El acceso de la Argentina a la Sociedad del Conocimiento

 

Exposición del entonces Secretario de Planeamiento Estratégico Dr. Jorge Castro en el Foro Segundo Centenario, el martes 7 de Abril de 1998
Les agradezco la presencia de Uds. esta noche, porque abre la posibilidad de hablar sobre el acceso generalizado de la sociedad argentina al mundo del conocimiento. A través del uso intensivo de las modernas tecnologías del procesamiento de la información y utilizando para eso la infraestructura tecnológica de las telecomunicaciones, que el país ha construido en los últimos 8 años, un instrumento que en términos comparativos es de primer nivel mundial.

Ante todo, una caracterización de la sociedad del conocimiento para tratar de alejar toda visión impresionística de lo que constituye el fenómeno central de la época. Lo característico de la sociedad fundada en el conocimiento, que es el sustento tecnológico de la globalización del sistema capitalista de fin de siglo, no es la aplicación del conocimiento científico a la producción, sino el hecho de que el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico se aplican en forma sistemática a sí mismos. Hay un fenómeno de retroalimentación del conocimiento científico y tecnológico sobre el propio conocimiento, de modo que el aumento del conocimiento sistemático se transforma en la principal fuente de aumento de la productividad al realizarse en un mecanismo de retroalimentación con respecto al propio conocimiento.

El resultado de esta novedad histórica es que hay una cercanía del mundo de la cultura al mundo de la producción como nunca antes se había experimentado en toda la historia de las sociedades modernas. En este sentido, es que lo que aparece como un factor productivo ya no es simplemente el desarrollo de los laboratorios en materia de conocimiento científico y tecnológico, sino también todo el desarrollo cultural del que dispone una sociedad. No sólo en lo que se refiere al nivel de conocimiento y de desarrollo cultural que esta sociedad disponga en un momento determinado, sino en lo que se refiere a su tradición, a su historia de conocimiento científico y tecnológico. En este caso, lo que aparece es que su ventaja comparativa es lo que esta sociedad haya acumulado a lo largo de su historia en materia de conocimiento científico y tecnológico.

Esto es lo que está en juego en la Argentina de hoy y en el mundo entero.

Hay un segundo aspecto directamente vinculado a las transformaciones sociales de la problemática de la época en lo que se refiere a la sociedad del conocimiento. Es la relación entre este tipo de sociedad fundada en el conocimiento, que a su vez se aplica al conocimiento, y la calificación profesional.

Se trata de la creciente convergencia entre la problemática del trabajo y la problemática de la educación o, dicho de otra manera, el acceso a las nuevas tecnologías del conocimiento se transforma en este tipo de sociedad en un prerrequisito de la inclusión social. Todos aquellos sectores o individuos que no dispongan de una capacidad para retroalimentar en forma permanente su nivel de conocimiento científico y tecnológico a través de un esfuerzo continuo de adecuación a las nuevas tecnologías tienden a ser excluidos de esta sociedad de altísimo nivel de competitividad, no solo de una vez, sino que se puede ser excluido en forma sucesiva y casi de manera inadvertida.

Esto no sucede únicamente con los sectores de menores ingresos ni de menores niveles educativos. Esta es una experiencia y un riesgo que sufren todos los sectores sociales, de todas las categorías socio-económicas y de todas las profesiones sin distinción alguna.

Todas las profesiones, todas las categorías socio-económicas están en riesgo y comienzan a experimentar un proceso de exclusión en la exacta medida que no realizan un esfuerzo deliberado para participar en la sociedad del conocimiento. Es esto lo que plantea en nuevos términos el problema de la relación que existe entre una economía de altísimo nivel de productividad fundada en el procesamiento de la información, esto es en la aplicación sistemática del conocimiento científico y tecnológico al propio conocimiento científico y tecnológico, con la dificultad que tiene la fuerza de trabajo para adecuarse a esta economía fundada en el procesamiento de la información y, por eso, de altísimo nivel de productividad, que exige y reclama cada vez más, establece cada vez más una exigencia permanentemente acentuada en lo que se refiere al nivel de calificación, al nivel de educación.

