La visión del presidente norteamericano sobre los problemas que afectan a la Argentina está en rumbo de colisión con el diagnóstico y las medidas adoptadas - hasta ahora - por el nuevo gobierno nacional. |
Existe un consenso político generalizado acerca de que cualquier alternativa viable para la superación de la crisis argentina requiere indispensablemente de una amplia asistencia financiera internacional, sólo posible a partir de un sólido acuerdo con los organismos multilaterales de crédito. En especial con el Fondo Monetario Internacional y con los países del denominado "Grupo de los Siete", básicamente con los Estados Unidos y la Unión Europea.
De allí que el discurso del presidente George W. Bush en la sede de la Organización de Estados Americanos constituya una definición de enorme importancia. Para evitar trágicos malentendidos, sería conveniente tomarla en cuenta en toda su dimensión. Porque los hechos pueden gustar o no, pero igual existen. Ni es posible ignorarlos ni hay nada más estéril que pelearse con ellos.
El mandatario norteamericano ratificó la firme voluntad política de su gobierno de colaborar con la Argentina, siempre a condición de que el país elabore un programa económico "sustentable". Pero Bush fue esta vez mucho más allá. Sintetizó también, con meridiana claridad, los elementos fundamentales de su diagnóstico sobre la crisis y desarrolló su visión sobre la "sustentabilidad" de un programa económico para la Argentina.
Ese diagnóstico puede resumirse en una sola idea fundamental: los problemas que afectan a la Argentina no son la consecuencia de las reformas estructurales realizadas en la década del 90, sino producto de las reformas estructurales que aún no se hicieron.
Para Bush, la "sustentabilidad" de un programa económico está directamente vinculada con la capacidad de incrementar los niveles de integración con la economía mundial. En ese sentido, el proteccionismo económico sería lo contrario de lo que necesita hoy la Argentina. Al respecto, Bush puso como ejemplo a Chile, la economía más abierta y exitosa de América del Sur, y reiteró la decisión de concertar en los próximos meses un acuerdo bilateral de libre comercio con el país trasandino.
No hace falta afinar demasiado el análisis para concluir en que ese diagnóstico y esa caracterización sobre el significado de la "sustentabilidad" contrastan notoriamente con el diagnóstico formulado y con las medidas adoptadas hasta ahora por el actual gobierno.
En consecuencia, el rumbo económico y político elegido por las nuevas autoridades resulta contradictorio con la administración de Washington. Esta constatación torna virtualmente imposible cualquier acuerdo capaz de destrabar la ayuda financiera internacional.
De este análisis se deducen dos conclusiones de enorme importancia. La primera es que el camino elegido puede resultar catastrófico para la Argentina. La segunda es que un drástico cambio de rumbo puede todavía abrir la posibilidad de un acuerdo estratégico capaz de convertirse en el eje para la recuperación de la confianza internacional.
Esta segunda alternativa implica asumir plenamente la necesidad de una reformulación del poder político que permita poner en marcha un nuevo programa económico, fundado en la realización efectiva de las reformas estructurales que quedaron pendientes luego de un proceso de transformación que duró diez años pero que, sin lugar a dudas, quedó a mitad de camino.
En muy pocos meses, tal vez semanas, es probable que ese viraje sea inevitable, no tanto por la convicción de los actores políticos como por el crudo imperio de la propia y brutal lógica de los acontecimientos. La realidad impone entonces la urgencia de avanzar rápidamente hacia un acuerdo estratégico entre el peronismo, erigido hoy en el único actor relevante del sistema político argentino, y el gobierno republicano, que ha dejado todas las puertas abiertas para ese entendimiento.
Ese acuerdo estratégico y, como tal, de carácter político, económico, comercial y monetario, tendrá que incorporar también la dimensión de la seguridad regional, que - junto con la configuración del ALCA - constituyen hoy las dos preocupaciones prioritarias de la Casa Blanca en relación a los países del Cono Sur.
Como decía Perón, "la única verdad es la realidad". El tiempo que se tarde en comprenderla sólo hará más doloroso socialmente el camino para afrontarla. Las crisis constituyen a veces la única forma de avanzar en la concreción de las transformaciones necesarias. Más que limitarse a temerlas, resulta entonces conveniente munirse de la lucidez y de la voluntad política suficientes para prever su irrupción, comprender su naturaleza y saber distinguir en cada momento lo esencial de lo accesorio. Eso permite asumirlas como desafío y aprovecharlas como oportunidad. |
Pascual Albanese , 18/01/2002 |
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