La supremacía norteamericana en perspectiva. (Segunda Parte)

 

Dos profesores del Departamento de Gobierno del Dartmouth College establecen las características del actual sistema mundial de poder y sus consecuencias en el escenario de la política global.
¿Puede perdurar?

Sin embargo, muchos de los que reconocen la extensión del poder norteamericano lo miran como si necesariamente se autoinvalidara. Los otros estados tradicionalmente se juntan para restringir potenciales hegemonías, dicen, y esta vez no será diferente. Como lo expresó el comentarista político alemán Josef Joffe, "los libros de historia dicen que el Señor Grande siempre invita a su propia defunción. Los número 2, 3, 4 se combinarán contra él, formarán alianzas compensatorias y conspirarán para su caída. Esto le sucedió a Napoleón, así como le ocurrió a Luis XIV y a los poderosos Habsburgo, a Hitler y a Stalin. El poder engendra un contrapoder superior; es la regla más vieja de la política mundial".

Lo que estos argumentos fallan en reconocer son los rasgos de la posición de los Estados Unidos después de la Guerra Fría, que lo hacen aparentemente resistir a la tendencia histórica. Limitando con océanos al este y al oeste y con débiles y amistosos poderes al norte y al sur, los Estados Unidos son menos vulnerables que los aspirantes anteriores a la hegemonía y también menos amenazantes que los otros. Los principales desafiantes potenciales a su unipolaridad - China, Rusia, Japón y Alemania - ahora están en la ubicación opuesta. Ellos no pueden aumentar sus capacidades militares hasta equilibrar a los Estados Unidos sin transformarse simultáneamente en amenazas inmediatas para sus vecinos. La política, aún la política internacional, es local. Aunque el poder norteamericano atrae mucha atención globalmente, los estados están usualmente más preocupados por sus propios vecinos que con el equilibrio global. Sea que cualquiera de los potenciales desafiantes haga un movimiento serio hacia Estados Unidos, los esfuerzos equilibradores regionales podrían casi con certeza ayudar a contenerlos, tanto como las masivas capacidades latentes de poder de los Estados Unidos, las cuales podría ser movilizadas lo necesario para interceptar una amenaza emergente.

Cuando los analistas se refieren a un modelo histórico de equilibrio contra los potenciales poderes predominantes, raramente notan que los casos en cuestión - la dinastía de los Habsburgo, la Francia napoleónica, la Unión Soviética en la Guerra Fría - representaban hegemonías potenciales que eran vulnerables, amenazantes, ubicadas centralmente y dominantes en uno o dos componentes del poder. Más aún, todos las potenciales hegemonías se especializaron precisamente en la forma de poder - la habilidad para capturar territorio - más capaz de impulsar por terror a otros estados dentro de una coalición antihegemónica. Las capacidades norteamericanas, por contraste, son relativamente más grandes y más inclusivas que aquellas de los aspirantes hegemónicos del pasado, están ubicadas en forma segura "offshore", y los proyectos de equilibradores son vecinos regionales cercanos uno del otro. El poder de los Estados Unidos está también bajo el comando de un solo gobierno, mientras que los supuestos equilibradores enfrentarían desafíos importantes al actuar colectivamente para ensamblar y coordinar sus capacidades militares.

Además, las experiencias históricas previas de equilibrio involucraban a grupos de potencias del "status quo" buscando contener a una revisionista en ascenso. Los equilibradores tenían mucho que temer si el aspirante hegemónico lograba su camino. Hoy, vista de cualquier manera, la dominancia de Estados Unidos es el "status quo". Varias de las principales potencias en el sistema han sido aliadas cercanas de los Estados Unidos durante décadas y consiguieron beneficios sustanciales de sus posiciones. No solamente tendrían que retrotraer esos beneficios si trataran de equilibrar, sino que tendrían que encontrar alguna forma de instalar juntos una alianza durable y coherente mientras Estados Unidos estuviera vigilando. Este es un punto de profunda importancia, porque aunque puedan haber varios precedentes de una coalición de equilibradores para prevenir la emergencia de una hegemonía, no hay ninguno para un grupo de potencias subordinadas uniéndose para derribar una hegemonía una vez que ya ha emergido, que es lo que tendría que suceder hoy.

Finalmente, la naturaleza inclusiva del poder de los Estados Unidos también inclina las chances en contra de cualquier intento importante de equilibrio, sin mencionar uno exitoso. Estados Unidos es, al mismo tiempo, grande y rico, mientras que los potenciales desafiantes son todos o lo uno o lo otro. Tomará al menos una generación para que los otros grandes países de hoy (tales como China e India) se transformen en ricos y, dadas las declinantes tasas de natalidad, las otras potencias ricas no están próximas a llegar a grandes, al menos en términos relativos. Durante los años 90, la población de Estados Unidos aumentó 32,7 millones, una cifra igual a más de la mitad de la actual población de Francia o el Reino Unido.

