Homenaje a Luis Jalfen. Presentación del libro "Qué hacer con la Universidad"

 

Texto completo de las exposiciones de Pascual Albanese, Silvio Maresca, Jorge Bolívar y Jorge Castro en la Mesa de Análisis de Segundo Centenario, el 10 de abril de 200l.
Pascual Albanese:


Es difícil, creo que para todos, lo de hoy. Yo simplemente quisiera decir que para nosotros, los que fuimos durante estos últimos seis años amigos y compañeros de Luis en este Centro de Reflexión para la Acción Política, en el cual él ha cumplido un papel mucho más importante tal vez de lo que él mismo sospechó nunca, evidentemente nos sentimos frente al hecho de una pérdida irreparable.

Todos nosotros, me refiero a los que estamos en esta mesa, y muchísimos de los que están sentados frente a nosotros, hemos tenido con Jalfen las más disímiles experiencias y relaciones. La nuestra, más allá de la relación individual que cada uno de nosotros hemos tenido con Luis, se remonta particularmente a mediados de 1995 cuando en conjunto dimos nacimiento a este Centro de Reflexión para la Acción Política.

En este trabajo de todos estos años, estaba haciendo la cuenta el otro día, es probable que hayamos tenido con seguridad, como mínimo 200 reuniones largas con Luis discutiendo una cantidad de temas. Es absolutamente imposible que en esas 200 largas reuniones no haya dejado en nosotros alguna impronta seguramente imborrable. Luis aportó a nuestra existencia como grupo muchas cosas, imposibles de sintetizar en una exposición ni en varios días. Quisiera destacar un par de ellas. La primera es que Luis, de todos nosotros, era él que menos vinculación aparente tenía con la política, entendida como actividad y, sin embargo, nuestro trabajo en común implicó un enorme aporte con su punto de vista, su forma de pensar, sus reflexiones, su mirada sobre la realidad, sobre un grupo de amigos que no teníamos ni su experiencia ni su formación. Teníamos, en todo caso, otras experiencias y otras formaciones.

En ese diálogo permanente y prolongado, sobresalía en nuestro contacto con él una cosa que nos unía profundamente y que era una visión sobre lo nuevo, una visión sobre los cambios de paradigmas del mundo contemporáneo, y la necesidad de avanzar en el terreno de la reflexión, en el terreno del pensamiento y en el terreno de la acción, para estar a la altura de esas mutaciones fundamentales y monumentales que está viviendo el mundo en los últimos años.

Una segunda cosa que aportó muy fuertemente Luis a nuestra existencia como centro de reflexión política fue lo que nosotros denominaríamos una visión sobre la transversalidad, en el sentido de que el debate político, o el debate del pensamiento político, no es el debate de una fuerza política en particular sino que es un debate transversal que se desarrolla hoy, y hoy mucho más que antes, en el conjunto de las fuerzas políticas de la Argentina.

Por eso es que él, que en realidad era un transversal por naturaleza, pudo aportar a nuestra visión de las cosas una impronta muy particular de la cual nos hacemos cargo, a tal punto que formó parte también de nuestro trabajo en común, por lo que, como en su momento lo conversamos juntos, nuestra próxima charla debate del miércoles 2 de mayo va a ser justamente sobre "La Nueva Transversalidad en la Política Argentina". Es algo en lo cual Luis a nosotros nos aportó muchísimo.

Un tercer elemento que aportó Luis también, casi diría que para sorpresa de algunos de nosotros, a lo largo de esta relación, es que si bien solía decir que algunos de nosotros copiamos de él en algún sentido su "bajada a tierra" en cuestiones vinculadas con la reflexión, lo cierto es que él tenía con la acción una relación fuerte y estrecha. Y no era esta relación del "pensamiento puro". Toda su vida es un testimonio de ello.

En el caso de la vida que hemos compartido en los últimos seis años de trabajo en común, seguramente se podrían citar muchos ejemplos. Vienen a mi memoria dos: uno, por que me lo recordaron justo el viernes pasado casualmente en la conversación con un amigo y que es realmente notable. Es una conversación en el PAMI, la semana pasada, del grupo de gente que trabaja en la parte de acción social de esa institución. Se refería a una charla que había dado Luis a mediados del 1999 frente a un conjunto grande de gente de lo que ahora se denomina "tercera edad", gente sin formación universitaria, sin ninguna formación "libresca" y que había salido verdaderamente maravillado de aquella conversación, que según comentaba uno de los que ahí estaban, había sido, según sus propias palabras, una suerte de "lección de vida".

Otro ejemplo que viene a mi memoria, porque acá también están algunos de los que lo han protagonizado con él: Luis aportó también toda una visión para nosotros sobre el tema del cambio tecnológico, de las implicancias del cambio tecnológico, no solamente en el pensamiento, sino también en la vida social, en la vida cultural, en la vida política de nuestra época. Fue por eso que él fue vicepresidente de la Fundación Argentina en la Era de la Información y, desde allí, protagonizó y formó parte de experiencias prácticas muy concretas, como la que se está desarrollando en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, llamado Benito Juárez, que es una experiencia de lo que ahí se ha dado en llamar "alfabetización informática", en el sentido de todo un trabajo vinculado a las organizaciones comunitarias del lugar, tendiente a generar el acceso del conjunto de la población al empleo de las nuevas tecnologías de la información. Y una experiencia aún más reciente, porque empezó la semana pasada, de una Escuela de Informática Social en un barrio pobre de las afueras de la ciudad de La Plata. Cito estos ejemplos porque son los que me vienen a la memoria, no por que sean los únicos y seguramente no son los más importantes, pero son también testimonio de lo que es la vida diaria, que no solamente escribió, y esto no es poco, los libros que están arriba de esa mesa, sino que en el tiempo que compartió con nosotros hizo además muchas otras cosas que hoy valoramos y que tenemos la obligación de continuar.

