Un protagonismo indispensable.

 

La búsqueda de nuevas reglas de juego en la convivencia internacional está centrada hoy en dos aspectos básicos: la creación de un sistema de seguridad global y la implementación de mecanismos institucionales que permitan evitar o atenuar las consecuencias fuertemente negativas de las crisis financieras internacionales.
Hay un cambio de época, un nuevo punto de inflexión a nivel mundial. La década del 90 tuvo el sello de la globalización económica. De allí que sus actores principales no hayan sido los gobiernos, sino las grandes empresas trasnacionales, responsables de los dos tercios del comercio internacional. El comienzo de siglo, en cambio, está signado por otro hecho nuevo: el surgimiento, por primera vez en la historia del hombre, de una verdadera sociedad mundial, cuya configuración es el resultado de la aceleración del ritmo de la globalización y de la revolución tecnológica de nuestro tiempo. Y esa aparición obliga a la comunidad internacional a discutir el establecimiento de nuevas reglas de juego que aseguren la gobernabilidad de esa sociedad mundial que emerge aceleradamente a escala planetaria. Por eso, la etapa histórica que se inicia es de naturaleza fundamentalmente política.

Esa búsqueda de nuevas reglas de juego está centrada hoy en dos aspectos básicos de la convivencia internacional, que ya han escapado a las posibilidades de control de los estados nacionales: la creación de un sistema de seguridad global, de carácter cooperativo, orientado a combatir los peligros derivados del terrorismo transnacional y del narcotráfico, y la implementación de mecanismos institucionales que permitan evitar, o al menos atenuar, las consecuencias fuertemente negativas de las sucesivas y recurrentes crisis financieras internacionales. En ambos casos, estamos en vísperas de novedades importantes.

El discurso del presidente George Bush ante el Congreso norteamericano, en el que presentó oficialmente el documento sobre "La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos de América", constituye la constatación fáctica del agotamiento de la vigencia de los principios que rigieron las relaciones internacionales durante una larga era histórica que comenzó con el Tratado de Westfalia de 1648, que puso fin a tres décadas de guerras religiosas en Europa y sacralizó un orden mundial fundado en la soberanía de los estados nacionales.

El hecho de que, a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre del año pasado, Estados Unidos - cuya actual supremacía militar no tiene precedentes en la historia de los últimos siglos y su presupuesto de defensa equivale al de los quince países que lo siguen en orden de importancia - haya colocado en este punto la prioridad inequívoca de su política exterior indica que, guste o no, la redefinición del sistema de seguridad global ha pasado a ocupar el centro de la agenda política mundial. Todos los países están ahora forzados a asumir su responsabilidad en este replanteo.

Coincidentemente, el Fondo Monetario Internacional se apresta en estos días a iniciar la consideración de la propuesta presentada por la representante norteamericana, Anne Krueger, acerca del establecimiento de una legislación internacional que institucionalice un mecanismo legal similar al régimen jurídico de la quiebra para los casos de países que entren en cesación de pagos.

Esa iniciativa de Krueger cuenta con el respaldo del Secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y está inspirada en el informe presentado hace dos años al Congreso estadounidense por la "Comisión Meltzer" y en las tesis de otros destacados economistas próximos al Partido Republicano, que preconizan la creación de un régimen de responsabilidad compartida entre deudores y acreedores.

La Argentina no puede permanecer ajena a esta doble discusión. Su carácter de única aliada extra-OTAN de los Estados Unidos en América Latina y la necesidad de encarar una inmediata renegociación de su deuda externa, que le permita salir rápidamente del default proclamado por el gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, hacen imprescindible salir del aislamiento externo a través de la reasunción de un activo protagonismo político en el escenario mundial.

Más aún cuando la negociación de un acuerdo estratégico entre la Argentina y los Estados Unidos es el punto de partida para la reinserción internacional del país, que es la condición absolutamente necesaria para enfrentar y resolver la crisis.
Jorge Castro , 23/09/2002

 

 

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