Alguien podría argumentar que la Unión Europea es una excepción a la regla de grande o rico. Es verdad que si Bruselas fuera a desarrollar capacidades militares impactantes y usar su poder colectivo latente como un estado, la UE constituiría claramente otro polo. Pero la creación de una defensa autónoma y unificada y una capacidad de industrias de la defensa que compitiera con la de los Estados Unidos sería una tarea gargantuana. La UE está esforzándose para reunir una fuerza de reacción rápida de 60.000 efectivos, que está diseñada para operaciones pequeñas, tales como alivio humanitario, mantenimiento de la paz y manejo de crisis, pero todavía carece de instrumentos militares esenciales, tales como capacidades en reunión de inteligencia, transporte aéreo, supresión de defensas antiaéreas, reaprovisionamiento de combustible en el aire, transporte por mar, atención médica y búsqueda y rescate en combate, y aun cuando tenga esas capacidades, quizás hacia el fin de esta década, todavía confiará en el comando y control y otros activos de la OTAN.

Además, cualquier capacidad que eventualmente reúna la UE tendrá importancia sólo en la medida en que esté bajo el control de un órgano para la toma de decisiones similar al de un estado, con la autoridad para actuar rápida y decisivamente en nombre de Europa. Tal autoridad, que todavía no existe siquiera para cuestiones financieras internacionales, podría ser adquirida solamente al precio de un asalto frontal directo al núcleo de la soberanía de las naciones europeas. Y todo esto tendría que ocurrir mientras la UE se expande para sumar diez o más nuevos estados miembros, un proceso que complicará ulteriores profundizaciones. Dados estos obstáculos, es improbable que Europa emerja como un actor dominante en el terreno militar al menos durante un muy largo tiempo.

La mayoría de los analistas que miran por un futuro competidor a la par de los Estados Unidos enfocan a China, ya que es el único poder con el potencial para alcanzar el tamaño de la economía de los Estados Unidos en las próximas décadas. Pero aun si China fuera capaz eventualmente de alcanzar a los Estados Unidos en términos de PBI agregado, las brechas en las otras capacidades de poder entre los dos estados - tecnológica, militar y geográfica - permanecerán.

Desde mediados de los 90, los mismos estrategas chinos han devenido marcadamente menos entusiastas acerca de la capacidad de su país de cerrar la brecha en lo que ellos llaman "poder nacional inclusivo" en cualquier tiempo cercano. Los últimos estimados de la agencia de inteligencia de China proyectan que en 2020 el país poseerá entre poco más de un tercio a poco más de la mitad de las capacidades de Estados Unidos. Cincuenta por ciento de la fuerza laboral de China está empleada en la agricultura y relativamente poco de su economía está dirigido hacia la alta tecnología. En la década de los 90, el gasto de Estados Unidos en desarrollo tecnológico fue más de 20 veces el de China. La mayoría de las armas de China tienen décadas de antigüedad. Y China nada puede hacer que permitiera el escape de su geografía, lo que la deja rodeada de países que tienen la motivación y la capacidad para comprometerse en equilibrar por sí mismos si China iniciara la construcción de una fuerza militar expansiva.

Estos no son sólo hechos acerca del actual sistema; son así reconocidos por los principales actores involucrados. Como resultado, no parece que emerja un desafiante global de Estados Unidos en el futuro previsible. Ningún país, o grupo de países, quiere operar por sí mismo en una situación en la que tendrá que enfrentarse con la enemistad focalizada de los Estados Unidos.

Dos de las principales causas de los pasados conflictos entre las grandes potencias - la rivalidad hegemónica y la inadecuada apreciación - no están actualmente operativas en la política mundial. En el despertar del siglo XX, una Alemania militarmente poderosa desafió el reclamo de liderazgo del Reino Unido. El resultado fue la Primera Guerra Mundial. A mediados del siglo XX, el liderazgo norteamericano pareció bajo desafío de una Unión Soviética vigorosa militar e ideológicamente. El resultado fue la Guerra Fría. En cualquier aspecto, la dominancia de los Estados Unidos hoy milita contra un desafío comparable y, desde ahí, contra un conflicto global comparable. Porque Estados Unidos es demasiado poderoso para ser balanceado, además, existe mucho menos peligro de una guerra emergente de las apreciaciones inadecuadas, los cálculos incorrectos, las carreras de armamentos y hechos similares que tradicionalmente han plagado los intentos de equilibrio. Los expertos a menudo lamentan la ausencia de un Bismarck post Guerra Fría. Afortunadamente, mientras la unipolaridad perdure, no habrá necesidad de uno.


Tercera Parte
Stephen G. Brooks y William C. Wohlforth , 26/07/2002

 

 

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