En estos términos se presenta lo que muy probablemente es el principal problema social de la Argentina de los últimos años del siglo. Lo que es una evidencia es que el país ha logrado, desde julio de 1989 y como respuesta al doble colapso hiperinflacionario de 1989-1990, establecer un sistema de instituciones económicas acorde a la época. A través de ellas y de la profundidad del nuevo contrato social surgido luego del colapso hiperinflacionario de esos años, el país ha logrado establecer un sistema, un mecanismo de acumulación, de altísimo nivel de productividad.

En el transcurso de los años que van desde 1990 a 1997 el Producto Bruto ha aumentado en la Argentina el 52%. El país, después de la crisis de 1995, ha entrado en una etapa de crecimiento sostenido, que hace que en 1997 el producto haya aumentado 8,4%. Luego, en medio de una crisis financiera internacional - que en un sentido estricto es la primera crisis financiera internacional de la historia del capitalismo, ya que abarca la totalidad de los mercados, tanto del mundo emergente como del primer mundo -, en los tres primeros meses de 1998 la tasa de crecimiento anualizada de la Argentina se encuentra nuevamente cercana al 8% anual.

Al mismo tiempo, lo que aparece con claridad es que esta economía de alto dinamismo, que se ha tornado fuertemente expansiva, también ha recuperado la capacidad de creación de puestos de trabajo. Superado el primer y brutal shock productivo que el país experimentó entre los años 1989 a 1996, en los que se absorbió con extraordinaria fuerza la liquidación de la hiperinflación de los años anteriores, el país adquirió un nivel de productividad único en su historia de las últimas cuatro décadas. En esta etapa lo que hubo fue pérdida o destrucción de puestos de trabajo. Pero en los últimos dos años lo que aparece es que la economía ha recuperado la capacidad de creación de puestos de trabajo y entonces lo que surge es que en el año 1997 se han creado 800.000 puestos de trabajo, y que a partir de octubre de 1996 hasta diciembre de 1997 en la Argentina se han creado 1 millón 200 mil puestos de trabajo. La desocupación, que en mayo de 1995 ascendió a 18,4% de la población económicamente activa, en este momento se encuentra en el orden de los 13,6% de la población económicamente activa. La tendencia es notoriamente a la disminución de la desocupación en la Argentina, y es razonable pensar que en un plazo no mayor de dos, quizás de tres años, el nivel de desocupación de la Argentina esté en un orden menor de los dos dígitos.

Una vez que se tiene en cuenta que esto que ocurre en la Argentina - esto es, el surgimiento de una economía de alto dinamismo, que se sustenta en una revolución tecnológica, cuyo dato fundamental es el procesamiento de la información, el hecho de que la información sistemática actúa sobre sí misma -, lo que aparece es que el verdadero problema social de la Argentina está cada vez más centrado en el distinto grado de inserción en el mundo del trabajo que se tiene según el grado de calificación y de educación de que dispongan quienes consiguen puestos de trabajo.

El problema central de la Argentina de estos años y de los próximos años es el problema de la creciente polarización social del país y de una distribución desigual del ingreso. El dato fundamental es que esta distribución desigual del ingreso está directamente vinculada al diferente acceso que se tenga al mundo del trabajo, según el grado de calificación de que se disponga.

El problema social fundamental de la Argentina, entonces, no está referido ya a la creación de puestos de trabajo. Incluso lo que es probable, es que una economía de alto dinamismo como tiene la Argentina, que ha ingresado a un ciclo largo de crecimiento, cumpla con la estimación que realizan los organismos financieros internacionales: con el nivel de reformas estructurales hechos por la Argentina hasta 1994, esto es, antes de la crisis del Tequila de 1995, la Argentina ha adquirido un piso de crecimiento de mediano a largo plazo, superior a los 10 años, del orden del 4,5% anual acumulativo. La estimación de los grandes bancos extranjeros en la Argentina es que con estas reformas estructurales, con el aumento de la productividad que el país ha logrado y utilizando el extraordinario flujo de inversiones extranjeras directas y de capitales que el país recibe como respuesta al cambio de las condiciones internacionales, en realidad, la Argentina tiene un piso de crecimiento - por lo menos por un período de 10 años, quizás más, depende de las condiciones internacionales - del orden del 7% anual y quizás todavía algo superior.

