Texto de las exposiciónes de Jorge Raventos , Pascual Albanese y Jorge Castro en la reunión mensual del centro de reflexión política Segundo Centenario, llevada a cabo el día 6 de junio de 2004, en el Hotel Rochester |
Jorge Raventos
Pascual Albanese
Jorge Castro
Jorge Raventos
Podría decirse que durante este año de gobierno del doctor Néstor Kirchner se ha transitado en dos planos paralelos: el fáctico y el simbólico. Pese a lo que postula la geometría, estas dos paralelas se tocan.
Lo simbólico es muy significativo en el desarrollo de este gobierno, por la abrumadora importancia que el gobierno le ha otorgado a la comunicación, al diseño de sus mensajes; hasta el punto que, parafraseando a Marshall McLuhan uno podría decir que para el gobierno el hecho es el mensaje. O, mejor, el mensaje es el hecho. Pero vamos antes que nada a los hechos.
Primer hecho: el gobierno se divorció del peronismo Se puede decir que se trata de un divorcio por abandono de hogar. La última vez que yo registro en que Kirchner se autoidentificó como peronista fue cuando aún no era presidente -faltaban algunos días para que asumiera-, en el programa de Mirtha Legrand. Ella le lanzó: "Se dice que con Ud. se viene el zurdaje, Ud. es de izquierda?" Y él se defendió: "No, yo soy peronista, soy un hombre de centro". Fue la última vez que se definió como peronista y probablemente la única en que se califico de "hombre de centro".
En los mensajes del gobierno la figura de Perón no aparece o aparece esporádicamente, y en estos casos, más que como líder del movimiento que creó, es mencionado en su condición genérica de militar, en listados tipo "Mosconi, Savio, Perón…".
Esta desvinculación del peronismo es un hecho importante que marca este año del gobierno de Kirchner , porque el divorcio está relacionada con su voluntad de generar una base política ajena al peronismo, reclutada en sectores no peronistas y en mucho casos de origen inverso (o adverso) al peronismo. Y tiene también que ver con que Kirchner considera al peronismo como una mera bolsa de recuerdos, de los cuales hay que elegir algunos y descartar la mayoría como parte de "la vieja política", "la política del pasado".
El tema del pasado es otro asunto muy importante en la simbología de Kirchner porque él ostenta una pretensión fundacional: se encuentra en sus discursos habitualmente la idea de "no voy a quedar preso del pasado", "no voy a venir a crear una nueva estafa", "venimos a dar vuelta la página de la historia", etc. El concibe al peronismo dentro de ese pasado que repudia, y sólo algunos instantes de su historia o algunos slogans son rescatados. Instantes como el camporismo. Y slogans o mensajes como las pautas programáticas del FREJULI de 1973. He conversado con algunas personas del kirchnerismo y he notado que creen sinceramente que en 1973 las victorias electorales del peronismo se debieron a pautas programáticas y no a la encarnación programática que tenía la figura de Perón y su retorno al poder y las expectativas que, aún en el sector no peronista, ese retorno generaba como las expectativas de orden y progreso en el país.
Así, tenemos como un hecho la progresiva (y hasta vertiginosa) ruptura de Kirchner con el peronismo, esa "fuerza del pasado".
Pero en realidad, esta separación del peronismo uno la podría incluir en un cuadro más amplio, porque el peronismo forma parte, para la cosmogonía kirchneriana, de un demonio mayor: lo que él define como "las corporaciones". En el diccionario transversal se llama "corporación" a toda reunión de tres o más personas y a todas se les asigna el grado de sospechosas: el gabinete, las reuniones de generales, las reuniones de gobernadores, los bloques legislativos, muchos empresarios juntos por iniciativa propia, todo eso pone nervioso al gobierno. Por eso el Presidente prefiere, según dice el periodismo, "relaciones radiales", es decir de a uno por vez.
Tenemos así un presidente que gobierna a golpe de rayos desde su propio gabinete a las relaciones con instituciones, grupos sociales, partidos políticos. Los bloques oficialistas se quejan de la ausencia de relación abierta con el Ejecutivo; los partidos, de que nunca se ha reunido con ellos (escúchese al doctor Alfonsín, por ejemplo). Este rasgo de sospecha hacia lo que mantiene cierta independencia del poder o no es controlado por él se combina con la tan mencionada actitud confrontativa que evidencia el Presidente, allí donde el gobierno presiente peligros que asechan (y parece haber abundancia de esas presunciones). Esa visión provocó el mal paso, la semana pasada, de enviar a su ministro de Defensa a una cena que se realiza desde hace más de una década.
La política de confrontación, la política de ejercicio autorreferencial de la autoridad fue acompañada -en un principio con mucha fuerza, y últimamente con menos- por lo que se llama la opinión pública, que encontró en Kirchner a alguien que ostenta mas legitimidad que el presidente que lo precedió (en la medida en que había surgido de alguna u otra manera de las urnas). Había surgido en segundo lugar y había llegado con el porcentaje más pequeño logrado por alguien que ocupara la presidencia electoralmente, pero había surgido con un grado de legitimidad mayor que el anterior; y demostraba una voluntad de ejercer la autoridad presidencial mayor que la del último que había llegado por elecciones, es decir, Fernando De La Rúa.
