas europeos de hoy. Exaltaban las virtudes del comercio como el bálsamo suavizante de la competencia internacional. Y apelaban a la ley y a la opinión internacional por sobre la fuerza bruta.


Doble moral

Es cierto, los jóvenes Estados Unidos ejercieron la fuerza contra los pueblos más débiles en el continente norteamericano. Pero cuando trataron con los gigantes europeos proclamaron su renuncia a la fuerza. Y con bastante seguridad ridiculizaron como atavismos las políticas de poder de los imperios europeos de los siglos XVIII y XIX.

Dos siglos más tarde, los europeos y los norteamericanos han cambiado sus ubicaciones y sus perspectivas. Parcialmente, esto es porque en esos 200 años, pero especialmente en las décadas recientes, la ecuación de poder se ha dado vuelta dramáticamente: Cuando Estados Unidos era débil, practicaba las estrategias de la acción indirecta, las estrategias de la debilidad. Ahora que Estados Unidos es poderoso, actúa como lo hacen las naciones poderosas.

Cuando las grandes potencias europeas eran fuertes creían en la fortaleza y en la gloria marcial. Ahora, ellos ven el mundo a través de los ojos de las potencias más débiles.


¿Juicios adecuados?

Estos puntos de vista muy diferentes - débil versus fuerte - han producido naturalmente diferentes juicios estratégicos. También llevan a divergentes definiciones de amenazas, de los medios apropiados para enfrentarlas y hasta a diferentes cálculos de interés.

Lo que no se comprendió cabalmente, sin embargo, es que Europa ha sido débil militarmente desde hace mucho tiempo. Pero hasta muy recientemente, su debilidad ha sido oscurecida. La Segunda Guerra Mundial destruyó totalmente a las naciones europeas como potencias globales.

Y su incapacidad en la postguerra de proyectar la fuerza suficiente en el exterior para mantener los imperios coloniales en Asia, África y Medio Oriente los forzaron a retirarse en una escala masiva. Esta retirada llegó después de más de cinco siglos de dominancia imperial y es, quizás, la reducción de influencia global más significativa de la historia humana.


Escondiéndose detrás de la geografía

Durante medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, esta debilidad estaba enmascarada por las circunstancias geopolíticas únicas de la Guerra Fría. Empequeñecida por las dos superpotencias a sus flancos, una Europa debilitada, a pesar de eso, sirvió como el escenario estratégico central de la lucha mundial entre el comunismo y el capitalismo democrático.

La única, pero vital, misión estratégica de Europa durante este período fue defender su propio territorio contra cualquier ofensiva soviética, al menos hasta que llegaran los norteamericanos. Aunque recortada de la mayoría de las medidas tradicionales del status de gran potencia, Europa continuó siendo el pivote geopolítico.


Boxeando por encima de su peso

Esto, junto con la permanencia de hábitos de liderazgo mundial, permitió a los europeos retener influencia internacional más allá de los que sus capacidades militares recortadas hubieran tolerado.

Europa perdió su centralidad estratégica después que terminó la Guerra Fría. Pero llevó unos pocos años más para que la permanencia de la imagen de una Europa como potencia global se desdibujara.

Durante los años 90, la guerra en los Balcanes mantuvo tanto a los europeos como a los norteamericanos centrados en la importancia estratégica del continente y de la continuación de la relevancia de la OTAN. El crecimiento de la OTAN para incluir a antiguas naciones del Pacto de Varsovia y la consolidación de la victoria de la Guerra Fría también mantuvo a Europa en el primer plano de la discusión estratégica.


Brechas

Pero esto es sólo parte de la respuesta. Junto con estas consecuencias naturales de la brecha de poder transatlántica, hay también abierta una amplia brecha ideológica.

Los europeos, por causa de su experiencia histórica única del pasado medio siglo, han desarrollado un conjunto de ideales y principios que miran la utilidad y la moralidad del poder en forma diferente que los ideales y los principios de los norteamericanos, quienes no han compartido esa experiencia.


¿Una gran división?

Si el abismo estratégico entre los Estados Unidos y Europa aparece hoy más grande que nunca - y crece más ancho todavía a un ritmo preocupante - es porque estas diferencias materiales e ideológicas se refuerzan una a la otra. Aún más significativamente, la tendencia divisoria que producen juntas pueden ser imposibles de revertir.

Artículo publicado originalmente en "The Globalist".
Robert Kagan , 29/08/2002

 

 

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