Un crecimiento de este tipo implica, ante todo, la creación de puestos de trabajo. Pero la creación de puestos de trabajo que implica un crecimiento de este tipo es una creación de puestos de trabajo de dos categorías: la simple expansión de la economía lleva a la creación de puestos de trabajo de menos calificación en gran escala, que favorecen a aquellos sectores sociales de menores ingresos, en el sentido de que los más pobres entre los pobres se ven favorecidos por el aumento del crecimiento de la creación de puestos de trabajo de baja calificación. En el mismo movimiento, esta economía expansiva también crea puestos de trabajo, pero de crecientes exigencias en lo que se refiere al nivel de calificación, porque son puestos de trabajo de una economía altamente competitiva, de elevado nivel de productividad.

Estos puestos de trabajo, que aumentan en forma sistemática, se encuentran con una creciente dificultad para ser satisfechos y ocupados. Ya no tanto por el lado de la demanda de puestos de trabajo, sino - en creciente dificultad - por el grado de limitación de la oferta de trabajo. En otros términos, lo que está ocurriendo en la Argentina de 1998 - y la tendencia de acentúa y se acelerará en los próximos años - es que el país tiene como principal dificultad las limitaciones de su oferta laboral para adecuarse a una economía de alto nivel de competitividad, de productividad. Esto afecta, fundamentalmente, ya no a los sectores de menores ingresos, que se encuentran en la base de la pirámide social, sino principalmente a los sectores medios de la sociedad, en el sentido de que lo que aparece es un retraso generalizado de la mano de obra argentina, de todas las profesiones y categorías sociales - salvo el núcleo de élite, de importante y creciente número, pero que todavía siguen siendo fuerzas o sectores reducidos dentro del conjunto de la fuerza del trabajo del país - para adecuarse a estas exigencias laborales cada vez mas estrictas, en lo que se refiere al nivel de calificación, al nivel de educación.

Sobre todo, esto se presenta en toda su dificultad, incluso en su dramatismo, en aquella franja situada entre los 40 y 50 años de edad. Mujeres y hombres que tienen una profesión o un trabajo durante una buena parte de su vida y que, de pronto, se encuentran retrasados en términos de sus calificaciones y de su especialidad y de su conocimiento técnico, con respecto a las exigencias de puestos de trabajo que tienen cada vez más un grado de reclamo de mayores niveles de conocimiento científico y tecnológico, propio de la sociedad del conocimiento, propio del mundo de la informática y de las telecomunicaciones. Esto es lo que plantea, en nuevos términos, la relación que existe en la Argentina entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo. Lo que aparece es que la Argentina se encuentra ante el extraordinario desafío de realizar un esfuerzo, que sólo puede surgir de la propia sociedad y por su propia iniciativa, para autoeducar la fuerza de trabajo ya existente de acuerdo a estas exigencias extraordinariamente estrictas de una sociedad del conocimiento, que se funda en niveles incesantemente elevados de conocimiento científico y tecnológico. Y aquí lo que aparece es la importancia de utilizar de manera innovadora y sobre la base de conceptos nuevos lo que la Argentina ha construido en estos años y que es una infraestuctura de las telecomunicaciones de importancia mundial.

En este aspecto, lo importante es lo siguiente: entre 1990 y 1997, incluyendo la inversión realizada en el sector de la televisión por cable, el total de inversión que la Argentina ha recibido en el sector de las telecomunicaciones asciende a 16.000 millones de dólares. El resultado de esta extraordinaria inversión es que la Argentina posee hoy una infraestructura de las telecomunicaciones prácticamente digitalizada en un cien por ciento, por un lado. Lo que ha ocurrido responde a una explicación muy simple: las empresas de telecomunicaciones que se hicieron cargo de la privatización de la empresa estatal telefónica se encontraron con una situación de verdadero colapso de la anterior empresa estatal y tuvieron que comenzar prácticamente de cero a desarrollar una infraestructura acorde con un mercado extraordinariamente expansivo.

