Una decisión estratégica para la Argentina.

 

En vísperas de una ofensiva estadounidense en Iraq, el alineamiento de la Argentina en esta guerra mundial de nuevo tipo contra el terrorismo transnacional, que es por definición una guerra sin fronteras, constituye la condición necesaria para tornarse en un país políticamente relevante.
La conmemoración del primer aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre, que coincidió con la reaparición pública de Ben Laden, sirvió para poner de relieve la significación histórica del cambio internacional registrado desde hace doce meses. Hay un punto de inflexión histórica en el proceso de globalización. Hasta el 11 de septiembre, la dinámica de la globalización económica había colocado a la política en un lugar secundario. La contradicción entre la aparición de un sistema económico mundial y la subsistencia de un sistema de instituciones políticas de carácter básicamente nacional y territorial provocó un retraso estructural de la acción política, incapaz influir decisivamente en el curso de los acontecimientos. Sin embargo, esa contradicción no podía eternizarse. Porque la aceleración del ritmo de la globalización económica generaba también, por primera vez en la historia del hombre, las bases materiales para el surgimiento de una verdadera sociedad mundial.

Como decía Hegel, "la historia progresa a veces por el lado oscuro". Los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono marcaron un antes y un después: Estados Unidos, convertido actualmente en el país eje del sistema de poder internacional, se vio obligado a colocar como su máxima prioridad política la lucha contra el terrorismo transnacional y, a tal efecto, encarar la construcción de un nuevo sistema de seguridad global, orientado principalmente a conjurar la amenaza de las redes terroristas y del narcotráfico.

Esa decisión, impuesta por los acontecimientos, implica en los hechos el retorno triunfal de la política como una dimensión insustituible para suscitar las condiciones de gobernabilidad de esa sociedad mundial. En este contexto, la definición de amigos y enemigos de los Estados Unidos está hoy íntimamente vinculada con la ubicación y el grado de compromiso que cada país adopte en esta contienda global.

Estamos en las vísperas de una ofensiva estadounidense en Iraq. La mayoría de la opinión pública norteamericana respalda la decisión anunciada por el presidente George Bush. Como sucedió anteriormente con la acción militar en Afganistán, y diez años atrás también con la guerra del Golfo, los aliados europeos de la OTAN no dejan de expresar sus reservas ante el "unilateralismo" estadounidense. Sin embargo, esa reticencia dista de ser unánime: como en aquellas dos oportunidades, el primer ministro laborista británico, Tony Blair, volvió a manifestar la determinación de su país de acompañar la iniciativa de la Casa Blanca. Esta vez, el jefe del gobierno español, José María Aznar, anticipó una posición coincidente con Gran Bretaña. Lo mismo ocurrirá seguramente con la Italia de Silvio Berlusconi.

Todo indica entonces que, en un momento relativamente próximo, los Estados Unidos habrán de contar con la "masa crítica" necesaria para emprender esa ofensiva contra el régimen de Saddam Hussein, que podría iniciarse antes de fin de año. En estas circunstancias, la Argentina estará obligada a definir una posición frente a este inminente conflicto.

La condición de aliado extra-OTAN de los Estados Unidos, adquirida en 1997, nos convierte en un caso único en América Latina, que configura un ingrediente fundamental a tener en cuenta a la hora de adoptar esa decisión. Desde esta perspectiva, el alineamiento de la Argentina en esta guerra mundial de nuevo tipo contra el terrorismo transnacional, que es por definición una guerra sin fronteras, constituye la condición necesaria para tornarse en un país políticamente relevante.

En ese sentido, puede decirse que la Argentina tiene por delante una oportunidad muy importante, casi irrepetible, para transformarse en el principal aliado estratégico de los Estados Unidos en el Cono Sur de América.

En la década del 90, la intervención de la Argentina en la guerra del Golfo fue el punto de partida en el camino de acercamiento con Estados Unidos, que sirvió como un anclaje de enorme importancia para la reinserción internacional del país, condición de posibilidad para la reconstrucción de una economía desvastada luego de las tremendas consecuencias del colapso hiperinflacionario de 1989.

En la actual situación de crisis económica y aislamiento externo, es conveniente reparar en el hecho de que hay en el mundo otro tren que está próximo a partir. Una apreciación estratégica correcta, que no surja de prejuicios ideológicos sino de una lúcida comprensión de que está en juego, indica que el legítimo interés nacional de la Argentina reside en subirse y no en quedarse en el andén.
Pascual Albanese , 12/09/2002

 

 

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