En ese marco, es que hoy también queremos presentar el último libro de Luis Jalfen "¿Qué hacer hoy con la universidad?". En realidad, lo pensábamos hacer con él. Así lo conversamos casualmente el día anterior a su fallecimiento, en un almuerzo en el restaurante de la Biblioteca, en Agüero y Las Heras, junto a Jorge Castro, Jorge Bolívar, Jorge Raventos y conmigo. Puesto que este libro lo presentamos sin la presencia de su autor, nos hemos dividido el trabajo. Hemos pedido a un amigo muy especial, que es Silvio Maresca, que se refiera también a la obra de Jalfen, se lo hemos pedido también a nuestro común amigo Jorge Bolívar y también a Jorge Castro, en ese orden. Así es que le damos la palabra a Silvio Maresca.


Silvio Maresca:

No es la mejor circunstancia para hablar de Luis y de su obra. Particularmente no lo es para mí, porque yo compartí con él una experiencia cuando, diría yo, recién salíamos de la adolescencia. No voy a anticipar cosas, voy a contar.

Esto se divide en dos. Primero voy a contar un poco, algunas cosas que compartimos muy entrañablemente durante unos años y después voy a decir algunas cosas sobre el libro de Luis…y después lo que comparto y lo que no. Lo que sí, ante todo, voy a decir que es un excelente libro, sino uno de los mejores libros de él.

Y creo realmente, cosa que difícilmente pase, si mucha gente leyera ese libro, se podría iniciar un debate, siempre postergado, sobre educación. Lo que sucede es que hay otros intereses en juego. Las cuestiones intelectuales no son nunca netamente intelectuales, siempre implican otros factores.

Este último libro de Luis sobre la Universidad también en realidad incursiona en la educación formal argentina en su conjunto. Yo siempre digo, está suspendido por una experiencia distinta, el aprendizaje, la transmisión, cuyos intensos tramos iniciales hacia fines de los años 60, compartí con Luis, con Santiago, y algunos otros como Mario Casalla, Santiago Kovadloff y otros. Me refiero entonces, concretamente, a los grupos de estudio de filosofía. Esto que casi intentamos con Luis y con Santiago principalmente por aquellos años. En realidad, la experiencia que a nosotros atañe fue iniciada por Saúl Karsz, que hacia el año 1965 emigró hacia la Sorbona a trabajar con Altusser. Y había también por aquellos años algunos otros que por su experiencia ensayaban esta experiencia. En el caso de Saúl, del cual fuimos discípulos por poco tiempo, más discípulos de un modo de hacer las cosas que de lo que pensaba, que nunca supimos muy bien tampoco. Porque la nueva propuesta de trabajar filosofía en grupos en él estaba muy ligada con criterios propios de un grupo terapéutico, que eso sí estaba en boga en esos tiempos. Era un auge a partir de fines de los 60.

Pero nuestro caso se vinculaba más bien a nuestra experiencia de trabajar con grupos de estudios de filosofía, de coordinarlos nosotros siendo muy jóvenes y sabiendo bastante poco, vincular a una reunión general frente a los criterios académicos que eran propios de la carrera de filosofía de la UBA.

Nosotros no concebíamos ni concebimos que la filosofía pueda pensarse y designarse de modo tan pedestre, con el único objeto de formar especialistas y profesores, pero nunca jamás filósofos, es decir, personas que tuvieran las técnicas conceptuales apropiadas, sean capaces de forjar un pensamiento propio y original, que eso es lo que es un filósofo.

Muy conscientemente, nosotros creíamos que la forma académica de relacionarse con la filosofía de nuestro país formaba parte de la dependencia que, a nuestro criterio, siempre empezaba y terminaba con la cultura, y muy especialmente por la filosofía y el pensamiento en general. Uno muchas veces lo ha hablado con Luis, incluso en este primer libro que hicimos juntos, "Filosofía e Historia de la Cultura". Ahí hablamos ambos de esta dependencia, de este subdesarrollo. Sin embargo, en el caso de Jalfen, hacia fines de los 60, este planteo hacia la dependencia, hacia el subdesarrollo de hoy, etc., no respondía a una postura política explícita, a diferencia de Casalla y otros, donde sí se nota claramente su postura política.

Por eso, nuestra postura hacia el mundo académico era provocativa, irreverente, despectiva y, a menudo, poco seria o, mejor dicho, insuficientemente fundamentada. Sin embargo, generó una movilización, nunca vista antes o después del pasaje de este grupo por la carrera de filosofía. Y creo que estaba bien lo que hacíamos. Sólo Dios sabe como obtuvimos mal que mal nuestro título de grado aunque debo decir que Eugenio Pucciarelli, que era un poco el jefe de la carrera, con su amable generosidad y grandeza, siempre nos protegió y aún nos estimuló, a pesar de no compartir nuestro punto de vista y, sobre todo, de no compartir nuestras actitudes, que eran realmente muy provocativas. Muchas veces nos parábamos en el medio del aula cuando hablaba un profesor repitiendo las cosas que decían Kant o Hegel. Y le preguntábamos si no sabía hacer otra cosa que repetir, si alguna vez había pensado algo, que la filosofía no tenía nada que ver con la repetición. Estábamos en un contexto social que daba para ese planteo, aunque no tenía que ver directamente con lo que pasaba en la vida social, pero era un contexto social que se encaminaba rápidamente hacia un Estado casi revolucionario. Estamos hablando de 1968, 1969, 1970.

Segunda Parte
Agenda Estratégica , 10/04/2001

 

 

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