En tecnología de telecomunicaciones, lo más moderno es, al mismo tiempo, lo más económico. En la Argentina, en estos años, se ha realizado un despliegue de la más avanzada infraestructura sobre la base de la utilización por las empresas que se hicieron cargo de la privatización de las tecnologías más modernas, que hace que la Argentina no sólo tenga hoy un sistema de telecomunicaciones digitalizado casi en un cien por ciento, sino que además tiene una proporción de fibra óptica por habitante que está entre los primeros del mundo, en términos de su relación con el número de habitantes.

Ahora, esto plantea el desafía de cómo utilizar esta infraestructura, más avanzada en muchos aspectos que grandes sectores del propio Estados Unidos - existen vastos sectores de los Estados Unidos que todavía tienen cableado de cobre, por que allí éste se mantuvo en buen estado y se lo reparó y se lo mantuvo a lo largo de todos estos años - mientras que en la Argentina, en la etapa previa a la privatización, simplemente no hubo reparación ni inversión durante largos años. De modo que la ironía de la situación es que, como ha ocurrido en otros sectores de la vida del país, el colapso del Estado y su intervención en el mundo productivo y en la infraestructura de las telecomunicaciones, ha hecho que se haya avanzado en la inversión en la infraestructura de las telecomunicaciones incluso por delante de muchos países del primer mundo. La cuestión es cómo utilizar esta extraordinaria infraestructura en términos tecnológicos para enfrentar el desafío de la autoeducación masiva de una sociedad que, sobre todo en los sectores decisivos, en donde se decide el sentido de este proceso , se encuentra fuera de las áreas formales de la educación institucionalizada.

Es imprescindible nuevas categorías para pensar en nuevos problemas, y acá tenemos nuevos problemas. El problema ya no es el de la educación para eliminar el analfabetismo. Tampoco es la educación para enseñar nuevas técnicas. El problema es cómo y de qué manera se puede utilizar esta infraestructura de las telecomunicaciones para responder al desafío de una etapa en una sociedad de alto nivel cultural, redirigiendo sobre todo el esfuerzo a una mano de obra que ya se encuentra trabajando, pero que tiene dificultades profundas de adecuación a las exigencias de alto nivel educativo de una economía de elevado nivel de productividad. Se trata de una empresa histórica de autoeducación de una sociedad en el mundo del trabajo, ya que está fuera del sistema de instituciones educativas, pero que necesita aumentar cualitativamente su nivel de calificación, para de esa manera participar y poder dirigirse hacia la ocupación de los empleos de alto nivel de calificación que hoy le son esquivos.

Este es quizás el verdadero desafío que tiene la Argentina en términos sociales en los próximos años. Y es un desafío en el que, como respuesta a las características que son propias a la identidad del país, el verdadero desafío está más en cómo lograr que amplios sectores de la sociedad argentina, incluyendo a enormes franjas de su clase media, logren autoeducarse a través de grupos, sectores, acción de las organizaciones sociales, dentro y fuera de las instituciones formales de la educación, en un esfuerzo de autoeducación que muestre capacidad, que logre obtener resultados de aumento cualitativo de su nivel de educación, en un plazo de reducido de no más de 3, 4 o 5 años.

Hasta ahora, este desafío ha encontrado distintas respuestas en diversas partes del mundo. Pero es muy probable que la Argentina se vea obligada a tener que innovar, como lo ha hecho en otras áreas en estos años cruciales de la década del 90, para encontrar una respuesta, precisamente en esta nueva revolución de la educación y del trabajo, en este nuevo esfuerzo sarmientino, pero esta vez del siglo XX y en las condiciones de la globalización y de la revolución tecnológica, donde el problema fundamental ya no consiste en combatir al analfabetismo, sino que en todo caso lo que es necesario combatir es un analfabetismo de orden funcional pero en el mundo de la informática y de las telecomunicaciones.

En definitiva, de lo que se trata es de saber de qué manera la Argentina en estos años, va a poder enfrentar el desafío de un cambio de pauta educativa, que a su vez es la condición para enfrentar las exigencias laborales del nuevo tiempo.

