El test de liderazgo de Europa.

 

Europa enfrenta este otoño una agenda que es intimidante por su amplitud, resonancia histórica y complejidad. Está en juego la capacidad del continente para rejuvenecer su organismo político, reformar su economía y reafirmarse internacionalmente.
El clímax esta planeado para que sea en la cumbre de Copenhagen en diciembre, cuando la Unión Europea complete las negociaciones para admitir a diez países del centro, este y sur de Europa en 2004, 15 años después de la caída del Muro de Berlín. Alrededor de esto existen temas intervinculados, desde la agricultura a la defensa de Europa, y una solución a la disputa desde hace décadas acerca de Chipre.

Cada una de estas cuestiones tiene el potencial para derribar a los otras: el camino al borde del precipio en la agricultura está virtualmente garantizado, oponiendo a países como el Reino Unido, Holanda y Suecia, los cuales quieren ver la reforma agrícola antes que más granjeros hambrientos de subsidios entren desde el este, contra los defensores del status quo en Francia, España e Irlanda.

Una ruptura amenazaría el agrandamiento, así como un segundo rechazo de los votantes de Irlanda del tratado de Niza, que contiene los cambios constitucionales incluyendo los derechos de voto para los nuevos ingresantes. El referendum de Irlanda probablemente será realizado en octubre. No se tomarán decisiones importantes hasta que éste quede fuera del camino, dejando un cronograma apretado.

La sustentabilidad del pacto de crecimiento y estabilidad de la UE, que sostiene al euro, será puesta a prueba por los deficits presupuestarios en Portugal, Francia, Alemania e Italia. Europa también enfrenta una recuperación económica inestable, mientras que sus empresas luchan por adaptar su modelo a la brusca caída en los mercados y las olas de los escándalos contables en los Estados Unidos.

Las relaciones transatlánticas raramente han sido más delicadas, con las diferencias entre los Estados Unidos y la Unión Europea sobre la Corte Criminal Internacional y las cuestiones comerciales. Por encima de ellos aparece la cuestión de Iraq, con los líderes europeos desesperados por evitar exponer sus divisiones y su capacidad limitada para influir en la política trazada en Washington.

Elecciones en Suecia, Alemania y Turquía, otro aspirante a candidato de la UE, completan un turbulento año democrático. Mucho ha sido causado por el giro hacia la derecha, pero algunas de las cuestiones más acuciantes confunden el análisis tradicional. Es un test de liderazgo no sólo para Dinamarca, que enfrenta una tarea dificultosa como ocupante de la presidencia rotativa de la UE, sino para los países mayores.

Ellos tienen la oportunidad para enfrentar los riesgos. Los líderes de Francia y Alemania tendrán mandatos recientes. Tony Blair retiene una amplia mayoría parlamentaria, mientras que Silvio Berlusconi en Italia está en una posición más fuerte que sus predecesores. Sería ingenuo esperar de ellos que abandonen la tradición de negociación de la UE. Pero hay ciertas piedras de toque que deben sostener.

La más crucial es asegurar que el agrandamiento continúa en marcha en términos que demuestran la voluntad de los miembros existentes de realizar sacrificios financieros y de no provocar el resentimiento hostil - y el posible rechazo popular - entre los países candidatos.

El proceso ya ha tomado un largo tiempo. Abrazando a los nuevos ingresantes con un espíritu de generosidad práctica, la UE energizará su economía y aumentará su autoridad moral en los asuntos internacionales. Si fracasa, su influencia será claramente disminuida.

Artículo publicado originalmente en "Financial Times".
Financial Times , 04/10/2002

 

 

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