Andrés Cisneros analiza la actual política exterior argentina. |
Por deformación ocupacional, sucede a menudo que nos formulan una pregunta de cajón: "che, y afuera ¿Cómo nos ven?"
Una buena manera de responder a esa inquietud (algo morbosa en estos días) sería ponernos en lugar de los embajadores extranjeros en Buenos Aires, o sus oficiales especializados en la política local, que cada una o dos semanas deben reportar a sus cancillerías sobre la marcha de las cosas públicas en nuestro país.
¿Qué dirían, qué hechos destacarían de las últimas dos semanas?
Probablemente nada muy distinto de los titulares de nuestros diarios, permanentemente ocupados por un tema dominante: el alto índice de conflictividad de la administración Kirchner y la diferente vara con que se juzga a los diversos protagonistas.
Veamos. Un diputado nacional sumamente cercano al presidente denuncia a un particular por amenazas a través de Internet y el ciudadano es inmediatamente detenido, pasa la noche en la cárcel y, a las pocas horas, resulta que era inocente. Otro diputado nacional, también del más íntimo riñón oficial, toma por la fuerza durante varias horas una comisaría, sus seguidores prácticamente la destrozan, así como a vehículos oficiales y privados, pero nadie es detenido. El juez actuante labra la memoria correspondiente y la pasa a la Cámara para que designe quién tramitará la causa. Hasta el día de hoy no se ha citado a nadie.
A raíz de ello, Hebe de Bonafini exhorta públicamente por televisión a continuar tomando y destrozando comisarías.
Cercana asesora y activista política del Presidente, ni éste ni otros exabruptos de Bonafini han sido repudiados desde la Casa Rosada.
Sí en cambio los dichos del arzobispo de La Plata, quien se limitó a expresar una mera opinión que no incluía incitar a acciones ilegales, pero de quien sí se ocupó personalmente de contestarle con gran dureza el mismísimo Presidente. Lo propio con un ex presidente: el subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel cruzó al doctor Alfonsín acusándolo de que, con sus declaraciones para que cese la impunidad de los enmascarados con palos, lo que buscaba era que corriera sangre por las calles (sic). En ambos casos las réplicas no se limitaron a las ideas: como ya resulta habitual, incluyeron el desconocimiento de legitimidad en la conducta histórica de ambos interlocutores.
Como se recordará, Bonafini es la misma dirigente -otrora candidata al Nobel de la Paz por parte de buena parte de los hoy seguidores del Presidente- que apoyaba abiertamente a la ETA y triunfó en convencer al doctor Kirchner de excluir a gobernadores y dirigentes peronistas del acto de la ESMA.
El informe de la embajada seguramente advertiría que, en estos días, el Gobierno y la Corte tendrán que decidir sobre el pedido de la Justicia española para extraditar a un militante etarra.
En cables previos, nuestro diplomático probablemente haya consignado que, si hay algo que caracteriza el accionar oficial en todos los campos es el privilegiar las preferencias de su electorado y simpatizantes ideológicos por sobre cualquier otro interés, las relaciones exteriores incluidas.
En ese marco, resultaría ciertamente embarazoso otorgar los efectos de un asilo político a este acusado por Madrid de terrorista, toda vez que ello supondría prácticamente que el gobierno argentino -que la Argentina- no considera que España cuente con un poder judicial independiente y una administración de justicia imparcial y confiable que otorgue suficientes garantías jurídicas a sus habitantes.
La decisión sobre este ciudadano español permitirá aquilatar los primeros pasos de una Corte Suprema re-formada al paladar oficial en nombre de la objetividad y la necesaria distancia con el Ejecutivo y en cuya triple renovación ( Zaffaroni, Argibay, Highton de Nolasco) se optó por la política del más de lo mismo: el nombramiento de figuras encomiables para sectores parciales de la sociedad antes que la búsqueda de juristas con un consenso extendido a la totalidad de la ciudadanía.
El informe diplomático no podría pasar por alto el hecho, también venido de España, de que el propio embajador argentino (a punto de dejar de serlo) Abel Parentini Posse, acaba de declarar a la prensa peninsular que: "Por este camino vamos muy mal…En la Argentina ya no se puede hablar, es un país que perdió la libertad…la situación argentina está al borde la anarquía".