Ahora, es preciso reflexionar más de cerca sobre lo que está en juego alrededor de este problema de la distribución desigual del ingreso. En cada categoría social de la Argentina, en cada profesión de la Argentina, se está dibujando una nueva divisoria de clases. La divisoria de clases que se establece en la sociedad Argentina ya no es simplemente entre los de abajo y los de arriba, ya no es simplemente la que existe entre los pobres de la sociedad. En cada sector social, en cada categoría profesional, en cada profesión, lo que aparece es una divisoria de clases - que se manifiesta en forma cada vez más drástica, cada vez más nítida - entre aquellos que participan del mundo del conocimiento, usualmente con posgrados en universidades extranjeras, que luego acceden en forma sistemática a fuentes de datos y utilizan en forma deliberada las posibilidades que surgen de una educación formal e informal, de carácter permanente y de orden internacional, y los otros, aquellos que por distintos motivos no pueden hacerlo.

Esta es una diferencia fundamental que existe entre el problema social, en las condiciones de globalización del sistema capitalista y de revolución tecnológica en el procesamiento de la información y el que apareció como problema social en la época de la revolución industrial. En esa etapa histórica, que se desarrolló en el siglo pasado - en su doble fase: de 1780 a 1840, primera revolución industrial; y luego la segunda, la que llevó de 1840 hasta 1895, que es la verdadera revolución industrial, aquella que surge a través del uso y de la aplicación del conocimiento científico y tecnológico a la producción - lo que apareció en aquellos años fue una intensa polarización social, que se dio entre los sectores del trabajo y el mundo del capital.

Esta vez, como la diferencia fundamental no se da en términos de apropiación de los recursos de capital sino en cuanto a la apropiación de los recursos del conocimiento, esta vez, la nueva diferencia y polarización social no se da simplemente entre los de arriba y los de abajo, sino en cada categoría social, en cada segmento profesional, en todos los escalones de la estructura social del país. Lo que aparece es esta nueva divisoria de clases, según que se participe de la sociedad del conocimiento y, por distintos motivos, se sea incapaz de participar de ella.

Es muy probable que la contradicción que existe en la Argentina entre indicadores macroeconómicos extraordinariamente excepcionales - como los que el país vive, con un aumento del producto desde el año 90 al 97 de mas del 50%, con una tasa de crecimiento en el año 1997 del orden del 8% anual, el segundo en el mundo, en términos de comparación con las cifras de diciembre de 1997, sólo por abajo de la República Popular China y, al mismo tiempo, la comprobación de que la Argentina se ha transformado en un verdadero imán de atracción de inversiones extranjeras directas - por un lado y, por el otro lado, la profunda sensación de incertidumbre e incluso, la profunda sensación de pesimismo que sobre la suerte del país y sobre su propia suerte tienen amplísimos sectores de la vida del país, especialmente en las clases medias. Es muy probable que este fenómeno paradójico del crecimiento económico sostenido, de la extraordinaria capacidad de atracción de inversiones extranjeras, de la inserción cada vez más activa de la Argentina en los flujos de la economía globalizada de fin de siglo y, al mismo tiempo, la visión negativa cargada de incertidumbre, la visión oscura de la situación del país y de su futuro que tienen amplios sectores del país, esté vinculado al hecho precisamente de que amplios sectores de la sociedad argentina tienen plena conciencia de las dificultades para insertarse en una economía de altísimo nivel de productividad, que ha comenzado a desplegar toda su potencia, y en la que existen dificultades estructurales para participar en ella, precisamente por el bajo nivel de calificación, o por lo menos por el antiguo y en gran parte obsoleto nivel de calificación. Esto no sólo ocurre en términos de los empleos laborales donde la fuerza de trabajo de tipo manual era decisiva, sino que ocurre en todos los empleos, en todos los sectores, en todas las actividades del país.

