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Una flotación cambiaria "a la brasileña" no es la solución |
Establecer un tipo de cambio flotante sin equilibrio social es como suicidarse: la historia de nuestro país nos muestra que sólo generó recesión con inflación. Sólo serviría para reducir el salario de los trabajadores, que consumirían, entonces, menos que en la actualidad. |
La idea de una salida de la convertibilidad, luego de la renuncia de lo que quedaba del gobierno de la Alianza, está siendo sometida a un gran debate entre los economistas, empresarios y dirigentes políticos de diversos partidos, pero lo grave del caso es que ante una propuesta menos traumática para la sociedad como la dolarización surja de nuevo en Argentina la idea que la flotación cambiaria (devaluación) sería la solución de todos los males, algo que en realidad no es cierto y la historia económica argentina sirve para demostrarlo.
El equilibrio fiscal es fundamental para cualquier plan económico y los aspectos cambiarios también lo son. La teoría económica muestra que una economía puede estabilizarse tanto con un esquema de tipo de cambio fijo como el actual (convertibilidad) o con tipo de cambio flotante; pero flotar sin equilibiro fiscal es como suicidarse. Para colmo en nuestro país la flotación nunca ha sido exitosa y cuando se aplicó sólo sirvió para generar grandes recesiones dado que el riesgo cambiario es mayor y por lo tanto la tasa de interés también aumenta junto con los precios.
Como ejemplo valga citar que en la mayor parte de la década del 80, salvo en la época del Plan Austral - junio de 1985 hasta agosto de 1988- hubo flotación cambiaria, el producto bruto interno cayó y los precios llegaron a subir un 5.000 % anual a mediados del 89. El último intento de flotación estuvo a cargo del hoy activo defensor de la misma, el Dr. Javier González Fraga, en su segunda etapa al frente del BCRA en 1990. Vale recordar que esa experiencia comenzó con un dólar de 5.000 australes por unidad que llegó en menos de un año a 10.000, cuando se aprobó al Plan de Convertibilidad y el austral llegó a su fin.
Flotar como proponen algunos es una decisión que llevaría a una solución muy traumática sin equilibrio fiscal. Por lo tanto, en ausencia del mismo, lo menos peligroso es mantener una política de tipo de cambio fijo como la actual o ir directamente a una dolarización con una mayor emisión de LECOP, comprometiéndose a retirar los mismos del mercado en la medida que se logre un superavit fiscal necesario para hacerlo. Una devaluación acotada o una flotación cambiaria como la que proponen la mayor parte de los dirigentes de la UCR o del justicialismo, como Eduardo Duhalde o Carlos Ruckauf, tiene probabilidad de éxito cero en las actuales circunstancias en las que se desenvuelve la economía argentina. En este caso, muy probablemente asistamos a una brutal devaluación del peso como las que han ocurrido históricamente en Argentina y que finalmente terminará en una dolarización con la existencia de cuasi monedas como los patacones, las LECOP y todas aquellas pseudomonedas que se han creado en los últimos meses.
Pero si hay una devaluación nadie sabe cual será la magnitud de la misma debido a la gran incertidumbre política que existe. En el mercado financiero hoy se especula que la devaluación mínima podría ser del 30 %, que es el descuento que se realiza por enviar los dólares al exterior o para las operaciones para sacar los pesos del "corralito bancario". Sin embrago, algunos asesores cercanos a los dirigentes mencionados creen que ese número no es suficiente para que se recupere la competitividad y manifiestan en privado que la devaluación debería ser similar a la de Brasil, que luego de devaluar el real en enero de 1999 logró aumentar su ritmo de crecimiento económico.
El resultado de decisión brasileña fue una suba en el tipo de cambio nominal del 80 % que se produjo entre enero y febrero de dicho año, pasando la cotización del real de 1,21 a 2,20 reales por dólar. Muchos dirigentes y empresarios suponen que una devaluación de estas características serviría para mejorar la competitividad con Brasil; pero lo que no tienen presente es que en la medida que el Estado argentino decida salir de la convertibilidad con un esquema de tipo de cambio flotante deberá comenzar a emitir moneda sin respaldo, como ocurrió en el pasado, y, por lo tanto, sobrevendrá nuevamente una etapa inflacionaria que licuará la devaluación y acabará definitivamente con el peso, una situación que podría evitarse si se adopta una dolarización.
Por otra parte se debe señalar que cuando se decidió la flotación brasileña se iniciaba el segundo período presidencial de Fernando Henrique Cardoso, que había sido reelecto. La gobernabilidad estaba asegurada para lanzar un nuevo plan. En cambio en la Argentina nada está a resguardo hoy sin un presidente legitimado por la mayoría de la población.
Además, mediante una devaluación la Argentina no licuará su deuda externa, la que no podrá pagar por un tiempo. Una flotación cambiaria sólo serviría para reducir los salarios en dólares de los trabajadores que consumirían menos que en la actualidad. Los mismos se han ajustado en el sector privado pero todavía no lo suficiente en el sector público. Tal vez lo más eficiente sea una nueva reducción del Estado. En realidad, aunque se crea que el ajuste ya se ha hecho, debemos mencionar que la Argentina, pese a la Ley de Déficit Cero, mostrará un desequilibrio fiscal superior a los 8.000 millones de dólares frente a una meta comprometida de 6.500 millones. Y el equilibrio fiscal es lo principal que se debe cumplir para poder lanzar una plan exitoso, sin el mismo cualquier aventura flotación cambiaria no tendrá éxito y probablemente finalizará en una dolarización. |
Carlos Arbía , 26/12/2001 |
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