EL NUEVO ESCENARIO POLÍTICO.

 


Texto completo de las exposiciones realizadas por Jorge Raventos, Jorge Castro y Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes 1ª de noviembre en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
PASCUAL ALBANESE

La única verdad, decía Perón, es la realidad. Agreguemos: aunque duela. Los resultados electorales están a la vista. Hay que saber interpretarlos. Algo en esto avanzó Jorge Raventos, para poder extraer de ellos las conclusiones apropiadas para la acción política. Porque el análisis político es indispensable. Es el prólogo necesario de la acción.

Hace un siglo, exactamente, en 1905, Lenin escribía ese famoso opúsculo de “¿Qué hacer?”, que marcaba precisamente la estrategia de la Revolución Bolchevique en la Unión Soviética que se materializaría doce años más tarde. Pero lo cierto es que, desde el punto de vista del pensamiento estratégico, antes de avanzar sobre el “qué hacer”, es necesario definir y preguntarse acerca de “¿de qué se trata?”. Y qué es lo que se trata en este caso? Se trata de dar una lectura adecuada a los resultados electorales del 23 de octubre, a la luz de la situación política argentina, de modo de trazar a partir de ahí una línea de acción para adelante.

Recuerdo, de hace bastante tiempo, una frase que me impresionaba de Jorge Castro, que decía que “los jeroglíficos de Egipto habían estado siempre a la vista de todo el mundo durante muchos siglos aunque nadie los entendiera. Tuvo que venir Champilion para poder descifrarlos”. A veces en estos días, y recordando lo que decía al principio en su exposición Jorge Raventos, da la impresión de que, en un ejercicio a la inversa, el aparato oficial de comunicación ha intentado convertir los números electorales en jeroglíficos y va a ser necesario hacer un proceso de decodificación inversa para poder otra vez situarnos en la realidad.

Primera aclaración, el director nacional electoral, funcionario de origen radical que se llama Alejandro Di Tulio explicó días pasados por qué los cómputos oficiales a diferencia de lo que había ocurrido en todas las elecciones de por lo menos desde 1983 en adelante y seguramente antes, no tuvieron en cuenta en sus porcentajes y en sus números ni al voto en blanco ni al voto anulado; Di Tulio dijo que ese cómputo no hacía a la aritmética parlamentaria que era el objetivo de la elección y que por lo tanto no tenía sentido considerarlo. Independientemente de la justeza o no de esta aseveración habría que preguntarse por ejemplo para quienes tengan algún recuerdo de la historia política argentina, qué hubiera sucedido por ejemplo si no se hubiera computado el voto en blanco en el año 1956 o en el año 1960 cuando era precisamente el voto más emitido en las elecciones en las cuales el peronismo aparecía proscripto, o qué hubiera pasado mucho más recientemente en el año 2001 si no se hubiera contado el voto nulo en el momento de explosión del voto bronca que por ejemplo había ocupado el primer lugar en la elección provincial en Santa Fe.