Es necesario resolver este desafío. Por un lado, el país crece en forma excepcional; el flujo incesante de capitales, sobre todo de inversión extranjera directa que el país recibe, muestra que no sólo es uno de los diez principales mercados del mundo emergente en lo que se refiere a la capacidad de atracción de inversión extranjera directa, sino que además ha multiplicado esta actitud después de 1995, cuando en medio de la crisis desatada por la devaluación mexicana de ese año, la Argentina se negó a entregar sus instituciones económicas y la autoridad política y económica en ese año crucial de la vida del país, prefirió defenderlas a cualquier costo, incluso al costo de una brutal pero breve recesión. Esta contradicción que existe entre el crecimiento económico del país, su extraordinaria capacidad de atracción de inversiones extranjeras y el pesimismo y la visión oscura, cargada de incertidumbre y de desaliento, de amplios sectores de la sociedad argentina, especialmente de la clase media, la razón de ser de esta aparente contradicción , está precisamente vinculada a la dificultad de orden estructural que existe para acceder al mundo del trabajo en condiciones de creciente exigencia y competitividad en una economía que se ha desatado definitivamente en lo que se refiere a su impulso fundado en un altísimo nivel de productividad.

La sociedad argentina es esencialmente una sociedad de clase media. El 70% de los argentinos se define a sí mismo como de clase media, y como lo que esto significa es que todos aquellos que se definen como de clase media lo son verdaderamente, no importa su nivel de ingreso, porque la clase media se funda ante todo en una meritocracia, y lo que tiene es una idea de sí mismo, de su familia, de su proyección en la sociedad que está fundada en el esfuerzo, en la superación personal y en la posibilidad de ascender en la escala social a través del trabajo y el estudio. Esto es extraordinariamente fuerte en la Argentina, dada su condición de país forjado por la inmigración, sobre todo de tipo europeo.

Pero lo que aparece también es que esta sociedad que se define en forma abrumadoramente mayoritaria como una sociedad de clase media, tiene dificultades de orden estructural, debido al colapso del sistema de educación pública de la Argentina en los últimos 30 años, que ha sido históricamente el principal instrumento de movilidad social de la Argentina. En este momento el colapso de la educación pública coincide, con sus consecuencias verdaderamente negativas , con un cambio en la forma de producir y de acumular a escala mundial, porque esto que aparece como el fenómeno de la globalización de la economía del mundo, es ante todo una revolución tecnológica.

Y es entonces que se suman en la Argentina un doble fenómeno: el fenómeno del colapso del sistema de educación pública, acumulado a lo largo de 30 años, y esta constatación por parte de la sociedad argentina de que el principal instrumento que tuvo históricamente para permanecer y realizar el continuo esfuerzo de movilidad social, que era la identidad de la Argentina, coincide con la aparición de una economía fundada en una exigencia en términos de conocimiento de altísimo nivel, que precisamente , el colapso del sistema de educación pública impide acceder, o dificulta acceder, en forma extraordinaria.

Lo que se debe realizar es que aparezca la necesidad de que se acompañe de un esfuerzo de la propia sociedad, para que adquiera con plena conciencia de lo que está en juego, un esfuerzo de movilización y de autoconvencimiento sobre la importancia de este movimiento masivo de educación de la sociedad argentina por sí misma, para lograr que a través de la utilización de la infraestructura de las telecomunicaciones haya, en un plazo relativamente cercano, un salto cualitativo en el nivel de calificación, en el nivel de formación de la Argentina.

Es probable que no exista desafío mayor para la Argentina que éste, a partir de estos años y en los próximos años. Y lo que aparece también es que coincide este problema social de la Argentina, que es en términos estrictos, el verdadero problema social del país, esto es, el problema surgido de esta distribución desigual del ingreso por la distinta aproximación al mundo del trabajo, según la distinta calificación que tengan quienes se acercan a él.

Lo que significa que el problema social de la Argentina va muy por encima de todo intento de reducirlo en la ecuación ocupación-desocupación. El verdadero problema de la Argentina no está ya en términos de ocupación o desocupación sino qué tipo de ocupación y en qué condiciones.

Lo que aparece también es que esta nueva divisoria de clases de la Argentina, el punto de separación, la frontera entre las dos clases, coincide muy nítidamente en la Argentina en aquella línea que separa la economía formal de la economía informal.

