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La nueva política de seguridad de los Estados Unidos: Hacia un sistema de seguridad global. |
Documento basado en la exposición realizada por Jorge Castro en la Escuela de Guerra Naval el pasado 13 de febrero de este año, más de un mes antes del inicio de las hostilidades en Irak
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Estados Unidos estableció un nuevo orden de prioridades en su política exterior a partir de los atentados del 11 de septiembre y colocó en primer plano la dimensión de la seguridad. El sistema de poder de ese país, es decir, el conjunto del sistema político, el mundo empresario, los grandes medios de comunicación, las grandes universidades y centros de investigación, incluso un porcentaje mayoritario de la opinión pública, extrajeron una conclusión de los acontecimientos del 11 de septiembre: la única estrategia que garantiza el mantenimiento de la seguridad interior de los Estados Unidos es la creación de un sistema de seguridad global.
Por ello, la respuesta inmediata luego de los ataques terroristas fue una campaña militar en Afganistán. Por la misma razón, el presidente Bush amplió los objetivos estratégicos de ese país, incluyendo no sólo a la lucha contra el terrorismo global sino también contra aquellos países ajenos al sistema internacional, los denominados "rogue state" o "estados parias", que tengan capacidades tecnológicas para desarrollar o que ya hayan desarrollado armas de destrucción masiva, sea nucleares, químicas y bacteriológicas. Los tres países que fueron identificados, utilizando la metáfora del "Eje del Mal", fueron Irak, Irán y Corea del Norte.
Este cambio en la concepción de la seguridad de los Estados Unidos es la consecuencia de la configuración de nuevas tendencias en el plano estratégico. Las mismas han afectado sus principales perspectivas y por extensión, dada la condición de los Estados Unidos como país eje del sistema internacional, condicionarán las del resto del mundo.
¿Cuál es el punto de partida de esta revaluación profunda de las principales categorías estratégicas como consecuencia del 11 de septiembre? Esencialmente, tanto los atentados del 11 de septiembre como la decisión de los Estados Unidos de establecer un sistema de seguridad global son consecuencia directa del proceso de creciente ingobernabilidad sistémica que experimentó el mundo durante la década del 90.
GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA E INGOBERNABILIDAD SISTÉMICA: LA DÉCADA DE LOS 90s
El proceso de globalización de la económica mundial de raíz tecnológica surgió en la década del 70 como respuesta de los principales países industrializados, en primer lugar de los Estados Unidos, a los dos shock petroleros de 1973 y 1979. A comienzos de la década del 70 el precio del barril del petróleo era de dos dólares, mientras que a final de esa década trepó a los 40 dólares. En los treinta años previos, el desarrollo del sector industrial fue el principal vector de crecimiento de la economía mundial. El principal insumo del proceso de acumulación capitalista en esa etapa, es decir, el precio del petróleo, tenía un valor económico muy reducido. Repentinamente, en un periodo histórico extraordinariamente breve, menos de 10 años, el valor del insumo básico se multiplica exponencialmente.
Para responder a este desafío, los Estados Unidos y el resto de los países avanzados recurrieron a una tecnología conocida y disponible, solo que no incorporada masivamente al proceso productivo. Nos referimos a la tecnología del procesamiento de la información. El objetivo fue disminuir drásticamente en el proceso de producción los costos de la mano de obra y los insumos fundamentales como el petróleo. Este proceso fue impulsado por la revolución tecnológica del procesamiento de la información, cuya característica fundamental es que permite tomar decisiones estratégicas en tiempo real a escala mundial. El resultado fue la inmediata integración de los mercados, ante todo los financieros, y la creciente y acelerada transnacionalizacion de la producción.
Durante la década de los 90, se produjo una extraordinaria expansión de la economía norteamericana, que alcanzó los mayores porcentajes de crecimiento de productividad desde que existe registro. Además, se produce una importante integración de la economía mundial alrededor del eje estadounidense. La consecuencia es que el proceso de acumulación mundial adquirió las mismas características que el proceso de acumulación estadounidense. Por ello, la experiencia de los últimos años muestra que mientras la economía de los Estados Unidos se expande también lo hace la economía mundial y cuando esa economía se contrae sucede lo mismo con el resto de los países.
Sin embargo, el proceso de globalización ha sido predominantemente económico y financiero, impulsado por un cambio tecnológico de extraordinaria envergadura. Fue un fenómeno de integración económica antes que de integración política. Es decir, mientras el mundo se integraba en términos de transnacionalización productiva y de integración completa de los mercados financieros mundiales no se produjeron mayores avances en la dimensión estrictamente política.
Nos referimos a que no han habido progresos sustantivos en la implementación de mecanismos de alcance internacional, legítimamente aceptados y efectivos, tendientes a disminuir los niveles de conflicto violento intra e interestatales. Por esta razón, la gobernabilidad del mundo es aún un tema pendiente para la comunidad internacional. Puede afirmarse que, junto a la intensificación de la globalización económica, hubo una significativa erosión de la gobernabilidad política producida por la combinación de varios factores.
