LA ESTRATEGIA DE CONFRONTACION Y SUS CONSECUENCIAS.

 

Texto completo de las exposiciones realizadas por Jorge Raventos, Jorge Castro y Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes de 5 abril en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
JORGE RAVENTOS.

Buenas noches. El tema de la acción confrontativa del gobierno ha sido motivo de conversación en estos encuentros en varias oportundades porque es una actitud consuetudinaria y un rasgo característico del gobierno. Hemos explicado en estas charlas que está obligado el gobierno, está forzado a hacerlo. Ha elegido hacerlo en virtud de lo que llamamos su mal de origen. Es un gobierno que necesita buscar el protagonismo y reemplazar con encuestas y opinión pública lo que no le dieron las urnas, donde perdió la primera vuelta electoral, recibió el 22% de los votos apenas, de los cuales las dos terceras partes eran votos, por decir así, prestados, facilitados por la acción del aparato del partido justicialista de la provincia de Buenos Aires. En estos meses, desde el principio de su acción, hemos visto el extenso listado de sectores con los que el gobierno ha confrontado incluyendo allí desde la élite empresaria francesa o española en su momento, los militares y amplios sectores del peronismo. Ultimamente, para agregar una muesca más en la culata de su revólver, la propia Iglesia Católica.

Hemos hablado de todas estas confrontaciones internas pero quizá podemos analizar esto desde una óptica más amplia, que va más allá de la política local y se inscribe en la situación confrontativa de valores que se está dando en el mundo. Porque el gobierno, a pesar de que en algunas cosas pretende tener rasgos originales, comparte con distintos sectores, con una corriente de sectores en el mundo, algunos rasgos comunes. La discusión de los valores ha salido del gabinete de los filósofos para convertirse en una cuestión política de primer orden en el mundo. Particularmente lo hemos visto en la elección última presidencial de los Estados Unidos, donde la defensa de una serie de valores que tiene que ver con la tradición y la identidad norteamericana fueron más importantes seguramente que el propio debate sobre la guerra de Irak en la elección del presidente Bush.

En esta discusión de valores podríamos hacer una división de ejes donde se mezcla un poco lo que pasa acá y la situación en el mundo. Tenemos un eje que, para vincularlo al tema de esta noche, es el tema confrontación versus asociatividad. Es decir, la confrontación tiende a exhibir una estrategia política de aislamiento y a menudo facciosa, que en primera instancia puede simular fuerza pero que en los hechos va perdiendo esa fuerza, porque la fuerza en esta época, y probablemente en muchas otras, está basada no sólo en la musculatura del sector propio, sino en la capacidad de ese sector para incorporarse e incorporar alianzas y vínculos con otros y construir en conjunto.

Otro eje es atomización, división, versus comunidad, comunidad organizada, unión nacional. Esta última, unión nacional, comunidad organizada, es el sistema de valores tradicional del peronismo, la búsqueda de la integración social y la proyección de las tradiciones hacia el futuro. Las políticas de atomización y de división han sido características en la política argentina de otros sectores, más bien de los sectores que se opusieron al peronismo, de sectores que han actuado desde condiciones minoritarias o las han habilitado.

Se observa en la política del gobierno otro elemento de división que es la intención, quizás arrogante, de establecer un corte de la historia argentina, separando el pasado de lo nuevo, encarnado presuntamente por el gobierno, y esta intención de empezar de cero, generar una cosa nueva aboliendo las partes que no son aceptables del pasado, así sean fuertes y estén enraizadas, pretensión que en cierto sentido se vincula ideológicamente a una fantasía o una quimera que tuvo encarnación y efectos y consecuencias en la política argentina y latinoamericana, que fue la quimera del “hombre nuevo”, la construcción del “hombre nuevo”. Esta intención de ingeniería humana terminó como terminó y está a la vista. El cardenal Joseph Ratzinger ha descripto esa intención y esa propuesta, diciendo que se trata de una propuesta que prefiere no tener un “de dónde”, es decir una raíz, un origen, y un “adónde”, no ser “a partir de” ni “para”. El clamor radical, dice, exige la “liberación” del hombre en su esencia misma de hombre, de tal manera que pueda convertirse en el “hombre nuevo”.

