Texto de las exposiciónes de Jorge Raventos , Pascual Albanese y Jorge Castro en la reunión mensual del centro de reflexión política Segundo Centenario, llevada a cabo el día 6 de junio de 2004, en el Hotel Rochester |
Jorge Raventos
Pascual Albanese
Jorge Castro
Jorge Castro
En un año de gobierno hay dos etapas claramente diferenciadas: los primeros diez meses y los últimos dos meses . El punto de partida de estos doce meses en su conjunto es uno e inequivoco: la debilidad de origen. El presidente Kirchner es el primer presidente de Argentina que llega al poder a través de un proceso electoral en sale segundo en la primera vuelta, obtiene el menor porcentaje de votos de la historia y de ese porcentaje de votos del 22% solo le corresponde como intención de voto alrededor del 8%. Por eso, lo más notable de este primer año de gobierno y lo que merece un elogio desde el punto de vista de la vitalidad política es el hecho de que haya sobrevivido un año, siendo su punto de partida tan débil.
Por eso también lo que él desarrolla en el transcurso de estos doce meses es una estrategia definida, claramente racional en lo que se refiere a medios y fines, destinada a conseguir las bases de poder político que las urnas no le dieron. Esta estrategia se caracteriza por la búsqueda de una política de alianzas orientada hacia dos direcciones. Ante todo, la opinión pública, que en la Argentina es la opinión pública de los grandes centros urbanos, sobre todo y primordialmente la de la ciudad de Buenos Aires. El segundo es la alianza, perseguida sistemática y racionalmente, con la izquierda territorial del país, en primer lugar en la ciudad de Buenos Aires.
Para esta política de alianzas en la doble dirección, desarrolla de manera sistemática, y en un sentido "weberiano" completamente racional, es decir, una coherencia entre fines y medios, una estrategia de confrontación permanente, destinada a polarizar el país y conseguir un poder político que los resultados del 27 de abril no le otorgaron.
Para eso, en esta estrategia de confrontación permanente, la acción se desarrolló en diferentes planos. Ante todo, en la demonización sistemática de la década del 90, incluido en esta tarea no solo el gobierno de Carlos Menem, sino todos sus aliados políticos, desde la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pasando por los presuntos beneficiarios del modelo económico, esto es las grandes empresas transnacionales y las empresas privatizadas, con especial énfasis en los bancos y en las empresas extranjeras. Esta estrategia de confrontación permanente tuvo una segunda manifestación deliberadamente buscado con las Fuerzas Armadas y organismos de seguridad, en torno al eje de los derechos humanos y la reivindicación, a veces implícita y a veces explícita, como en el discurso del 24 de marzo en la ESMA, de la actividad guerrillera en la década del 70. Por último, esta estrategia de confrontación permanente, destinada a obtener las bases de poder político que su vicio de origen no le otorgaba, se manifestó en el conflicto con el peronismo y en el desarrollo de la "transversalidad", que se manifiesta, por ejemplo, en el respaldo al intendente de Córdoba Luis Juez, contra el gobernador De La Sota, a Binner y a Lifchitz contra el gobernador Jorge Obeid y el senador Carlos Reutemann, y así podemos seguir.
El resultado de esta estrategia fue extremadamente exitoso en los 10 primeros meses. Fueron 10 meses de ofensiva ininterrumpida. Se manifestó, por ejemplo, en la persecución judicial contra Carlos Menem, en la destitución de las cúpulas de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad, en la anulación de las leyes de obediencia debida y ley de punto final y en la generalización en el retiro de los jefes de las Fuerzas Armadas, algunos próximos al retiro y otros en plena actividad, por los acontecimientos de la década del 70, en los cambios en la Corte Suprema de Justicia y en el apoyo exitoso a la reelección de Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires.
