LA ESTRATEGIA DE CONFRONTACION Y SUS CONSECUENCIAS

 

Texto completo de las exposiciones realizadas por Jorge Raventos, Jorge Castro y Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes de 5 abril en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
JORGE CASTRO

Frente a la decisión de una parte de su familia de extinguir la vida de Terry Schiavo, se alzó en los Estados Unidos en las últimas semanas una formidable coalición, surgida del encuentro entre las iglesias evangélicas protestantes y la Iglesia Católica. La reacción, eficacia, operatividad de esta formidable coalición, a la cabeza de la cual se colocó el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, logró que el Congreso de los Estados Unidos se reuniera, convocado con 48 horas de anticipación, y votara una ley con una mayoría abrumadora que recorrió el espectro de los dos partidos.

En las elecciones norteamericanas del 2 de noviembre del 2004, los dos puntos centrales fueron la cuestión de los valores y la guerra de Irak. El tema de los valores o, lo que es lo mismo, si las cosas tienen un sentido que va más allá de lo cotidiano y si los hombres enfrentan los dilemas de la vida práctica, en primer lugar los morales a partir de la indiferencia de lo que sólo existe en lo cotidiano, o si por el contrario lo hacen inspirados en valores que, por su propia naturaleza, tienen un carácter absoluto, o lo que es igual religioso, fue el factor decisivo de ese resultado electoral. Al menos tres de cada diez votantes norteamericanos señalaron que su voto era fundamentalmente guiado por la cuestión de los valores. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, un candidato republicano, esto es el presidente Bush obtuvo la mitad de los votos de la comunidad católica, una comunidad tradicionalmente demócrata, y por primera vez también en la historia de los Estados Unidos logró el 25% de los votos de la comunidad judía.

Ustedes saben, en la vida política norteamericana hay una regla que hasta ahora se había cumplido de manera inexorable. Esa regla dice más o menos así: toda comunidad minoritaria norteamericana, en la medida en que mejora sus condiciones de vida y su nivel de ingreso y de educación, pasa del voto demócrata al voto republicano, con una excepción : la comunidad judía, en la que cualquiera sea el nivel social, el nivel de ingresos, el status educativo, el voto siempre fue abrumadoramente demócrata. Esta vez, sin embargo, el 25% del voto de la comunidad judía norteamericana respaldó a Bush, y el elemento fundamental que lo llevó a respaldarlo fue la cuestión de los valores, incluso con una opinión crítica respecto a la guerra de Irak. Este porcentaje del 25% además es más alto en alguno de los estados más arquetípicamente propio del despliegue de la comunidad judía, por ejemplo el norte del estado de La Florida, donde el porcentaje de votos judíos a favor del presidente Bush supera el 33, 35% del total.

Dejemos a Estados Unidos de lado. Vamos a Europa: el cálculo que hace las Naciones Unidas es que antes de mediados del siglo hay una caída absoluta, no solo relativa, de la población de la comunidad europea, en los países que actualmente constituyen lo que antes se denominaba Europa occidental, de más de cien millones de personas. O, lo que es igual, hacia el 2050 ya todos los países de Europa Occidental tienen una tasa de crecimiento poblacional negativa. O, lo que es lo mismo, son más los europeos que mueren que los europeos que nacen. O, lo que es igual, hacia el 2050 en Alemania muy pocos niños, cada vez menos, y un promedio de edad en el cual al menos el 35% de la población va a tener 60 años o más. Japón, la gran civilización industrial de Oriente: población actual, 128 millones. En el 2050, los 128 millones actuales van a ser 100 millones. Al terminar el siglo, según el cálculo del gobierno japonés, la población del archipiélago japonés no va a ser muy superior a los 50 millones de personas. Además de esos 50 millones de personas en el Japón, el porcentaje de la población por encima de 65 años va a ser el 40% del total.

Veamos lo que sucede en China, la más gigantesca revolución industrial desde que surgió la Primera Revolución Industrial en 1780, en el sur de Escocia y en el norte de Gran Bretaña, en el norte de Inglaterra. Uno de los componentes de esta política extraordinaria de acumulación capitalista en el plano industrial, llevada adelante por un poder político que tiene una concepción del mundo y de las cosas profundamente “iluminista”, es la política de control de la natalidad. Esto significa, en breves términos, lo siguiente: si no fuera por la política de control de la natalidad, que ha llevado de manera sistemática en los últimos 25 años el gobierno del régimen comunista chino, al mismo tiempo que desarrollaba la revolución industrial, hoy habría 300 millones más de chinos. La población actual son 1300 millones. Si no hubiera sido por esa política de control de la natalidad, serían 1600 millones. Lo que ocurre es que en el campo político, social y económico todas las decisiones tienen sus consecuencias. La consecuencia es que, en los próximos 25 años, China va a tener un porcentaje de población de 65 años o más equivalente a Europa o los Estados Unidos.