Lo cierto es que en esta disquisición numérica quedó opacado un dato muy importante, y es que sin computar el voto en blanco y el voto anulado, el promedio del Frente para la Victoria a nivel nacional según los cálculos de cada uno podían andar cerca del 40%, computando el voto en blanco y el voto anulado como se había hecho sistemáticamente en todas las elecciones anteriores, ese 30, 40% pasa a ser el 36,4% a nivel nacional, votos emitidos positivos, no estamos computando a los que no votaron, estamos hablando del voto positivo emitido, emitido positivo el 36,4%, como me aclara Raventos, si incorporamos la abstención sería el 26%; pero tomemos el 36,4. Con el 36,4% de los votos a nivel nacional, históricamente, el partido que sacaba eso perdía la elección nacional, esto es, repaso numérico muy rápido, en 1983 el peronismo perdió con el 40%, con un poco menos, hablando de elecciones legislativas en este caso, en 1985 el peronismo perdió con el 35%, en 1987 en las elecciones legislativas nacionales el radicalismo perdió con el 37% y con ligeras variaciones para no aburrirlos, lo mismo sucedió con el triunfo del peronismo en el año 89, o sea con la derrota radical, en el 91, en el 93 y al revés con el PJ en el 95 y el 97, esto es, sistemáticamente el partido que sacaba el 36,4% de los votos no era el que ganaba una elección nacional sino el que salía segundo en la elección nacional, este es un dato que conviene tener en cuenta y después volver a él. Segundo elemento, lo situó bien Jorge Raventos, la cuestión de los resultados locales, aún en un panorama de aguda horizontalización y dispersión política de la oposición, el oficialismo perdió en dos de los cuatro distritos más importantes de la Argentina que son la Capital Federal y la provincia de Santa Fe, en el segundo caso como nunca en cuanto a proporción de diferencia de votos y que además es la única de las denominadas provincias grandes en las cuales el peronismo gobierna desde 1983, pero el Frente para la Victoria, o sea el oficialismo perdió también en el quinto distrito electoral del país que es Mendoza, perdió asimismo en Santiago del Estero, en Chaco, en San Luis, en Neuquén; en teoría ganó en provincias como Salta o como en La Pampa aunque sería lícito preguntarse en estos casos sobre la verdadera significación política del triunfo de líderes políticos de las características de Juan Carlos Romero o de Rubén Marín. En el caso específico de la Capital Federal como bien citaba Raventos no solamente perdió, salió tercero y es sugestivamente importante el hecho de que esta ciudad que es el foco de aquella opinión pública que ensalza y ensalzó al presidente Kirschner le haya probablemente infligido la más dura de las derrotas electorales que ha experimentado el oficialismo el pasado domingo 23 de octubre.

Conviene decir que efectivamente el oficialismo ganó en la provincia de La Rioja, pero igual aquí también, lo tengo acá y lo tengo que citar igual, lo dicho por nuestro amigo Jorge Castro el 23 de octubre a la noche en el programa televisivo de Mariano Grondona cuando señalaba que la provincia de La Rioja le debe hoy a Carlos Menem dos monumentos, un primer monumento por todo lo que recibió del gobierno nacional durante la década del 90 y un segundo monumento por todo lo que recibió del actual gobierno nacional en los últimos 3 meses en un dispendio de gasto público absolutamente inédito en la historia política argentina. El éxito político del oficialismo, lo señaló Raventos, está básicamente concentrado entonces en la elección de la provincia de Buenos Aires, para graficar hasta qué punto es así la situación habría que señalar casi en un acto de imaginación que si el 23 de octubre no hubiera habido elecciones en la provincia de Buenos Aires los resultados electorales hubieran colocado al gobierno de Kirschner en una situación harto difícil desde el punto de vista de la gobernabilidad; esta es la importancia del triunfo de Cristina Kirschner, ese publicitado 46% de los votos, que deflacionado como decíamos al principio del factor Di Tulio por el tema del 9 y 10% del voto en blanco y anulado en la provincia de Buenos Aires lleva a aproximadamente un 42% real de los sufragios. También acá conviene hacer una comparación estadística, ese 42% real es inferior al porcentaje obtenido no solamente por Graciela Fernández Meijide en el año 97 sino al porcentaje obtenido por todos los partidos políticos que ganaron las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires desde la restauración de la democracia en el año 1983, en efecto, ese 42% es un porcentaje más bajo que el cosechado por el radicalismo en 1983 y 1985, más bajo que el cosechado por el peronismo en 1987, 1989, 1991 y 1993, más bajo que el cosechado por la Alianza en 1997 y en 1999 y nuevamente por el partido Justicialista en las elecciones legislativas posteriores del año 2001. Hecha esta deflación numérica que no le quita importancia al triunfo político de Cristina Fernández de Kirschner, habría que hacer una pequeña señalización acerca de las razones de esa victoria que como todo este tipo de razones son motivo de interpretación y de controversia.