Pero de pronto, tras tres meses de avance ininterrumpido, se producen dos meses de estancamiento y de caída. El punto de inflexión se produce el 24 de marzo pasado. Es el acto de la ESMA, en que se produce un choque simultáneo con la opinión pública de clase media, por un lado, y con el peronismo por el otro. Allí se abre un punto de inflexión de significado político. Porque, dadas las características del sistema político argentino, el poder no está en las instituciones, sino exclusivamente en el plano del proceso político. y Y, en este plano, hay dos grandes fuerzas , las fuerzas políticas partidarias, que después del colapso del gobierno de la Alianza en diciembre del 2001, prácticamente es de manera excluyente el justicialismo, y la opinión pública. El 24 de marzo se produce este choque simultáneo con esas dos grandes fuerzas del sistema político argentino.
El resultado inmediato es que el día 26 de marzo, en Parque Norte, se realiza el Congreso del Partido Justicialista y allí se producen tres acontecimientos. En primer lugar, los abucheos y silbatinas que recibe las manifestaciones de la esposa del presidente. En segundo lugar, la imposibilidad de hablar, ante el rechazo unánime del congreso, del gobernador de Santa Cruz y vocero político del presidente de la Nación. En tercer lugar, que despierta en el seno del congreso un entusiasmo y un vigor que no había mostrado en ningún otro momento el hecho de que el gobernador de Córdoba, José Manuel De La Sota, pronuncie el nombre de José Rucci, esto es la figura política que en la historia del peronismo es la manifestación arquetípica del asesinato provocado por la organización Montoneros, reivindicada en el acto de la ESMA el 24 de marzo.
Por último, el 1° de abril se manifiesta la clase media argentina, en su extraordinaria capacidad de protagonismo y tendencia a la acción directa. Esto es la manifestación que organiza Juan Carlos Blumberg, en la que 200.000 / 300.000 personas en todo el país muestran que el orden de prioridades de la sociedad argentina es distinto y en su esencia contradictorio con los objetivos del gobierno de los primeros 10 meses de gestión.
Estos dos choques tienen una doble consecuencia. El conflicto con el peronismo implica el final, el adiós, a un acuerdo por el régimen de coparticipación federal, esto es a una exigencia establecida por el FMI y acordada por el actual gobierno. El choque, a su vez, con opinión pública de la clase media, a través del acto de la ESMA y del factor Blumberg, es lo que motiva la caída que experimenta la imagen presidencial de entre 15 y 20 puntos según las encuestas de Carlos Fara, Ricardo Rouvier y Jorge Giacobbe.
Pero la característica de la vida política argentina es que existe una oscura armonía, vinculada por un lazo de necesidad interna entre lo político y lo económico. Porque, al mismo tiempo, llega una consecuencia inexorable de la política económica llevada a cabo en los primeros diez meses. Esa consecuencia inexorable es la crisis energética. Porque la razón fundamental de la crisis es la negativa del gobierno a aumentar las tarifas, para evitar establecer una situación de conflicto con la opinión pública de la clase media y, de esa manera, mientras la economía del país crecía a una tasa de crecimiento cercana al 10% anual, había un ascenso de la demanda y una caída significativa en la oferta energética en el país.
Al mismo tiempo, después de que la economía argentina, había crecido más del 8% en el 2003, que la recaudación fiscal por el aumento de las exportaciones ( no del volumen sino del precio, resultado directo del aumento de los commodities en el mercado mundial), en esas condiciones, al llegar a abril, respecto a marzo, muestra una caída del producto bruto interno del 0.1%, encabezada por una caída mayor del producto bruto industrial que en abril con respecto a marzo cayó un 3.9 %. Este freno hace que el Ministerio de Economía prevea una situación de amesetamiento de acá a fin de año y, por lo tanto, como la economía ha crecido más del 10% en el primer trimestre, el crecimiento del año sería del 5,5/6%.
Se produce, en suma, este cambio en las condiciones de la economía en el mismo momento también en que entre el 24 de marzo y el 1° de abril cambia la política argentina, al establecerse un punto de inflexión en la estrategia de confrontación, de polarización y de demonización del presidente Kirchner con la opinión pública de la clase media, fenómeno Blumberg, y el peronismo.
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Jorge Raventos , Pascual Albanese y Jorge Castro , 07/05/2004 |
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