¿Cuáles son las manifestaciones de esta creciente ingobernabilidad sistémica que se desplegó en el plano político durante la década de los 90? En primer lugar, puede mencionarse la aparición de un grupo de aproximadamente treinta países en los que el Estado Nacional se encuentra en una situación de virtual colapso. El derrumbe de la presencia del Estado en esos países ha provocado caos económico, pobreza y desatado en muchos de ellos guerras civiles de raíz étnica, religiosa o social. Basta mencionar los ejemplos de Somalia, Ruanda, Burundi, Angola, Liberia, Mozambique, Haití, o la ex-Yugoslavia. Esta situación de creciente conflictividad intraestatal puso a prueba la capacidad de la comunidad internacional para dar respuesta a catástrofes humanitarias. La magnitud que adquirieron en los 90 las Misiones de Mantenimiento de la Paz fueron un claro intento de resolver este problema. Esta experiencia encontró rápidamente sus limites ante la imposibilidad de restablecer la paz en situaciones de guerra, lo que dio paso a intervenciones militares directas, como las que realizó la OTAN en Bosnia Herzegovina o Kosovo.
La segunda manifestación de este proceso de ingobernabilidad creciente se relaciona con la erosión, hasta llegar al extremo de la desaparición, de la presencia del Estado en áreas que sufrieron un significativo retroceso económico y social en sus poblaciones. Esta situación se ha producido en varias repúblicas de la ex Unión Soviética (Chechenia, Ucrania, Bielorrusia) y en otros países como Bulgaria o Rumania. Esta clase de procesos también se han dado en amplias regiones del arco andino. Recientemente, un conflicto estudiantil en La Paz, Bolivia, al encontrar el respaldo de la policía, que se encontraba en huelga por un reclamo salarial, dio lugar a un enfrentamiento con el Ejército que dejó un saldo de más de 20 muertos y 80 heridos y una situación de saqueo generalizado que se extendió a otras ciudades del país.
En tercer lugar, han aparecido y se han expandido redes criminales organizadas de alcance global dedicadas al tráfico de drogas, armas e inmigrantes. Una de las consecuencias más salientes del proceso de globalización ha sido la liberalización de muchas trabas y controles en los mercados internos que han favorecido tanto las actividades legales como así también las ilegales. A esto se agrega el surgimiento, desarrollo y consolidación de redes globales de terrorismo, predominantemente ligadas al fundamentalismo islámico, cuya ventaja principal reside en su movilidad por su carácter transnacional y en el uso intensivo de los recursos financieros y tecnológicos que ofrece la globalización de los que dispone con un alto nivel de inteligencia sistémica.
Esta situación se ha potenciado por la rápida expansión del fundamentalismo islámico, como consecuencia de la crisis de los regímenes nacionalistas de carácter secular del mundo árabe. Aún así, este fundamentalismo continúa siendo una minoría en el conjunto de los más de mil millones de adeptos a la religión islámica.
En cuarto lugar, se encuentra la proliferación de las denominadas "armas de destrucción masiva" de tipo nuclear, químicas, bacteriológicas y biológicas. Esta proliferación se vincula al fracaso completo de los distintos regímenes internacionales que intentaron controlar la producción de este tipo de armamento. En declaraciones recientes ante el Congreso de los Estados Unidos, el Director de la CIA, John Tenet, ha hecho público que el gobierno de Corea del Norte posee al menos dos armas nucleares probablemente muy elementales en términos tecnológicos pero que pueden ser detonadas. También dispone de misiles estratégicos capaces de alcanzar en su totalidad el archipiélago japonés. Por otra parte, ha desarrollado un misil de largo alcance, aún no probado, con autonomía suficiente para impactar cualquier objetivo en la costa oeste de los Estados Unidos.
Dice Hobbes que una crisis jamás es un rayo en un día de verano, es siempre la consecuencia y la conclusión del mal tiempo persistente. En este sentido, los ataques terroristas implican un cambio en la política y en la historia del mundo. Pero no fueron los primeros. Estuvieron precedidos por otros ataques previos, contra las Torres Gemelas en 1993, contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania y contra el buque de Armada USN Cole en Yemen. Por ello, el mal tiempo persistente, que eclosiona el 11 de septiembre, ha provocado una revisión a fondo de la estrategia de seguridad de los Estados Unidos.
LA REVISIÓN DE LA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD FREN6TE A UNA NUEVA FORMA DE CONFLICTO.
El conflicto desencadenado a partir del 11 de septiembre consolida un nuevo tipo de guerra totalmente distinta a las del pasado. Una característica central de la misma es que la variedad de los grupos sociales y políticos involucrados difiere del patrón tradicional de la guerra clásica entre Estados. Este factor profundiza una tendencia que emergió durante la década de los 90 y que fue la progresiva desaparición de los conflictos entre estados y la intensificación de los intraestatales.