Jorge Yacobe decía que Cristina Fernández de Kirschner era algo así como la imagen de la escoba en la provincia de Buenos Aires, o sea, aquello que barría la vieja política para un sector importante, justamente de la clase media de la provincia de Buenos Aires y, al mismo tiempo, como señalaba recién Jorge Raventos, era el voto peronista de los sectores del aparato duhaldista transferidos a la política nacional con la estrategia de Kirschner en determinados lugares importantes del conurbano bonaerense como es el caso de La Matanza, el caso de Florencio Varela, etc. Conviene también señalar a la hora de marcar la importancia de esta victoria que como decía también Raventos no es tan importante la cifra de votos obtenida por Cristina Fernández de Kirschner como la enorme diferencia de votos entre la elección que ella tuvo y la que tuvieron todos sus competidores empezando por Hilda González de Duhalde. En este esquema de resultados electorales hay una traducción aritmética si, en la Cámara de Diputados de la Nación, hasta la ruptura entre Kirschner y Eduardo Duhalde el bloque oficialista en la Cámara de Diputados tenía 199 legisladores, a partir del 10 de diciembre de este año, el bloque oficialista en la Cámara de Diputados va a tener 107 legisladores, 22 legisladores menos que en el momento de romperse el acuerdo entre Kirschner y Duhalde; esto implica por omisión, o mejor dicho por contraposición, que 147 legisladores no pertenecen al oficialismo, cerca de 30 de esos legisladores nacionales son los que podríamos caracterizar como peronistas disidentes, computados los duhaldistas llamémosle ahora recalcitrantes, los seguidores de Adolfo Rodríguez Saa y los que corresponden a Carlos Menem. En definitiva tanto en la elección nacional como en la elección de la provincia de Buenos Aires como en la composición de la Cámara de Diputados de la Nación lo que puede decirse en relación a la situación política del gobierno de Néstor Kirschner lo señaló al pasar alguno de quienes me precedieron en el uso de la palabra, está sintetizada en el refrán de que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”; es un refrán, una metáfora, o tal vez la síntesis política más cabal del actual momento de la Argentina. En el año 2001 con el colapso del gobierno de la Alianza implosionó la Unión Cívica Radical, en noviembre del 2002 con el Congreso de Lanús implosionó el Partido Justicialista, en esa situación de desintegración del sistema político es que se entiende tanto entonces como ahora, después de esta elección del 23 de octubre esta cuestión de una “primera minoría” y la idea de “el país de los ciegos y el tuerto es rey”. Hasta acá lo que pasó con el oficialismo, pero hubo también ganadores de la oposición, fuera del peronismo, gobernadores radicales, como el caso de Mendoza, como el caso de Chaco, por otro lado el caso de Hermes Wilner, una importante victoria, en la provincia de Santa Fe, ninguno de ellos sin embargo, se perfila como alternativa política en vistas al 2007 al gobierno de Kirschner, porque no son alternativa al proyecto de “centro izquierda” que encarna precisamente Kirschner como primera presidencia de la república; en cambio, sí hay que decir que aparecen Mauricio Macri como triunfador en la ciudad de Buenos Aires, Jorge Sobich como triunfador en la provincia de Neuquén y naturalmente Adolfo Rodríguez Saa como un importante triunfador en la provincia de San Luis. Hablando también dentro de este panorama, esta pequeña distinción, Macri y Sobich, no digamos afuera, digamos al costado del peronismo, Rodríguez Saa desde adentro del peronismo tratando de confrontar desde ahí con el oficialismo de Kirschner; dentro de este esquema habrá que ver, signo de interrogación, cuales son en el futuro los pasos de dirigentes políticos provinciales importantes como el caso de Romero o como el caso de Marín, y aún, aunque algunos lo den por perdido, el caso de Carlos Reutemann que ahora está en aquello de saber quién ganó y quién perdió, o mejor dicho, tratando de despegar de la derrota en la elección de la provincia de Santa Fe. También dentro de este campo hay que analizar el rol que puede llegar a cumplir el sindicalismo peronista en función de lo que acaba de plantear Jorge Castro vinculado con el proceso de conflictividad salarial creciente que aguarda a la Argentina en los próximos meses.

