Texto completo de las exposiciones realizadas en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes 7 de junio en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
Jorge Raventos
Jorge Castro
Pascual Albanese |
JORGE RAVENTOS
A dos años del gobierno de Kirchner y cuando nos aproximamos a un cierto momento de la verdad que es el momento de las elecciones de octubre, vale la pena hacer una mirada sobre lo que ha venido caracterizando a este gobierno, cuyo primer dato es el de ser un gobierno que nació desde una situación de mucha debilidad, con un resultado electoral que le dio apenas el 22% de los votos, la mayor parte de los cuales por terceras partes se pueden asignar a aportes externos a lo que el propio Kirchner mostraba en las encuestas y desde una performance en el campo de la geografía del país, también muy escuálida, porque en provincias importantes, en lugares importantes, tuvo escasa o nula representación. Llegó además, como todos ustedes recuerdan, como producto de un proceso de división del peronismo, de división deliberada del peronismo que no pudo hacer su proceso de legitimación interna de elección de candidatos y terminó presentándose como una especie de sombrilla para tres candidaturas.
Desde esa posición, Kirchner tenía que desarrollar una estrategia que supliera aquello de lo que carecía, que supliera el apoyo y la legitimación que da el voto, porque además llegaba desde una posición de segundo. Ni siquiera ese 22 % era la representación de un primer puesto, sino de un segundo puesto. La estrategia que siguió el gobierno fue una estrategia audaz y hasta el momento no le ha dado malos resultados. Esa estrategia se basó, por un lado, en el apoyo de un sector amplio de la llamada opinión pública, reflejado a través de las encuestas, y por otro lado en la búsqueda de una formación política propia, de una fuerza política propia surgida fundamentalmente desde fuera del peronismo, a través de lo que dieron en llamar la “transversalidad” y aprovechando esa situación de congelamiento de la vida política del peronismo que estaba en situación de hibernación.
Desde el aprovechamiento de esa situación de fortaleza que le otorgaban las encuestas y de virtual inexistencia de fuerzas compensatorias en el campo político, la estrategia de Kirchner fue avanzar con mucha velocidad sobre instituciones y fragmentos del poder de modo de ocuparlos. Es el caso de la justicia, con juicios a los miembros de la Corte Suprema y ocupación con candidatos propios o cercanos, no solo en la Corte sino también en niveles inferiores. Por ejemplo, el juez que tuvo que tratar el caso de Santa Cruz, el caso de los fondos de Santa Cruz en la justicia federal, aquí en Buenos Aires, y que rápidamente lo envió ese caso a Santa Cruz, donde rápidamente el caso termina de ser clausurado. Consiguió en esa situación una virtual subordinación del Congreso, que no ha tenido virtualmente ninguna iniciativa propia. Por el contrario, ha sido el Poder Ejecutivo el que le ha marcado la agenda y el que consiguió subyugarlo, hasta el punto de que hoy tenemos un Congreso que le ha entregado poderes especiales para modificar los destinos de las partidas de la ley de leyes, del presupuesto nacional. Avanzó por cierto sobre las Fuerzas Armadas, con las superpurgas y el intento de colocar personas de su confianza personal a cargo de las Fuerzas. Avanzó también sobre el espacio territorial, en primera instancia en la ciudad de Buenos Aires donde pretendió y consiguió hacer pie ayudando decisivamente a Aníbal Ibarra a triunfar en el “ballotage” sobre Mauricio Macri en la elección de la Jefatura de Gobierno del propio año 2003. Pero también avanzó sobre la provincia de Misiones, donde respaldó la candidatura de Rovira con éxito y luego tuvo intentos en cierto sentido más audaces, aunque fracasados, o por lo menos fracasados en primera instancia, como la intervención a la provincia de Santiago del Estero.
