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Entre el fútbol y el calendario electoral |
Ni siquiera la pompa y circunstancia de la visita oficial del Presidente al reino de España consiguió sacar de la escena al campeonato mundial de fútbol. Néstor Kirchner había reclamado cambios en el protocolo del Palacio: no quería vestir de frac. El ceremonial de la moderna monarquía española mostró menos rigidez que el huésped y adaptó sus prácticas seculares a las condiciones que éste reclamaba. Lo valiente no quita lo cortés. El doctor Kirchner retribuyó al gobierno español regalándole a su colega Rodríguez Zapatero una casaca albiceleste del seleccionado nacional de fútbol. |
La foto le sirvió a la prensa para resumir el resultado y la atmósfera de la visita de Estado: el Presidente se colocó oportunamente bajo la sombrilla del equipo argentino cuando éste todavía lucía el halo mágico de su victoria frente a Serbia-Montenegro.
Más allá de las gambetas, Kirchner consiguió de su amigo Rodríguez Zapatero la designación de Argentina como aliada estratégica de España y algunas reiteradas promesas de inversión, como la de la petrolera Repsol. No pudo evitar hablar de tarifas: se comprometió a resolver "las cuestiones pendientes" en lo que resta del año. Las empresas españolas que tienen inversiones en servicios públicos en Argentina esperan que llegue de una buena vez el momento en que las palabras se vuelvan hechos. Y temen que cuanto más se aproximen las elecciones de 2007 menos predisposición exista a que tal cosa suceda.
Los empresarios argentinos no están menos inquietos que sus colegas ibéricos. No es que se quejen: por el momento los negocios marchan respetablemente. Pero los preocupa que los controles de precios, que el gobierno prefiere llamar acuerdos y pintó en principio como herramientas transitorias, terminen eternizándose y generando rigideces al proceso económico. En principio, los controles se van extendiendo: incluyen un número muy alto de productos y sin duda abarcarán más, porque la lógica de los controles tiende a expandirse a lo largo de cadenas completas de valor, buscando en cada paso anterior, en el precio de cada insumo incorporado, la esquiva clave de la inflación, reprimida pero no eliminada.
Entre controles, subsidios e intervenciones directas el Estado recupera intervención en la economía. Por si hiciera falta, en España el Presidente subrayó su credo: esa intervención es fundamental e imprescindible, aseguró. Lamentablemente, aquellas inquietudes que subsisten en el mundo empresario, sumadas a las convicciones que proclama el oficialismo convergen para obstaculizar la inversión. Las dificultades energéticas que atraviesa el país (y las que amenazan en el horizonte) provienen, precisamente, de esa reticencia a invertir y la realimentan.
El encuentro que la semana próxima reunirá a Kirchner con su colega boliviano, Evo Morales está relacionado con esas dificultades. La Casa Rosada, que se presenta ante las democracias desarrolladas como fuerza capaz de "contener" dentro de un marco de sensatez los impulsos revolucionarios del líder cocalero, se ve empujada a exhibir su capacidad de negociación en un tema que afecta prácticamente a la Argentina: la provisión de gas boliviano y su precio. Morales no tiene inconvenientes en garantizar suministro del fluido a la Argentina, pero ya declaró que no cree equitativo que Bolivia deba seguir subsidiando a su gran vecino del sur. Así, la cotización actual de 3,60 dólares por unidad (millón de BTUs) se elevará. Kirchner declaró hace algunas semanas que 4,50 dólares por unidad sería un precio equitativo. Más tarde, el ministro Julio De Vido pareció admitir 5 dólares. Pero Bolivia no acepta esa cifra: reclama 6 dólares por unidad. Aunque no se trasmita de modo directamente proporcional, el incremento del precio del gas boliviano (así como el del fuel venezolano, que se cotiza a cara de perro, con los valores del mercado) ejercerá una presión alcista sobre los retrasados valores domésticos de los combustibles y la energía y terminará impactando sobre los costos de la economía en su conjunto. Esa lógica es la que habitualmente genera en los controladores la convicción de que hay que reforzar y ampliar las medidas de control: el dispositivo destinado a reprimir la inflación se alimenta de tentaciones insaciables.
Sucede que el gobierno trabaja con la mira puesta en el calendario electoral. Sus decisiones derivan del cálculo de efectos que cada medida pueda tener sobre los votantes el año próximo. Claro está: la prospectiva no es una ciencia exacta; puede ocurrir que las consecuencias positivas proyectadas se demoren en exceso o no se produzcan y que, por el contrario, haya efectos negativos que se precipiten. El Presidente apuesta a las fórmulas que le han dado réditos hasta el momento.
El escenario, sin embargo, empieza a modificarse. Muchos elementos permiten suponer que, a diferencia de lo sucedido durante los tres años largos que acumula la administración Kirchner, en la última etapa de su período puede encontrarse con desafíos mayores. Sin dejar aún de ser una candidatura virtual, la de Roberto Lavagna genera expectativas convergentes en varias fuerzas y, probablemente, encarna el sentido común de una opinión pública que empieza a sentir la falta de controles y contrapesos en el sistema político.
Al tiempo que procura minimizar la importancia política de ese reto potencial, el gobierno ha permitido en estas semanas que los estiletazos declarativos de Lavagna le fijaran la agenda. Kirchner tuvo que salir a aclarar que el gobierno quiere recibir inversión extranjera y también se vio impulsado a dar explicaciones sobre sus vínculos con el venezolano Hugo Chávez. En este caso marcó diferencias con Lavagna: Kirchner reivindicó su amistad con Chávez y, aunque lo hizo en España en tibios términos de "aceptación de la pluralidad", también lo inscribió en un concepto más amplio: "la ausencia en la región de los Estados Unidos", un hueco en el que Kirchner también quiere que ingresen "España y la Comunidad Económica Europea". ¿Está sugiriendo el Presidente, así sea en cautelosa jerigonza, la constitución de un eje anti-norteamericano? Es difícil discernirlo, porque no parece que el gobierno tenga ideas claras y distintas en materia de posicionamiento internacional. Más bien parece guiarse por impresiones y por decisiones coyunturales, guiadas por cálculos de corto plazo que miran más al consumo interno que a la proyección regional y mundial de la Argentina. El curioso endurecimiento verbal de la cancillería de Kirchner en relación con el tema Malvinas, por ejemplo, no parece responder a ninguna estrategia dirigida a obtener avances concretos en la resolución del viejo conflicto con Gran Bretaña, sino más bien a instalar una temática que pueda ser empleada oportunamente en el escenario electoral.
Mucha especulación. Para llegar al momento de las urnas falta demasiado todavía. Falta infinitamente más que para el final del campeonato de fútbol que por ahora concentra la atención de los argentinos
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Jorge Raventos , 27/06/2006 |
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