La supremacía norteamericana en perspectiva.

 

Dos profesores del Departamento de Gobierno del Dartmouth College establecen las características del actual sistema mundial de poder y sus consecuencias en el escenario de la política global.
Desde la fortaleza hacia la fortaleza

Hace más de una década, el columnista político Charles Krauthammer proclamó en estas páginas la llegada de lo que llamó un "momento unipolar", un período en el cual una superpotencia, los Estados Unidos, se posicionó claramente en una ubicación superior al resto de la comunidad internacional ("The Unipolar Moment", Norteamérica y el Mundo 1990/1991). En los años siguientes la Unión Soviética colapsó, la economía y el poder militar de Rusia declinó aceleradamente y Japón se estancó, mientras que los Estados Unidos experimentaron la más larga - y una de las más vigorosas - expansión económica de su historia. Pero hacia el final del siglo, los lectores pudieron encontrar al científico político Samuel Huntington argumentando aquí que la unipolaridad ya había dado paso a una estructura "uni-multipolar", la cual, a su turno, debería transformarse sin ambigüedad en multipolar ("The Lonely Superpower", March/April 1999). Y a pesar de la exageración retórica de los funcionarios norteamericanos, Huntington no estaba solo en sus puntos de vista. Las encuestas mostraron que más del 40 por ciento de los norteamericanos estaban de acuerdo en que los Estados Unidos eran ahora meramente uno entre varios poderes líderes - una cifra que ha estado aumentando constantemente durante varios años.

¿Porqué el argumento de la unipolaridad pareció menos convincente para muchos aun mientras el poder de los Estados Unidos parecía crecer? Principalmente porque la ubicación del arco fue cambiada de lugar. La definición de unipolaridad de Krauthammer, como un sistema con un solo polo, tenía sentido inmediato después del levantamiento de una Guerra Fría que había sido claramente moldeada por la existencia de dos polos. La gente sintió intuitivamente que un mundo sin ninguna gran potencia capaz de mantener una rivalidad enfocada en los Estados Unidos debería ser muy diferente en las cuestiones importantes.

Pero una década después, lo que pareció evidente en forma creciente fue no la ausencia de un rival a la par sino la persistencia de un número de problemas en el mundo que Washington no podría decidir por sí solo. Este fue el contexto para la nueva definición de unipolaridad de Huntington, como un sistema con "una superpotencia, ninguna potencia mayor significativa y algunas potencias menores". La potencia dominante en un sistema de este tipo, argumentó, debería ser capaz de "resolver efectivamente importantes temas internacionales sola, y ninguna combinación de otros estados tendría el poder de impedir que lo haga". Los Estados Unidos no tuvieron esa capacidad y entonces no calificaron.

Los ataques terroristas del otoño pasado parecieron para algunos reforzar este punto, revelando no solo un grado remarcable de la vulnerabilidad norteamericana sino también una vena profunda de resentimiento global antinorteamericano. De repente, el mundo pareció un lugar más amenazante, con peligros insospechables en cada esquina y una vigilia eterna sobre el precio de la libertad. En estos tiempos, como demostró el éxito de la campaña militar en Afghanistán, la vulnerabilidad al terror tiene pocos efectos en la fortaleza de los Estados Unidos en los asuntos interestatales más tradicionales. Si algo hizo la respuesta de Norteamérica a los ataques - que mostró sus capacidades para proyectar su poder en varios lugares alrededor del mundo simultánea y, en esencia, unilateralmente, mientras aumentaba sin esfuerzo el gasto en defensa en casi 50 mil millones de dólares - sólo fue reforzar su posición única.

Si la supremacía norteamericana de hoy no constituye unipolaridad, entonces nada lo será en ningún tiempo. La única cosa que queda por discutir es cuánto durará y qué implicaciones tiene para la política exterior norteamericana.


Tome una medida, cualquier medida

Para comprender cabalmente cuán dominante son hoy los Estados Unidos, uno necesita mirar sucesivamente a cada una de las medidas de los componentes del poder nacional. En la arena militar, los Estados Unidos están en posición de gastar en defensa en 2003 más que los siguientes 15 a 20 países de mayor gasto combinados. Los Estados Unidos tienen una aplastante superioridad nuclear, la fuerza aérea dominante del mundo, la única armada verdaderamente valiosa en todas las aguas y una capacidad única para proyectar su poder alrededor del globo. Y su ventaja militar es aún más evidente en calidad que en cantidad. Los Estados Unidos lideran el mundo en la utilización de las aplicaciones bélicas de las comunicaciones avanzadas y la tecnología de la información y han demostrado una capacidad inigualada para coordinar y procesar información acerca del campo de batalla y destruir objetivos desde lejos con extraordinaria precisión. Washington no está facilitando que otros lo alcancen, dada la gran brecha en el gasto en investigación y desarrollo militar, en el cual los Estados Unidos gastan tres veces más que las siguientes seis potencias combinadas. Visto de otra forma, los Estados Unidos gastan actualmente en I & D militar lo que Alemania o el Reino Unido gastan en total en defensa.