La política de extensión del poder de Kirchner se fue desarrollando mientras la sociedad, por un lado, parecía acompañarlo a través del veredicto de las encuestas y la oposición estaba perpleja y dispersa, como ha estado hasta hace muy poco tiempo. Los trabajos para crear una base propia, una fuerza política propia contaron, además, con el espacio que le otorgaba una especie de “statu quo” con su original protector, el doctor. Duhalde y con el peronismo de la provincia de Buenos Aires, un “statu quo” que era un velo provisorio de los conflictos que se iban desplegando por abajo y que ya fueron anunciados por el Subsecretario General de la Presidencia, Carlos Kunkel, cuando definió como “la madre de todas las batallas” a la guerra por el control “kirchnerista” en la provincia de Buenos Aires tan temprano como en diciembre de 2003. Ya en ese momento estaba planteándose que esta búsqueda de extensión territorial del poder de Kirchner incluía necesariamente deshacerse de su protector y de aquél que le había permitido llegar a donde había llegado, primero dividiendo al peronismo y luego dándole el apoyo del aparato estatal y partidario en la elección. En esta búsqueda, primero empieza en la provincia de Buenos Aires en lo que se podría llamar la pequeña fuerza propia de Kirchner y luego, por motivos propios, también el gobernador Solá va a sumarse a esta estrategia que muestra que Kirchner ha estado avanzando, ha estado avanzando hasta lo que estamos viendo actualmente.
Acumulación propia entonces y división de campo ajeno son un trabajo sistemático para erosionar las fuerzas que el gobierno considera abiertamente adversarias o simplemente prestigiosas y no manejables. Este es el caso de la Iglesia Católica. Uno de los hombres que circula en el sistema de consejeros del presidente, Horacio Verbitski, apuntaba después de la elección del último Papa, del Papa actual por supuesto, de Benedicto XVI, el cardenal Ratzinger, que solo una cosa podía ser peor para la Argentina que la elección de Benedicto XVI, y ella hubiera sido la elección del cardenal Bergoglio, porque un Papa argentino, decía, hubiera tenido sobre este país el mismo efecto que tuvo sobre la Polonia de entonces la elección de Juan Pablo II. La Iglesia como cuerpo de prestigio y no manejable es atacada, se intenta su división, se confronta, porque la confrontación ha sido el instrumento político con el que el gobierno ha desarrollado su doble jugada digamos de ampliación de poder y división del campo considerado adversario. División también del movimiento piquetero, a través de los sistemas clientelísticos.
El confrontacionismo de Kirchner le permitió mantenerse en el centro de la escena, cosa que no es tan irrazonable porque la figura presidencial es el eje en el sistema político argentino. Pero lo hizo además conservado un grado apreciable de apoyo en las encuestas, si bien las últimas mediciones están mostrando una caída. La Universidad Di Tella, por ejemplo, en sus dos últimas mediciones marca dos caídas sucesivas, la última ya por debajo de la línea del 50%, caída que es particularmente significativa porque la mayoría de los gurúes de las encuestas decían que, después del posicionamiento del presidente Kirchner ante el caso Chabán y su confrontación con virtualmente todo el sistema judicial incluido aquel fragmento del sistema judicial puesto por él, lo iba a mostrar como el gran ganador del debate, cosa que las cifras no reflejaron. Hay que pensar que quizás eso impidió una caída mayor o quizás que el estilo confrontativo del gobierno ha llegado en su asimilación por parte de la opinión pública a un límite y quizás a un desgaste que está produciendo algún tipo de hastío sobre ese tipo de confrontación.
Lógicamente tanta confrontación genera costos y estos costos empiezan a manifestarse más abiertamente ahora, cuando estamos llegando a un momento donde las cifras de las encuestas pasan a ser un fantasma frente a la encarnación que se va a dar en octubre, del voto popular. Ahí es un momento distinto, porque una de las cosas que empiezan a manifestarse es que la oposición, que estaba muy dispersa hasta hace muy poco tiempo, empieza a dar señales de reagrupamiento. Si bien todavía no se puede hablar de un espacio común de la oposición, empieza a percibirse la imagen de una oposición que, por lo menos, empieza a comprender la naturaleza del conflicto y a generar estrategias en función de lo que aparece como el principal adversario, aquél que intenta dividirla, aquél que la ataca, aquél que virtualmente ataca a todo aquel que, en una especie de estrategia del lecho de Procusto, se pasa de la línea y hay que cortarle los pies o la cabeza para que entre en la medida prevista.