Importa otra precisión, Felipe Noguera dice que la mayoría de los votos de Cristina Fernández de Kirschner no fueron votos peronistas, este es un dato importante para entender por qué aún después de su victoria relativa, Kirschner y su equipo político dudan en hacerse cargo del peronismo porque en realidad están haciendo cuentas sobre cuanto ganan y cuanto pierden, electoralmente hablando, habida cuenta de que lo principal de su base electoral no está en el voto duro del peronismo sino que está bien más en la franja llamémosle progresista de centro izquierda de la realidad política argentina. Esta cavilación táctica del oficialismo hace que desde el punto de vista de la construcción de una alternativa de poder político no se pueda descartar ni la posibilidad de dar una batalla fuerte dentro del peronismo ni la posibilidad de una alternativa que sea por fuera de su estructura partidaria. En realidad hoy por hoy habría que decir que en una situación de horizontalización política de dispersión de la oposición, cuando todavía no emerge un liderazgo unificador, la política adecuada consistiría en más bien plantearse metafóricamente la idea de la oposición red, en el sentido de una red política que vaya articulando a los distintos sectores que desde adentro y desde afuera del peronismo se plantean la construcción de una alternativa política al gobierno de Kirschner, esto incluye a los sectores del peronismo que están jugados en este alternativa y por supuesto también a los sectores llamémosle “de centro derecha” que buscan también el voto independiente, que es el caso de Macri y de Sobich.

Frente al divorcio entre la superficie política y el conjunto de la sociedad que se vio agudizado en estas últimas elecciones hay que impulsar más que nunca una construcción política que además de lo eminentemente político partidario tenga un componente estructural vinculado con la articulación de los factores de poder. Por eso esta “oposición red” no es una construcción exclusivamente política ni mucho menos, requiere también y principalmente una vasta tarea de articulación política con sectores empresarios internacionalmente competitivos que estén a favor de una política de integración en el mundo, con las Fuerzas Armadas a favor de una política de pacificación nacional, con la Iglesia Católica a favor de una política de afirmación de los valores culturales propios de la identidad cultural y religiosa del pueblo argentino y del sindicalismo a favor de una mejoría real en el nivel de ingreso de la sociedad argentina, más allá de las estructuras partidarias la propuesta estratégica para la nueva alternativa de gobierno para la Argentina es la construcción de un bloque de fuerzas que sea la expresión estructural y política de lo que en términos del pensamiento de Perón fue y es el proyecto inconcluso de la configuración de una comunidad organizada.

Una última reflexión sobre lo que podemos llamar la foto y la película; las analogías históricas solamente sirven como una aproximación al pensamiento, nunca terminan de definir la realidad del presente, pero son útiles a la vez para no “comprar” determinados exitismos del momento; recordemos hace exactamente 20 años, las elecciones legislativas de octubre de 1985, luego de dos años del gobierno de Raúl Alfonsín, el triunfo del alfonsinismo fue con el 42% de los votos a nivel nacional, no del 36,4 y otro tanto en la provincia de Buenos Aires, que es parecido al actual, la “transversalidad” entendida como el fin del peronismo y el nacimiento de lo que en ese momento dio en llamarse el tercer movimiento histórico, estaba en el debate político, el fin de la “vieja política” concebida como sinónimo de peronismo, también, la utilización de los derechos humanos como bandera política y el juicio a las juntas militares, como herramienta electoral, también, el “progresismo” de lo que en ese momento se llamaba la patota cultural alfonsinista, también, la idea de la articulación de una fuerza de centro izquierda que fuera más allá del radicalismo, también, el respiro económico del plan Austral, el freno a la inflación que coincidió con el reingreso de Roberto Lavagna en ese momento a la función pública, también, y la distribución de las cajas PAN en los barrios pobres durante las campañas electorales, también, avanzaba en ese momento la reforma constitucional y la reelección de Alfonsín, dos años después todo lo contrario, la Argentina sigue siendo (.....) mediante, el ritmo de lo imprevisible, ni la dinastía K ni la crónica de una muerte anunciada, hay un proceso político en el cual todos tenemos que participar para buscar una solución. Muchas gracias...
Jorge Raventos, Jorge Castro, Pascual Albanese , 01/11/2005

 

 

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