Ultimos días de la primavera .

 

Carlos Ruckauf, califica al FMI de -tumor- y propone -disolverlo-. Más que interés en alcanzar algún arreglo, esas palabras revelan que es el gobierno el que parece atraído por transformar las frustradas conversaciones con el organismo internacional de crédito en un señuelo propagandístico .
Vivimos en un mundo inexorable para los países que se abandonan -- Michel Debré


Dos semanas atrás, los principales mosqueteros del duhaldismo acusaban a Carlos Menem y sus economistas de conspirar para que fracasara el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ahora, nada menos que el canciller del gobierno, Carlos Ruckauf, califica al FMI de “tumor” y propone “disolverlo”. Más que interés en alcanzar algún arreglo, esas palabras revelan que es el gobierno el que parece atraído por transformar las frustradas conversaciones con el organismo internacional de crédito en un señuelo propagandístico, destinado a revivir la vieja aspiración ideológica del duhaldismo de “vivir con lo nuestro”.

En rigor, buena parte de “lo nuestro” de que se envanece el gobierno deriva del hecho de que, desde la breve gestión de Adolfo Rodríguez Saa en adelante, Argentina no paga sus obligaciones con acreedores privados y, desde que Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna lo decidieron, quince días atrás, tampoco se cancelan las deudas con los organismos financieros multilaterales. Con importantes vencimientos en el futuro inmediato, el gobierno intenta ahora negociar por separado con el Banco Interamericano de Desarrollo alguna prórroga, mientras fulmina verbalmente al FMI; se trata de una táctica confusa y, en definitiva, inconducente para resolver la situación de aislamiento crediticio internacional. De hecho, la bicicleta fáctica con que el gobierno posterga (sin los correspondientes previsionamientos presupuestarios) la cancelación de obligaciones se traduce en el montaje de una bomba destinada estallar durante la gestión del presidente electo que asuma el 25 de mayo de 2003.

Otro tanto puede decirse de la situación de los servicios públicos, con inversiones y mantenimiento desbaratados como consecuencia de la devaluación y la pesificación asimétrica.

Si el objetivo de un gobierno de transición reside en allanar el camino a una sucesión surgida del voto popular, cabe observar que éste gobierno provisorio se ha dedicado a postergar soluciones, a traspasar viejos y nuevos problemas a la próxima administración. Algunos, con todo, deberá afrontarlos de cuerpo presente. Esta semana, la última de la primavera, pondrá a prueba su capacidad para contener las manifestaciones piqueteros anunciadas para el 19 y el 20 de diciembre. Se trata, si bien se mira, de contener a organizaciones que dependen del gobierno, ya que éste las ha elegido como intermediarias de los planes de ayuda para jefes y jefas de familias. Los aparatos piqueteros administran por ese concepto -como lo consignó una investigación del diario Clarín- más de 20 millones de pesos mensuales provistos por el Estado.

La movilización tiene lugar en vísperas de las fiestas de Navidad y fin de año, con el telón de fondo social de un inaudito crecimiento de la pobreza y la indigencia, de una caída asombrosa de la producción (11 por ciento en relación a la ya encogida performance del año 2001) y de un hundimiento tres veces más intenso de los salarios promedio: no sólo se achicó la torta del PBI nacional, sino que se hicieron mucho más pequeñas las porciones de los asalariados mientras el desempleo disminuía marcadamente los planteles.

Ese cuadro, que desmiente el diagnóstico de “veranito económico” con que el oficialismo describe voluntariosamente la realidad, es todo un veredicto sobre el exhaustivo fracaso del modelo ensayado en los últimos meses. Y constituye el volátil escenario en el que se producirán las manifestaciones de esta semana.

El martes, entretanto, los actores principales del peronismo (menemismo, duhaldismo, gobernadores, candidatos) deben reunirse en la sede partidaria para poner fecha definitiva a la interna abierta con que el PJ seleccionará su fórmula para la elección de abril próximo. La del justicialismo será para entonces la única interna pendiente, después del comicio que hoy lleva a cabo la Unión Cívica Radical.

Aunque el PJ llega al encuentro del martes después de trascendidos de acuerdo acerca de que el 23 de febrero podría ocurrir finalmente la interna, ya se sabe que el diablo está en los detalles. Y todavía restan muchos detalles por resolver, además de la desconfianza recíproca que reina entre duhaldistas y menemistas. Es probable que los gobernadores peronistas jueguen un papel importante en la edificación del acuerdo. Son ellos los que en los últimos días han insistido ante el gobierno en el sentido de dejar de lado las alternativas fantasiosas con que algunos duhaldistas querían (o quieren) reemplazar la elección y en la necesidad de definir rápidamente una fecha. También son algunos de ellos los que les reclaman a los negociadores menemistas una disposición amplia a ofrecerle a Duhalde una salida elegante, empezando por la tituaridad del PJ. Nada en ese acuerdo interno estará resuelto hasta que todo esté resuelto. Para ello es preciso, antes que nada, que el duhaldismo se resigne al hecho de que carece de un candidato competitivo, en condiciones de triunfar sobre Carlos Menem. Y que admita que, aún en esas condiciones (las de una más que probable victoria de su principal adversario) está dispuesto a abrir el camino de las urnas. Y eso puede ser apenas un sueño de fines de primavera.

Jorge Raventos , 17/12/2002

 

 

Inicio Arriba