El tipo de violencia desplegada por los grupos terroristas no es llevada a cabo por actores estatales. La violencia es dispersa y fragmentada y está dirigida contra los ciudadanos y no contra las fuerzas convencionales. El objetivo de la misma no es la conquista territorial, como sucedía en las antiguas guerras, sino la acumulación de poder político a través de la propagación del miedo y el odio. Los objetivos políticos se combinan con la comisión deliberada de atrocidades. Las atrocidades que sufre la población civil no son los daños colaterales que padecía en los conflictos anteriores, sino que son deliberadas.
La principal estrategia utilizada por los grupos terroristas consiste en ataques de naturaleza asimétrica. La lógica del conflicto asimétrico es la de descubrir dónde reside el centro de gravedad del adversario, es decir, cuál es su principal debilidad de manera tal de contrarrestar su fortaleza y lograr que la misma parezca irrelevante. La esencia de esta estrategia es discernir en cada fortaleza una debilidad y en cada debilidad una fortaleza. La debilidad puede identificarse a través de un esfuerzo de diagnostico racional. Puede ser de índole militar, política, económica o psicológica. En este sentido, los grupos que cometieron los atentados del 11 de septiembre, lograron identificar y atacar el centro de gravedad que históricamente diferenció a los Estados Unidos del resto de los países. Ese centro de gravedad, que es la especificidad norteamericana en materia estratégica, es su sentido de aislamiento y seguridad.
Los Estados Unidos nunca sufrieron una amenaza militar a su territorio. Permanecieron separados de los conflictos de Europa por el océano o por la flota británica. Por otra parte, sus vecinos siempre fueron débiles en términos militares. Ni en la primera o segunda guerras mundiales el territorio continental americano fue atacado por sus enemigos. En un contexto donde el aislamiento y la seguridad era datos de la realidad, repentina e inesperadamente se producen los atentados del 11 de septiembre que dejan más de 3000 muertos. Las víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York superan a las bajas norteamericanas en el ataque contra Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941. A esto se agrega una diferencia sustantiva: las bajas que se produjeron en 1941 eran personal militar que se encontraba enfrentando una acción de guerra convencional en territorio no continental de los Estados Unidos.
Esta nueva clase de guerra expresa acabadamente la interdependencia que atraviesa el mundo contemporáneo. Mientras que el terrorismo ha actuado utilizando la lógica de la globalización, los estados occidentales se han defendido a partir de una lógica donde predomina la racionalidad estatal. Se trata de terroristas suicidas educados en las mejores escuelas de ingeniería de Alemania, capaces de conducir aviones altamente sofisticados como los Boeing 757, en un plan elaborado y planificado a lo largo de más de dos años. Por este motivo, la respuesta que pueda darse desde el marco de un Estado-Nacional es insuficiente frente a un fenómeno que se despliega en redes globales y que explota las debilidades institucionales de los países occidentales para llevar a cabo sus objetivos.
Por ello, los Estados Unidos han reinterpretado la concepción tradicional del conflicto. Sólo se consideraban conflictos aquellos que involucraban a entidades territoriales definidas como estados. Los atentados del 11 de septembre han provocado una reformulación en la definición y naturaleza de los contendientes. Tanto el gobierno de los Estados Unidos como así también organismos de seguridad regionales como la OTAN y el TIAR, han puesto en funcionamiento distintos mecanismos militares y políticos frente a una amenaza de carácter no estatal y no territorial. En este sentido, es importante mencionar los términos de la Declaración de Guerra del Congreso norteamericano, en la que por unanimidad, se autoriza al ejecutivo de ese país a utilizar toda la fuerza necesaria y apropiada contra quienes utilicen el terror contra Estados Unidos. Esta es la primera vez en la historia moderna, desde el comienzo de la era del absolutismo, que una declaración de guerra no se realiza contra una entidad estatal de tipo territorial sino contra una organización transnacional no territorial, no estatal, e incluso contra individuos específicos.
Por otra parte, los diecinueve estados miembros de la OTAN, han reinterpretado el principio de asistencia reciproca establecido en el articulo 5º del Tratado de Washington de 1949 y pusieron en marcha al mismo como respuesta a una acción del terrorismo internacional. Lo mismo ocurrió con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) con la aplicación de los artículos 2º y 3º del Tratado de Río de 1947. En los mismos se menciona expresamente que para convocar a la asistencia recíproca se debe estar frente al ataque de un país extra-hemisférico. Al igual que en el caso de la OTAN con el artículo 5º, se ha reinterpretado los artículos 2º y 3º, entendiendo que el concepto de estado territorial extra-hemisférico queda subsumido en la novedad histórica, que es el ataque del terrorismo transnacional.
Continúa
*Presidente. Instituto de Planeamiento Estratégico.
Conferencia brindada en la Escuela de Guerra Naval el 13 de Febrero de 2003.
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Jorge Castro - Jorge Battaglino , 29/03/2003 |
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