Esta confrontación le servía entonces para ocupar espacio. Y la confrontación con los políticos en general (y con el peronismo político en particular) le permitía también llegar a la opinión publica de las grandes ciudades que, en capítulos anteriores de esta misma novela, había reclamado que se fueran todos los políticos. Kirchner, en busca desesperada del respaldo de la opinión pública, ha tratado de encarnar los rasgos de antipolítica que se expresaron en el cacerolazo y en otras movilizaciones de las clases medias urbanas. Kirchner adornó esto con símbolos destinados a recuperar cuadros de militancia de los autodenominados sectores "progresistas", símbolos que demostraron tener continuidad a lo largo del año. Empezaron con la tribuna ofrecida a Hugo Chávez y a Fidel Castro al asumir y continuaron luego con el voto a favor del gobierno de Castro en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, o con la celebración épica del fuel oil venezolano hace cosa de 10 días. Eso y la idea de una empresa petrolera asociada al gobierno de Chávez, mostraron una continuidad y un vínculo entre la simbología y la política que están destinados a incorporar a los sectores del progresismo en el marco de seta llamada trasnversalidad.
Con todo, si la opinión pública acompañó al gobierno, por momentos de una manera sorprendente según las encuestas, su respaldo empezó a mostrar una brecha allá en octubre del año pasado, cuando se produjo el primer cacerolazo de la era K que, no simbólicamente sino en la práctica, estaba insinuando cosas que iban a venir; ese cacerolazo se manifestó en algunos lugares de la ciudad de Buenos Aires como cuestionamiento a los cortes de energía y ahí empezaban a verse cosas que iban a venir.
Una segunda manifestación del alejamiento de la clase media y de los sectores de la opinión pública con respecto al gobierno se dio a partir de la semana que va desde el 24 de marzo al 1 de abril, en el arco creado entre el acto de la ESMA y la primera manifestación convocada por Juan Carlos Blumberg Allí se nota que la opinión pública empieza a tomar distancia del gobierno: en la práctica , más allá de los juicios verbales, esas manifestaciones son una señal de exigencia, emplazan al gobierno a que cumpla ciertos objetivos. Esto tiene su importancia porque, como dijeron algunos politólogos al iniciarse el período de Kirchner, el gobierno tenía problemas de origen (llegó con un 20/22 %), pero -según esos analistas- está por debajo de 2001 y la correspondientes a yerba y fideos no ha sufrido cambios.
Hoy en día la pirámide social muestra un 10% de personas consideradas en el sector más alto y el un piso de ingreso de ese sector es de $4500. Por debajo de ese sueldo sobreviven 90 de cada cien argentinos, la mayoría de los cuales está abajo de los $750 que implica hoy en día el costo de la canasta básica, cuyo precio está sostenido por el momento por una cantidad de medidas que reprimen los aumentos, pero que en algún momento se van a manifestar. El país registra 18 millones de pobres, de los cuales 8 millones son indigentes.
Estamos, pues, no ante uno, sino ante dos divorcios. En la misma semana en que se produjo la mencionada ruptura del gobierno con los sectores de la clase media urbana, se producía también la manifestación explícita de su separación del peronismo, primero en el acto de la ESMA del 24 de marzo, de donde los gobernadores son excluidos y se agrede desde el palco y en presencia del Presidente a figuras del justicialismo; segundo en la solicitada firmada por cinco gobernadores, tercero en el Congreso del PJ de Parque Norte. A partir de ahí comienza a manifestarse de una manera más explicita el proyecto llamado de transversalidad y el proyecto de reunificación del peronismo que de distintas manera se viene gestando como forma de restablecer un orden político en la Argentina.
El gobierno a lo largo de esta año trabajó la cuestión de la renegociación de la deuda con el FMI utilizando una táctica confrontativa en lo público y una táctica menos confrontativa en las negociaciones; ahora se apresta a dar su segunda propuesta después de la que iba a ser inamovible, que era la propuesta de Dubai, y se apresta también a darle un formato que le permita hacer coincidir la necesidad de llegar a cierto éxito con los acreedores, y al mismo tiempo conservar a los sectores a los que trata de incorporar con el discurso confrontativo. Hace seis meses, en una nota de Agenda Estratégica señalábamos que "el canje de deuda incluirá los intereses no abonados tras el default, que hasta ahora el ministro Roberto Lavagna sostiene que no se van a pagar.
Entre tanto, en el congreso, la confrontación con el peronismo, aunque asordinada aún, se manifiesta en la resistencia a la propuesta de coparticipación federal presentada por el gobierno, en la presentación del proyecto que emplaza a los fiscales a optar entre la continuación en sus cargos o la permanencia en funciones dependientes del poder ejecutivo. Esa propuesta está hecho pensando en casos como los del secretario de seguridad, Quantin, y el interventor en Santiago del Estero Lanusse -ambos, fiscales de licencia que ahora trabajan para el poder político.
De modo que tenemos al final de este año, un gobierno que tiene que demostrar resultados y que no tiene demasiado para mostrar, se le acumula tierra bajo la alfombra y empieza a separarse de las clases medias que intentó cultivar durante todo este año. En este sentido son reveladoras dos encuestas recientes: la de Fara que le otorga al Presidente 46% de apoyo (cuando le daba 70% en agosto/octubre del año pasado), y la de Giacobbe, que registra 49% de imagen positiva de Kirchner. Nos encontramos ya debajo de la línea del 50% y lejos de los números estratosféricos que otras consultoras proporcionan al oficialismo para su difusión). Este tema más confrontación con el proyecto de transversalidad y la resistencia que el peronismo ejerce ante este proyecto, son de algún modo el balance político de estos doce meses.
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Jorge Raventos , Pascual Albanese y Jorge Castro , 07/05/2004 |
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