Jorge Raventos analiza la evolución de la situación política argentina. |
"Es más conveniente seguir
la verdad efectiva de la cosa
que su imaginación".
Nicolás Maquiavelo, El Príncipe
La semana última, presidente Kirchner mantuvo activa su operación sobre la Corte Suprema con la nominación del doctor Eugenio Zaffaroni como candidato a ocupar la silla que vació con su renuncia Julio Nazareno. La puesta en escena de la postulación tuvo sutiles destilaciones de crueldad: el presidente la dejó en manos del ministro de Justicia, Gustavo Béliz, uno de los críticos más despiadados de Zaffaroni cuando éste -como representante del Frepaso en la Ciudad de Buenos Aires- consiguió imponer el proyecto del Código de Convivencia Urbana que genera tantos disgustos a la población porteña. Béliz olvidó sumisamente aquellos cuestionamientos para cumplir la encomienda presidencial, aunque recordó que -en virtud de un reciente decreto- el nombre sería puesto a la consideración de la sociedad antes de pedir el acuerdo del Senado, y que se escucharían todas las objeciones que hubiera al nombre de Zaffaroni, "salvo -agregó, oscuramente- las de carácter discriminatorio".
El nominado cuenta con un extendido prestigio profesional y académico, particularmente en las corrientes jurídicas liberales, en el sentido estadounidense del término, que es sinónimo de una postura del centro hacia la izquierda. Si bien integró la carrera judicial en tiempos del Proceso militar (con lo que eso pueda significar), su trayectoria desde 1983 lo muestra relacionado en lo político con el arco sedicentemente progresista (Frepaso/Alianza) y, en ese sentido, su nominación por parte de Kirchner confirma la tendencia presidencial a acumular fuerza en ese conglomerado de corrientes, intereses, partidos y oenegés.
Hay hilos sueltos que la Corte, en última instancia, debe quizás amarrar. Uno de ellos es el pronunciamiento sobre la constitucionalidad de las leyes alfonsinistas de punto final y obediencia debida. Con su constitución anterior, la Corte estaba en condiciones de cerrar el tema admitiendo el vigor de esas normas. Es probable que la sustitución de Nazareno por Zaffaroni modifique dramáticamente la decisión de la Corte y que, en tal caso, el ya sordamente alborotado sector castrense observe cómo se reabren heridas que consideraba cerradas. A influir sobre esa atmósfera pesada contribuye el criterio anunciado por el gobierno (y puesto en práctica en el caso del capitán de la Armada en situación de retiro Miguel Cavallo) de declinar el criterio de territorialidad jurídica, que abriría la puerta a la posible extradición de oficiales de las Fuerzas Armadas con casos cerrados en los tribunales argentinos, si jueces extranjeros como el español Baltasar Garzón la requieren. Esos casos seguramente deberán pasar también por la Corte Suprema.
¿Prevaleció el ideologismo sobre el sentido de la realidad en la elección del candidato a la Corte?
El posicionamiento que se reconoce al doctor Zaffaroni en el campo jurídico -el llamado garantismo- parece, por otra parte, una orientación contradictoria con las necesidades que la sociedad viene expresando en los últimos años, a menudo multitudinariamente y con vehemencia, al compás de la expansión de la criminalidad y el delito.
En la semana que termina esa presión social se hizo particularmente visible en la provincia de Buenos Aires, acosada por la acción de las bandas. El secuestro del padre de Leonardo Astrada y el (afortunadamente frustrado) de Darío Husaín subrayaron por su notoriedad pública la delicada situación, que se repite habitualmente con personas menos famosas o con hechos aun más violentos.
Nuevamente se habló del alejamiento del ministro de Seguridad bonaerense, Juan Pablo Cafiero, pero el gobernador Felipe Solá prefirió sostenerlo una vez más y embestir, en cambio, contra la cúpula de la Policía provincial.
En medio de un proceso electoral que concluye a medidados de septiembre y de una negociación en la que Kirchner reclamaba que se retiraran de la lista de diputados del PJ bonaerense los nombres de Carlos Ruckauf y Graciela Caamaño para reemplazarlos por hombres de confianza de la Casa Rosada, el reclamo del ministro Gustavo Beliz a Solá de que "tome el toro por las astas" en materia de seguridad adquirió tonalidades de presión. En cualquier caso, el gobierno decidió poner en práctica una propuesta que durante la campaña formuló otro candidato: reforzar la acción policial en el Gran Buenos Aires con efectivos de la Gendarmería y la Prefectura, de modo de saturar las calles con fuerzas de seguridad. Falta avanzar en ese sentido: pasar de la actitud reactiva a una conducta proactiva, que vaya a buscar a los delincuentes a sus asentamientos y guaridas.
El tema de la seguridad va a estar en el centro del debate político con vistas a las elecciones bonaerenses de septiembre, aunque en rigor no es un problema exclusivo de esa provincia: constituye uno más de los hilos sueltos que el gobierno, ocupado por ahora de otras cuestiones, deberá tratar de enhebrar.
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Jorge Raventos , 09/07/2003 |
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