La Argentina tiene dentro de la economía formal aproximadamente el 57% de su población económicamente activa. Este es el sector donde hay empleos formales, lo que significa que se realizan aportes, sobre todo en lo decisivo, se realizan aportes a los fondos privados de pensión, tanto los sectores empresarios como el propio trabajador, lo que le asegura un nivel de jubilación en un plazo de 15 años, aproximadamente, del orden de los 1.800, 2.000 dólares mensuales. Esto implica, a su vez, que este sector que está dentro de la economía formal posee un acceso, también, al sistema financiero, a través del pago de su salario en los cajeros automáticos. Y a través de este acceso al mundo del sistema financiero, tiene la posibilidad, cada vez más, de acompañarse y de incorporarse al mundo del crédito, en una economía donde la característica fundamental es que en la medida de la estabilidad económica aumenta el nivel de monetización, siempre con el recuerdo de 50 años de inestabilidad y de mega-inflación, de modo que este nivel de monetización de la sociedad argentina, comparativamente muy bajo con respecto a cualquiera de los países que podamos tomar como referencia. Pero también está muy claro que en la medida del mantenimiento de la estabilidad y de la eliminación de la inflación, la tendencia a la monetización no puede ser más que mayor, y precisamente por eso, y por el mismo motivo, también el acceso al crédito y a los nuevos instrumentos financieros de más de la mitad de la población del país está también en la línea de la lógica de las cosas.

Este sector tiene, además, la posibilidad de acceder a un nivel de educación que está por abajo de sus expectativas, pero que está dentro del marco de las posibilidades de un nivel de educación mínima. Y también tiene acceso a un sistema de salud, también de condiciones mínimas, por debajo de sus expectativas razonablemente logradas dentro de un concepto general.

Pero, ¿qué ocurre con el otro sector de la sociedad argentina?. El otro sector de la sociedad argentina es el sector de la economía informal.Es el sector al que no se le realizan aportes para los fondos privados de pensión, que no tiene, ni va a tener, una jubilación dentro del sistema de capitalización privado, que es la regla de la Argentina formal. Tampoco tiene acceso al sistema financiero, por lo tanto no tiene acceso al mundo del crédito. Y, lo mas importante, su vinculación con la revolución del conocimiento, con el acceso a la sociedad del conocimiento, está estructuralmente impedido, está básicamente dificultado.

La mitad de la sociedad argentina, aproximadamente el 57%, va a aumentar sus condiciones de vida y su nivel de calificación, a medida que tiene acceso a la sociedad del conocimiento, en la medida del crecimiento económico del país. Es probable esta porción que es más de la mitad del país, con las tasas de crecimiento de la Argentina desde 1990, que son claramente parte de una onda larga de crecimiento - la Argentina ha crecido el 52% en estos años de 1990 a 1997, incluyendo la caída del 4,4% experimentada en 1995 - en algún momento, hacia el 2007, el 2010, va a desembarcar cerca de Australia o de Canadá hoy, en términos de ingreso real per cápita y, por tanto, en términos de acceso a la sociedad del conocimiento.

El problema, cada vez más, es el otro sector social de la sociedad argentina, el sector de la economía informal ajeno al régimen de jubilación privada, que no tiene acceso al mundo de los instrumentos financieros porque no tiene tampoco acceso al mundo del crédito y que tiene una dificultad estructural, porque depende exclusivamente del sistema de educación pública, para participar de la revolución del conocimiento.

La dificultad que tiene la Argentina, por lo tanto, es esta nueva divisoria de clases establecida según se participe en la economía formal o en la economía informal, que es a su vez lo que permite un acceso a la revolución del conocimiento, que a su vez va a determinar el grado de calificación, que es lo que va a determinar el acceso a determinados empleos, que a su vez va a determinar su nivel de ingresos, mayor nivel de calificación, empleo de mayor productividad, mayor nivel de remuneración.

¿Cuál es la dificultad principal que tiene la Argentina para pensar que esta situación de orden estructural que tiende a distanciar dos sociedades pueda adquirir un carácter permanente?¿Cuál es la dificultad que tiene la Argentina para pensar que puede admitir el surgimiento de una sociedad dual en su seno?. La principal dificultad que tiene es el hecho de que el sentido de pertenencia , esto es de ciudadanía de los dos sectores , el que está afuera y el que está adentro, es exactamente el mismo, porque que ha sido intensísimo el grado de experiencia y de participación política en el país a lo largo del siglo, sobre todo desde 1916, en primer lugar, y desde 1945 luego.