Es a esta pretensión a la que, quizás ante las encarnaciones un poco zafias, un poco ordinarias, que se dan de esta política en las expresiones oficiales, sea exagerado atribuirle una pretensión tan ambiciosa. Pero cada uno expresa como puede las cosas, pero las cosas se expresan de todos modos. Detrás aún de las maneras más ordinarias de plantear las cosas, hay en el fondo un sistema de valores de referencia. Y este valor de referencia lo podemos encontrar. Aunque tercos en el sostén de posturas facciosas, los voceros de estos sectores, frente a cuestiones de fondo hacen gala de indiferencia valorativa. Actúan como Pilatos, igualan el bien y el mal en el denominador común de las “opiniones” y de lo que el Presidente ha llamado las “verdades relativas”. Pero esa supuesta neutralidad valorativa se combina con un moralismo agresivo que utiliza las acusaciones de corrupción como arma contra los otros y que es lo contrario de una ética de la unión y el bien común, más bien es un sistema inquisitorial erigido por las élites de lo políticamente correcto.

Esa corriente no es en rigor neutral ni admite espacio para la libertad de todos, sino que por el contrario es una ideología que se impone a través de la política y cierra paulatinamente el espacio público a las visiones que proscribe. El episodio aún inconcluso de las sanciones a un oficial del Ejército por la carta escrita por su esposa es una muestra de esta actitud. Estamos ante una yuxtaposición, neutralidad para algunas cosas y en otras doble moral, una para las declamaciones y los adversarios, otra para sí mismo y los amigos, Southern Winds.

Otros rasgos de este sistema de valores confrontativos es la lucha contra las tradiciones en nombre del “progreso”. Se trata de imponer una ideología que se presenta como si fuese la única voz de la racionalidad, mientras es apenas la expresión de un cierto racionalismo. Combina el “progresismo” moderno y el indiferentismo post- moderno disfrazado de “tolerancia”, una idea de libertad hiper individualista, atomística, en la que los semejantes son límites a la libertad propia, a los que tolero con la esperanza de que me toleren a mí. La solidaridad como producto de la libertad y la voluntad consciente es reemplazada por la “solidaridad” impuesta desde arriba por el Estado.

En lo profundo, esa idea desviada y atomística de la libertad esconde raíces profundas de confrontacionismo. Eso se observa en los temas del aborto y la eutanasia, que lo que se ha dado en llamar el “secularismo agresivo” intenta imponer a la sociedad contemporánea. El justificativo del llamado “progresismo” para defender el aborto es la libertad de la madre. Destruyen así la primera comunidad, la alianza entre madre e hijo, estableciendo una confrontación entre una y otro. Si bien se mira, el cordón umbilical es el primer vínculo de unión de los seres humanos. Estamos en red desde la gestación. La destrucción de esa alianza es una metáfora de carácter destructivo del confrontacionismo individualista. La libertad que predica se queda sin sujeto. Porque ser sujeto es estar sujeto, asociado, vinculado, interdependiente, en comunidad, en comunión.

Así como las políticas abortistas son un aspecto del confrontacionismo individualista que rompe la alianza primordial entre la madre y el hijo, la eutanasia es una política surgida de la misma matriz valorativa, que en este caso erosiona la alianza entre generaciones. En el seno de sociedades en que la longevidad se cruza con la crisis terminal de sistemas de previsión social, y se avizoran costos crecientes para los segmentos más jóvenes de la población, empieza a desplegarse una fuerte presión para garantizar una “buena muerte” a los ancianos, siempre hay argumentos piadosos.

Alejados por igual de una idea de comunidad organizada se dan la mano en estas políticas ultra individualistas el llamado “progresismo” o “izquierda” y sectores bien pensantes del economicismo de derecha. Unos pregonan la libertad y quieren practicar en realidad una combinación de autoritarismo económico y anarquismo de los valores. Los otros confunden las reglas del mercado con las normas y valores sociales y parecen moverse tras la utopía reaccionaria de tratar todo desde los vínculos comunitarios hasta el cuerpo humano, desde el sexo hasta la cultura, en términos de mercancías o comodities.

Esa alianza entre oligarquías intelectuales y mediáticas de izquierda y de derecha ha tenido éxito en convertir sus recetas en una suerte de sentido común de los sectores más expuestos a su prédica. Pero en el subsuelo de la patria, para decirlo en palabras de Raúl Scalabrini Ortiz, resiste un espíritu popular leal a los valores de la identidad, la comunidad, la tradición y la esperanza. Una política de unión nacional, diferenciada del confrontacionismo individualista y faccioso, necesita basarse en la defensa de esos valores y en la movilización de esos sectores. Nada más.
Jorge Raventos Jorge Castro Pascual Albanese , 02/05/2005

 

 

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