A marcha forzada .

 


Jorge Raventos examina la evolución de la sitauación política argentina.
Como impulsado por un designio que le reclama velocidad extrema, Néstor Kirchner atravesó su segunda semana de gobierno al mismo ritmo de marcha dela primera. Consumada la inédita reestructuración de los mandos militares que concluyó con el retiro de medio centenar de altos oficiales de las tres fuerzas, el Presidente avanzó sin demasiados miramientos sobre la Corte Suprema. Empleó la cadena nacional de radiodifusión para declarar la guerra al alto tribunal o, si se quiere, a varios de sus miembros con los que el presidente no simpatiza, empezando por su titular, el doctor Julio Nazareno, a quien acusó de "extorsionar" al gobierno; movió a su ministro de Justicia a disparar obuses contra esas posiciones ("Muchos de los miembros de la Corte están em parentados con el delito", gatilló, obediente, Gustavo Béliz); exhortó al Congreso a sumarse a la ofensiva y amenazó con convocar a un plebiscito como instrumento para presionar tanto al Legislativo como a la cúpula del Poder Judicial.

Tantos aprestos bélicos no cayeron bien ni siquiera en algunos de los aliados naturales de Kirchner. "No es un buen precedente ver a un presidente saliendo a pedir la destitución de jueces", advirtió Elisa Carrió, quien agregó que "si fue extorsionado, tiene que hacer la denuncia penal". El ex fiscal Julio César Strassera consideró que "es muy peligroso para las instituciones republicanas embestir de nuevo contra la Corte". Ricardo López Murphy también puso fuertes reparos: "No es bueno alterar la institucionalidad. No creo que sea bueno que el presidente hable por cadena nacional. No es bueno que lo haga para hacer un llamado al parlamento" El Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires expuso su profunda preocupación por las "presiones públicas del Presidente para remover a miembros de la Corte" y por la "inadmisible intromisión en el ámbito de actuación de dos poderes, el Congreso y el Poder Judicial". Para la Asociación de Magistrados, la ofensiva contra la Corte "genera una situación de incertidumbre que conmueve a la organización institucional de la República".

La velocidad ensayada por Kirchner tiende a que esas críticas y reticencias queden amortiguadas por el crédito que la sociedad habitualmente le abre a los gobiernos nuevos durante algunas semanas. Lo cierto es que, más allá de esas y otras alarmas, el inquilino de la Casa Rosada consiguió avanzar en su objetivo: los diputados de la Comisión de Juicio Político acataron rápidamente la voz de mando y dispusieron iniciar de inmediato los trámites para enjuiciar políticamente a Nazareno. El gobierno pretende con ello que varios magistrados pongan sus barbas en remojo y se inclinen a tiempo por la dimisión.

La premura presidencial tiene más de un motivo. En principio, no cabe descartar que -también en este caso- prefiera tener amigos en los asientos importantes. "No debemos olvidar -evocó esta semana la diputada Carrió- que en Santa Cruz un día, por decreto, se suprimió la figura del procurador general, por haber emitido un dictamen contrario a los deseos del entonces gobernador Néstor Kirchner". La noticia de que el supremo tribunal se aprestaba a dictar sentencia sobre el reclamo de un particular contra la pesificación compulsiva de los depósitos bancarios en dólares impulsó asimismo la prisa guerrera del presidente. Los números del ministro Roberto Lavagna se descalabran si un fallo obliga a respetar los derechos de los ahorristas.

Por cierto, la pelea con la Corte no fue la ocupación presidencial exclusiva en estos siete días. También se hizo tiempo para copar la cúpula del PAMI (institución considerada por los analistas como "la mayor caja política del país" en virtud de los cuantiosos fondos que maneja). Colocó allí dos hombres provenientes de lo que a todas luces constituyen sus principales apoyaturas: el FREPASO y el semillero patagónico. Resulta significativo que para conseguir el dominio de la entidad (recientemente normalizada) Kirchner tuviera que desplazar a su presidente, un hombre designado por Eduardo Duhalde y de la máxima confianza del hombre de Lomas de Zamora.

Kirchner ha orientado su acción a constituir una base de poder que compense su escasez de votos, y la está construyendo no a través del justicialismo ("No nombra a Perón, a Eva ni al peronismo", apuntó esta s emana Aldo Rico), sino en torno al llamado progresismo y a través de una estrategia polarizadora, construyendo un enemigo que a veces toma el nombra de menemismo y otras -como si fuera un sinónimo- el de neoliberalismo. Esa dialéctica confrontativa, entienden en la Casa Rosada, está en condiciones de rendir buenos réditos a corto plazo (aunque está por verse si resulta sustentable en el tiempo).

Entre las políticas demonizadas ideológicamente por el oficialismo actual hay que contar los vínculos cercanos con Estados Unidos, considerados un símbolo de la década del 90 y caracterizados como "alineamiento automático". En los próximos días, con todo, la cancillería argentina deberá dar respuesta a una solicitud de Washington para que gendarmes argentinos se trasladen a Irak y formen parte del dispositivo de seguridad organizado por las fuerzas de ocupación norteamericanas e inglesas, designadas como autoridad legítima por el voto unánime del Consejo de Seguridad de la ONU. Será interesante observar si en este caso sigue al mando la ideología o prevalece la realpolitik y la marcha forzada de Kirchner en su combate a la década del 90 se ve trocada por la posición de descanso.

En cualquier caso, Daniel Scioli ya ha empezado a ensayar una melodía diferente. Acaba de viajar a Estados Unidos a inaugurar la diplomacia vicepresidencial y allí fue parte de un homenaje a José Estensoro, el hombre que condujo y privatizó Yacimientos Petrolíferos Fiscales y una figura emblemática de la década menemista.
Jorge Raventos , 09/06/2003

 

 

Inicio Arriba