Y en segundo lugar, lo que aparece es el hecho de que lo que ha ocurrido en estos años no es que la Argentina tenga un sector marginal que nunca se incorporó al mundo del mercado, al mundo del trabajo, como sucede en otros países latinoamericanos y sudamericanos. Lo que ha ocurrido es que una de las sociedades más profundamente homogéneas que ha habido en América Latina, que es la Argentina, a partir sobre todo de la década del 60, ante el colapso económico, el estancamiento económico, la intensidad del conflicto social, lo que ha hecho ha sido marginar crecientemente a amplias franjas de su propia sociedad. En un sentido estricto, la marginalidad ha sido marginación, ha sido la falta de crecimiento y la intensidad del conflicto social y político la que ha excluido a amplios sectores de su sociedad.

Aparece de esta manera diseñado como un conjunto de manchas sobre la pared, que comienzan a tomar forma, el desafío social de la Argentina de los próximos años. Que es precisamente el desafío de cómo incorporarse como Nación, esto es como comunidad política, a la sociedad de conocimiento, como forma de enfrentar y de resolver la creciente polarización social surgida de una distribución social del ingreso, que a su vez está directamente vinculado al mayor o menor nivel de calificación que se tenga para acceder a los puestos de trabajo.

Es en estos términos que se presenta este desafío de la Argentina en este momento histórico. Lo que surge de estos años es que el país ha logrado resolver la crisis de ingobernabilidad que lo caracterizó a lo largo de cuatro décadas, lo ha logrado hacer en los años que van desde 1989 a la fecha. La muestra de la ingobernabilidad de la Argentina, esto es, la imposibilidad de ejercer en forma continuada el poder político legítimo, se dio en estos años en el absoluto descontrol de las finanzas públicas y en la tendencia exacerbada, sobre todo a partir de la década del 70, 1974-75, a la tendencia a la megainflación y, finalmente, al doble estallido hiperinflacionario del 89 y 90. En los años de la década del 90 el país ha logrado resolver este problema de ingobernabilidad estructural que lo caracterizó a lo largo de cuatro décadas.

Lo que siempre llamó la atención de la Argentina a esa parte de los observadores extranjeros más perceptivos e inteligentes, es que un país que tenía tan bajo nivel de conflictos sociales, tuviera tal grado, tan paroxísticamente exacerbado, de conflicto político. En un país donde el grado de homogeneidad social era verdaderamente alto, al mismo tiempo la tendencia de su mundo político era completamente antropofágica.

Lo que se ha logrado revertir en estos años de la década del 90 es precisamente esta situación. Ya no hay crisis de gobernabilidad en la Argentina, el poder político legítimo es posible ejercerlo en forma continuada. La razón fundamental es porque, aún en el caso de un revés político de la fuerza de gobierno, no hay crisis fiscal que medie entre esa derrota política y una crisis política de envergadura que impida gobernar. Es esto lo que permite decir que en realidad estamos en una etapa post-estabilización, post-resolución del conflicto de ingobernabilidad que caracterizó a la Argentina a lo largo de cuatro décadas.

Precisamente por esto, lo que el país enfrenta es el hecho de que tiene frente a sí un dilema social, un problema social, surgido luego de la estabilización y como resultado del surgimiento de un mecanismo de acumulación extraordinariamente competitivo, fundado en una revolución tecnológica del procesamiento de la información, que al igual que en todos los países de gran dinamismo económico, lo que está exigiendo es un salto cualitativo en el nivel de calificación, en el nivel de formación. Lo que ante todo es una nueva visión cultural de su fuerza de trabajo, de sus trabajadores, teniendo por concepto de trabajadores a todos aquellos que trabajan y no simplemente, ni siquiera primordialmente, aquellos que lo hacen en tareas manuales, porque la sociedad del conocimiento les presenta el desafío de un aumento incesante de su calificación y de su capacidad de comprender los acontecimientos y su participación en un sistema, a todos los sectores de la fuerza de trabajo, en primer lugar a aquellos que provienen de la clase media. Es en estos términos, señoras y señores, que me gustaría plantear, y prefiero plantear, el problema del acceso de la Argentina a la sociedad del conocimiento como dilema fundamental del país en términos sociales en este año, y en los próximos años.
Jorge Castro , 07/04/1998

 

 

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