Ningún estado en la historia moderna de la política internacional ha estado cerca de la predominancia militar que estos números sugieren. Y los Estados Unidos adquieren esta predominancia con sólo el 3,5 por ciento de su PBI. Como destaca el historiador Paul Kennedy, "ser el Número Uno a gran costo es una cosa; ser la única superpotencia del mundo a bajo precio es sorprendente".

La predominancia económica norteamericana - ya sea relativa a varias de las potencias ricas que le siguen o sobre el resto del mundo combinado - sobrepasa a la de cualquier otra gran potencia en la historia moderna, con la sola excepción de su propia posición después de 1945 (cuando la Segunda Guerra Mundial había devastado temporariamente a todas las otras economías importantes). La economía de los Estados Unidos es actualmente dos veces mayor que su rival más cercano, Japón. La economía de California sola se ha transformado en la quinta más grande del mundo (usando estimaciones del tipo de cambio de mercado), por delante de Francia y justo detrás del Reino Unido.

Es cierto que la larga expansión de los años 90 está en reflujo, pero debería ocurrir una experiencia como la de Japón en esa década - es decir, una extraordinariamente profunda y prolongada recesión local contrapuesta con un robusto crecimiento en los demás países - para que los Estados Unidos cayeran a la posición económica que ocupaban en 1991. Sin embargo, las apuestas contra una declinación relativa de este tipo pagan poco, en parte porque los Estados Unidos son el país en la mejor posición para tomar ventaja de la globalización. Su status como el destino preferido para los trabajadores extranjeros con formación científica se ha consolidado durante la década de los 90 y es el destino más popular para las firmas extranjeras. En 1999 atrajo más de un tercio de todos los flujos mundiales de inversión extranjera directa.

La dominancia militar y económica de los Estados Unidos, finalmente, está enraizada en la posición del país como líder del poder tecnológico. Aunque medir el gasto nacional en I & D es crecientemente difícil en una era en la que muchas actividades económicas cruzan las fronteras, los esfuerzos para hacerlo indican que Norteamérica continúa liderando. Las cifras de los últimos años de la década del 90 muestran que los gastos de Estados Unidos en I & D casi igualan a la de los siguientes siete países más ricos combinados.

La medición del grado de dominancia norteamericano en cada categoría comienza a colocar las cosas en perspectiva. Pero lo que verdaderamente distingue al actual sistema internacional es la dominancia norteamericana en todas ellas simultáneamente. Los países líderes previos en la era moderna eran o grandes potencias comerciales y navales o grandes potencias militares en tierra, nunca ambas cosas. El Imperio Británico en su período de mayor vigor o los Estados Unidos durante la Guerra Fría, por ejemplo, compartían el mundo con otras potencias que los igualaban o superaban en algunas áreas. Después de las Guerras Napoleónicas, el Reino Unido era claramente el líder del mundo en poder comercial y naval. Pero aún en las alturas de la Pax Britannica, el Reino Unido era sobrepasado en recursos naturales, humanos y armas por Rusia y Francia juntas. Y su porción del 24 por ciento del PBI entre las seis potencias líderes, al comienzo de la década de 1870, era igualada por los Estados Unidos, con Rusia y Alemania siguiéndolo de cerca. En forma similar, en el amanecer de la Guerra Fría los Estados Unidos eran claramente dominantes con su economía, así como en sus capacidades navales y aéreas. Pero la Unión Soviética retenía una paridad militar en conjunto y, gracias a la geografía y a su inversión en poder terrestre, tuvo una capacidad superior para capturar territorio en Eurasia.

En contraste, hoy los Estados Unidos no tienen rival en ninguna dimensión crítica del poder. Nunca ha existido un sistema de estados soberanos que contuviera a un estado con este grado de dominancia. La reciente tendencia a igualar unipolaridad con la capacidad de alcanzar los resultados deseados por su propia mano en todas las cuestiones solamente refuerza este punto: en ningún sistema internacional previo podría siquiera habérsele ocurrido a alguien aplicar tal criterio de juicio.

Segunda Parte
Stephen G. Brooks y William C. Wohlforth , 26/07/2002

 

 

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