La eutanasia, aborto, matrimonios tardíos, parejas sin hijos, pareciera que es un fenómeno o un conjunto de fenómenos dominados por eso que el general Charles De Gaulle denominaba la “oscura necesidad de las cosas”. Dice Juan Pablo II, recientemente fallecido, el mundo moderno tiene del ser humano una concepción instrumental, considera al ser humano un instrumento a ser utilizado por sucesivas o diversas manipulaciones, ya sea en el campo económico, en el terreno político o en el aspecto sexual. En su momento, el padre Arrupe, que fue el padre superior de la Compañía de Jesús antes de ser intervenida por Juan Pablo II, sostuvo que la Iglesia o el pensamiento religioso o la idea de que las cosas y los hombres, y las cosas de los hombres, tienen un sentido trascendente, que no se limita a la banalidad de lo cotidiano, tenía como principal adversario, no a una concepción filosófica combativa de carácter ateo o siquiera agnóstico. El principal adversario de una concepción religiosa que insiste en pensar los acontecimientos humanos alrededor de valores trascendentes es lo que él denominaba el ateísmo cotidiano y banal. La idea de que, en definitiva, lo importante no es el otro, sino el uso que al otro se le da y que, además, se juzga a los acontecimientos y las opciones que se tienen en la vida cotidiana sobre valores que no surgen ni salen del marco de lo cotidiano en una visión estrictamente relativa o, como diría nuestro actual Presidente Kirchner, “según la verdad relativa de las cosas”.

Ahora, veamos las elecciones en los Estados Unidos del 2 de noviembre del 2004 y la gigantesca movilización de una coalición evangélica-católica que en Estados Unidos se levantó en defensa de la vida de Terry Schiavo. Alexis de Tocqueville, en 1835, durante nueve meses recorre los Estados Unidos de entonces. El objeto de su viaje, joven magistrado francés, es realizar un informe sobre el sistema de prisiones norteamericanas. Rápidamente, tira por la borda el encargo oficial y advierte que lo que tiene por delante es un espectáculo mucho más interesante, mucho más lleno de sentido y de riqueza conceptual. Es el espectáculo de la democracia norteamericana. Y es entonces que Tocqueville formula lo que muy probablemente sea un criterio metodológico de significado histórico. Dice: no es que Estados Unidos sea el futuro del mundo, pero sí Estados Unidos es el lugar del mundo donde el futuro llega primero. O lo que es igual, Estados Unidos adelanta históricamente la agenda mundial. Lo que ocurre en los Estados Unidos de significativo en algún momento y con múltiples encarnaciones diversas se manifiesta en el resto del mundo.

Dice Dostoievsky en “Los hermanos Karamasov”: “quien no cree en Dios tampoco cree en el pueblo de Dios. En cambio, quien no duda del pueblo de Dios verá también la santidad del alma del pueblo, aún cuando hasta este momento no hubiera creído en ella. Sólo el pueblo y su fuerza espiritual es capaz de convertir a los ateos desarraigados de su propia tierra”.

Juan Pablo II es uno de los papas más prolíficos de la historia de la Iglesia Católica. Como corresponde a todo Papa, escribía mucho y citaba poco. Pero una de las citas repetidas que tiene Juan Pablo II pertenecen a un teólogo y filósofo alemán, al igual que él también un fenomenólogo. Juan Pablo II es un discípulo de Marck Scheller y este alemán filósofo y teólogo rera condiscípulo de Romano Guardini. Dice Romano Guardini: “no hay esperanza sin cruz”. Esto es, sin crisis y sin conciencia de la crisis o, lo que es igual, sin una honda y profunda transformación. Es por eso que la esperanza, dice, casi nada tiene que ver con el optimismo.

Juan Pablo II es una figura histórica, pero en la Iglesia hay junto a él a lo largo de estos años una de las grandes figuras intelectuales de la historia de la Iglesia Católica. Es el cardenal Ratzinger. Y dice Ratzinger: lo contrario de conservador no es “progresista” sino misionero y en el mundo de hoy la Iglesia no puede ser conservadora y mucho menos “progresista”, debe ser misionera porque actúa en un mundo, el mundo moderno en crisis, profundamente secularizado, donde las nociones de la vida y de la muerte han adquirido un carácter banal y cotidiano. Por eso dice: Europa es un territorio de misión, donde los creyentes son una ínfima minoría.

Ahora, Estados Unidos es la expresión culminante de la sociedad tecnológica, la expresión más acabada de la modernidad racional, y precisamente por eso es también el lugar donde la modernidad, la racionalidad instrumental, la idea de que en definitiva los hombres y las mujeres no son seres dotados de una dignidad intransferible de carácter trascendente, sino simples instrumentos, y también el lugar en que la reacción frente a esta concepción de la modernidad en crisis, de la instrumentalidad y de la banalidad, ha ingresado en el tablero político.

Por eso sugiero y sospecho que esto que sucedió en Estados Unidos en las últimas dos semanas con Terry Schiavo, antes en noviembre en las elecciones presidenciales, ahora en España con la ofensiva anti católica, anti Iglesia, más ferozmente semejante al anticlericalismo vulgar de la década del 30 que desarrolla el gobierno de Rodríguez Zapatero, y finalmente también en la Argentina, en donde la prédica de la banalidad, de la cotidianeidad, del rechazo a los valores trascendentes, tiene el aspecto vulgar de la contienda interna del justicialismo y se expresa de manera arquetípica, extraordinaria, en nuestro actual Presidente, constituyen hechos que anticipan el sentido profundo de las luchas políticas que se avecinan.
Jorge Raventos Jorge Castro Pascual Albanese , 02/05/2005

 

 

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