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La crisis social: Desafío y respuesta. (Quinta Parte) |
Texto de la exposición de Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión política Segundo Centenario, el día 3 de septiembre de 2002. |
Educación y trabajo
En su encíclica "Centesimus Annus", el Papa Juan Pablo II afirma: "Si en otros tiempos el factor decisivo de la producción era la tierra y luego lo fue el capital, entendido como conjunto masivo de maquinaria y de bienes instrumentales, hoy en día el factor decisivo es cada vez más el hombre mismo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone en conocimiento mediante el saber científico y su capacidad de organización solidaria".
Y advierte el Papa: "De hecho, hoy muchos hombres, quizás la gran mayoría, no dispone de los medios que le permitan entrar de manera efectiva y humanamente digna en un sistema de empresa donde el trabajo ocupa un lugar realmente central. No tienen posibilidad de adquirir los conocimientos básicos que les ayuden a expresar su creatividad y desarrollar sus actividades. No consiguen entrar en la red de conocimientos y de intercomunicaciones que les permitirían ver apreciadas y utilizadas sus cualidades". Por tal motivo, agrega Juan Pablo II, "ellos, aunque no explotados propiamente, son marginados ampliamente y el desarrollo económico se realiza, por así decirlo, por encima de su alcance".
Este diagnóstico de Juan Pablo II, que señala la necesidad de una actualización en la propia doctrina social de la Iglesia, es absolutamente exacto. Coincide, entre otros, con autores como Alvin Toffler, cuando dice que "en cierto sentido, los conocimientos representan desde luego, para el poder de las finanzas, una amenaza a largo plazo muy superior a las de las organizaciones sindicales o los partidos políticos anticapitalistas. Porque, en términos relativos, la revolución de la información mengua en una economía capitalista la necesidad de capital por unidad producida". Y subraya: "Nada podría ser más revolucionario".
En las nuevas condiciones sociales y culturales surgidas del proceso de globalización del sistema productivo mundial, resulta cada vez más evidente que las crecientes desigualdades en la distribución del ingreso, la calidad del empleo, las posibilidades de incorporación al mundo del trabajo y hasta la línea divisoria entre la inclusión y la exclusión social estarán cada vez más determinadas por el acceso que tengan los países, las regiones, los grupos sociales y los individuos a los constantes adelantos derivados de la revolución tecnológica de nuestra época, en particular en el campo de la informática y de las telecomunicaciones.
En un mundo que ingresa aceleradamente en la sociedad del conocimiento, la distribución del conocimiento está cada vez más íntimamente ligada a la distribución del ingreso y a la distribución del poder. De allí que pueda afirmarse que, en las nuevas condiciones planteadas por la revolución tecnológica de nuestra época, la educación es el principal instrumento para la justicia social.
Ningún paliativo social de corto plazo, por indispensable que resulte ante una situación de extrema necesidad, puede sustituir la plena incorporación al mundo del trabajo. Pero las posibilidades de inserción laboral y de ascenso social no se derivan única ni mecánicamente de la reanudación del crecimiento económico. Exigen también un fuerte salto cualitativo en los actuales niveles de formación profesional de la fuerza laboral, de modo de facilitar su mejor inserción en un sistema productivo cada vez más exigente y competitivo, en el que se expanden las diferentes modalidades del "teletrabajo".
Desde esta perspectiva, es sabido que la educación ha dejado de ser ya una etapa de la vida para convertirse en una dimensión permanente de la existencia humana. Más allá de la insoslayable transformación del sistema educativo formal en sus tres niveles tradicionales (primario, medio y universitario terciario), surge el imperativo de crear un "cuarto nivel" educativo, de características eminentemente no formales, que sea capaz de responder exitosamente a este nuevo y acuciante desafío social.
Esta verdadera cruzada educativa del siglo XXI tiene una envergadura histórica similar a la alfabetización masiva de la población encarada a fines del siglo XIX por Sarmiento y la generación del 80. El punto de partida es la puesta en marcha de un Plan Nacional de Alfabetización Informática, orientado hacia la capacitación masiva del conjunto de la población económicamente activa en el empleo de las nuevas tecnologías de la información.
A fines de la década del 90, la instalación de más de un millar de Centros Tecnológicos Comunitarios, en su mayoría administrados por organizaciones no gubernamentales y diseminados a lo largo y a lo ancho del país, constituyeron en este sentido otra experiencia revolucionaria, también interrumpida por el gobierno de la Alianza, que ahora es urgente retomar y profundizar.
En este punto, la Argentina también puede combinar exitosamente a dos de esas tres fortalezas estructurales anteriormente mencionadas. Así como en la lucha contra el hambre es posible articular la acción de las organizaciones sociales con la capacidad productiva de la cadena agroalimentaria, en el necesario entrecruzamiento entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo el país está en condiciones de hacer converger esa energía comunitaria con la utilización intensiva de una infraestructura en materia de telecomunicaciones que, como producto de la oleada de inversiones de cerca de 20.0000 millones de dólares realizadas en esta área estratégicamente fundamental durante la década del 90, se encuentra actualmente entre las más avanzadas tecnológicamente del planeta.
En este campo, pueden jugar un papel extraordinariamente relevante los medios de comunicación social, convertidos en agentes educativos. La transformación de ATC en un canal cultural y educativo consagrado a la formación profesional y la capacitación laboral es un poderoso vehículo de esta verdadera revolución de la educación y del trabajo, que en términos del mundo de hoy es una auténtica revolución social.
Las organizaciones sindicales tienen también un nuevo y decisivo rol que cumplir como nuevos actores educativos en el mundo laboral. Los futuros convenios colectivos de trabajo tendrán que prestar especial atención a los fondos específicos destinados a la formación y la capacitación profesional de los trabajadores. El sindicalismo argentino está llamado a constituirse en el principal actor educativo del siglo XXI. Así como hace treinta años la organización sindical encaró, y a su modo resolvió, el problema de la atención de la salud de los trabajadores, en esta nueva etapa histórica tiene la responsabilidad de impulsar este salto cualitativo en la formación profesional y la capacitación laboral de los trabajadores argentinos.
En términos de políticas de mediano y largo plazo, el acceso de la Argentina a la sociedad del conocimiento es la principal herramienta en el terreno de la lucha contra la pobreza y la marginalidad social. No se trata de encerrar a las políticas sociales dentro de los límites de un asistencialismo que perpetúa la condición de los que pretende socorrer. La política social no puede tender sino a la dignificación de los sectores más postergados, para que se convierten en artífices de su propio destino. |
Pascual Albanese , 03/09/2002 |
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