Mientras tanto, continuamos en el pelotón de punta en materia de Riesgo País, muy por encima de Estados como por ejemplo Colombia, que tiene más de un tercio de su territorio directamente bajo control de las FARC.
Se sabe ya que en los últimos doce meses, la criminalidad ha segado unas dos mil cuatrocientas vidas en Argentina. Exactamente un Atocha cada treinta días. Pero nos
acostumbramos a todo.
El hipotético cable probablemente confirmaría que los piqueteros continúan violando la ley impunemente, sin acción oficial alguna que los detenga pero que, esta semana, han llegado un poco más lejos: en Tucumán, cuna de la Independencia, usaron la fuerza para impedir un acto encabezado por el Presidente de la Nación Argentina. El informe puntualizará, claro está, que, otra vez, tampoco hubo detenidos ni procesados.
A esta altura, el diplomático consideraría necesario señalar la persistencia de un estilo ya instalado de hacer política: tensar la cuerda, agredir, golpear primero y tratar de negociar después.
¿Qué otras constantes destacaría el cable?
Como los encargados de redactar informes en todo el mundo son proclives a los calendarios, en este caso muy probablemente se incluirá la celebración de los primeros cien días desde aquél primero de abril de 2004 en que el ministro Béliz anunció un Plan de Seguridad que se constituiría en la respuesta oficial a una ola de criminalidad nunca antes vista.
Afuera, lejos de los oropeles del Ministerio, Juan Carlos Blumberg presentaba más de dos millones de firmas en respaldo de un petitorio que incluía medidas concretas, consensuadas, para combatir a la inseguridad.
Esta parte del resumen diplomático seguramente consignaría que el plan del ministro no ha hecho descender ni un milímetro a la criminalidad y que las propuestas Blumberg todavía navegan por los insondables meandros del sistema institucional argentino.
Como en una realidad virtual, se proyectan leyes que la inmensa mayoría no cree que vayan a cumplirse. Y los proyectos que la inmensa mayoría reclama no terminan de sancionarse.
Así, la ley de Responsabilidad Fiscal recoge críticas abrumadoras por carecer de precisiones y hasta de sanciones suficientes por su muy probable incumplimiento: otra norma redactada para cumplir con un organismo internacional (en este caso el Fondo) que ya se sabe que no corregirá nada.
Y reclamos masivos como la derogación de las listas sábanas continúan a la espera de tratamiento.
Desde hace casi un año se supone que sesiona una comisión especial ad hoc en algún área del Ejecutivo y el diputado Atanasof ha presentado un proyecto concreto hace más de sesenta días. Pero nos encaminamos a una nueva elección legislativa y todo indica que de nuevo, otra vez, votaremos con la sábana. Eso sí, en torno a la constitución de esas listas, a los nombres que las integrarán, se está aplicando una energía política inversamente ausente al tratamiento de la ley que derogue ese sistema.
Lógicamente inclinado a informar sobre la materia internacional, nuestro imaginario diplomático se ocuparía de la reciente reunión de presidentes del Mercosur.
En los días previos, los diarios consignaban que tanto Chile como Argentina ya daban por superado el entredicho presidencial por el tema del gas.
Y los diarios inmediatamente posteriores a la reunión, consignaban, de nuevo, el final de otro entuerto, esta vez el de Lula y Kirchner por el tema de los electrodomésticos. No obstante, los mismos diarios consignaban que, desde fuentes oficiales, se conocía que otros asuntos, como el textil, podrían repetir el choque.
El cortocircuito de Kirchner con su par uruguayo, por otros temas, ya se había dado por superado en encuentros anteriores.
Ya a esta altura el funcionario extranjero informante, altamente preocupado, tratará de echar mano a la consabida capacidad de sus pares para calmar las aguas turbulentas, pero no tendrá más remedio que consignar que la diplomacia local no pudo ayudar demasiado: nuestro canciller recién venía de afirmar que "lo tenía podrido" su par de los Estados Unidos.
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Andrés Cisneros , 13/07/2004 |
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