Además de este tema de la oposición, la búsqueda casi excluyente de una victoria que pueda ser exhibida no como una hazaña colectiva del “kirchnerismo” sino como una hazaña personal del Presidente, ahora en octubre, está forzando tensiones en el propio campo del gobierno, en el propio campo del “kirchnerismo”. Puede dar testimonio Aníbal Ibarra, ustedes lo ven hoy en los diarios, y quizás en el horizonte empiece a dibujarse un escenario parecido para Felipe Solá, a quien ya le aparecieron “kirchneristas anti felipistas” apañados en la Casa Rosada, de modo que tal vez “los favores recibidos creo habértelos pagado”, aunque sea un poco más adelante lo que ocurra con Felipe Solá. Pero sí esto lo que nos muestra es un crecimiento de la influencia de un presidente, que a decir verdad no le costaba demasiado crecer porque como decía Yupanqui “yo vengo de muy abajo y muy arriba no estoy”. Con el 22% de salida se podía crecer, pero ha crecido bastante, ha crecido mucho. Hay que tener en cuenta esa circunstancia.
Este crecimiento tiene dos, para marcar dos, dos elementos más a señalar. Uno, la disposición de instrumentos de poder muy importantes que hoy están siendo jugados. Hay provincias que reciben en promesas de fondos, o promesas de obras públicas, montos que superan 2 ó 3 veces el presupuesto anual de esas provincias. No solo provincias, comunas, municipalidades, aquéllas que la estrategia del triunfo publicitario considera más importantes. Pero, por el otro lado, lo que tenemos es que la situación económico social, más bien social, no muestra cambios en la realidad. Lo que vemos es distribución del ingreso que, según los registros del INDEC, son desde el año 2003 la distribución del ingreso más regresiva de las décadas en que el INDEC lleva haciendo este registro. Vemos que de cada 10 puestos de trabajo que se crean solo 4 son en blanco, 6 son en negro. Vemos que una cantidad, un poco más de la mitad de los pobres, 9 millones 300 mil personas pertenecen a lo que se solía llamar clase media, a la que el Presidente intentó seducir. Pero es difícil llegar a una clase media que está sufriendo una caída como nunca y que se ve, se nota, su desagrado por la situación. En la práctica, si uno toma cargos emblemáticos en la clase media, empleado bancario, médico, un maestro, un oficial del Ejército (un mayor del Ejército gana 1500 pesos), observa que los maestros, los bancarios, los médicos, están en la calle hoy haciendo huelga. De modo que esto algo nos está diciendo sobre el territorio en el que se despliegan las estrategias del gobierno en este momento.
Todo esto para no hablar de la situación del movimiento obrero. Los datos oficiales marcan una reducción en la participación de los asalariados en el ingreso nacional. De recibir durante los 90, los malditos 90, el 36% de la torta, ahora reciben el 29%. Esta diferencia de 7 puntos representa más de 25 mil millones de pesos. Estos son datos de un aliado del gobierno, que es Artemio López, asesor de la CTA….
Entonces, nos acercamos a octubre con una oposición que parece despertarse, que parece buscar, parece empezar a reconocer la categoría, la envergadura, del adversario, un gobierno que viene avanzando pero que empieza a encontrar resistencias, descubre que lo que parecía dormido de pronto se despierta, que los aliados que habían aceptado el “statu quo” hoy en día empiezan a considerar que el letargo puede durar mucho y que es difícil que venga un príncipe o un sapo a darles un beso para revivirlos, se tienen que salvar solos, porque si no el destino no es bueno, y una situación social que está en la calle y que puede estar más en la calle, aunque lo principal por el momento no se dirime allí sino que se va a dirimir en las elecciones de octubre que serán un momento de balance, quizás más claro que éste de los dos años de Kirchner. Porque de estos primeros dos años de Kirchner el balance se presenta en octubre.
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Jorge Raventos, Pascual Albanese, Jorge Castro , 30/06/2005 |
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